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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Hageshi resopló, molesta.

Te dije que los ninjas no asumíamos, Kaido. Los ninjas constatamos —le respondió—. Hay cierto mural en Kasukami, la sede de su organización, lleno de grafitis. De vez en cuando, alguien escribe un nombre y un número. Un objetivo, Kaido, y la recompensa por su muerte. De los que tenemos constancia, todos los que asesinaron a un Cabeza Dragón y no se unieron a la banda aparecieron en ese mural. De equivocarme yo e ir a por ti, aparecerás en ese mural, y lo sabremos.

Con parsimonia, empezó a liarse otro cigarrillo. Se recostó hacia atrás y dio una calada, dejando que el humo saliese por sus fosas nasales. Kaido seguía preguntando.

Había un hombre al que llamaban Cuatro. Una mole de dos metros obsesionado con los números. Sospechamos que murió a finales del año pasado. Al igual que Hayai, quien se consideraba a sí mismo como el hombre más rápido de Oonindo. Probablemente Katame sustituyó a uno de los dos. Luego, está Muñeca. Una niña de la que apenas sabemos nada. Ryū, posiblemente el más fuerte y temible de todos ellos. Dicen que se consideran iguales, pero me apuesto el pellejo a que ese hombre es quien tiene la última palabra. Otohime, una mujer de unos cuarenta años, y posiblemente la creadora del juinjutsu que llevan todos ellos. El resto… —otra calada—, meros fantasmas a los que todavía no pusimos rostro ni nombre.
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La jounin tenía mucha razón.

Pero era muy difícil no asumir cosas cuando todo resultaba ser un mar incierto de posibilidades. Más para él, un simple genin, que se encontraba en el ojo de un huracán mucho más grande, peligroso y destructivo de los que había tenido que lidiar alguna vez. ¿Y Katame? sólo una cuarta parte de esa organización. Una pequeña partícula de viento en un remolino devastador llamado Dragón Rojo. Cuatro, Hayai, Muñeca. Ryū. Unos pocos nombres que daban vida a los otros integrantes.

El tiburón chasqueó la lengua.

—Tienes razón. Esta mierda me supera —se acomodó en su sofá y cruzó los brazos—. pero bueno, aparezca o no mi nombre en ese mural, Umikiba Kaido es ahora un objetivo de Dragón Rojo. Será cuestión de tiempo cuando vean que el chiquillo azul no aparece por sus territorios para que suceda. Así que te pregunto una vez más, Hageshi-san. ¿Qué haremos?

No se iba a borrar. No esta vez.
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Hageshi se llevó el cigarrillo a los labios y dejó que el humo inundase sus pulmones.

Te lo diré una vez más —dijo, imitándole, y dejando escapar el humo por la nariz—, no son tan estúpidos. Pero ojalá lo fuesen, porque entonces… —enseñó los colmillos en una macabra sonrisa—, tendríamos al cebo perfecto para atraparles.

Dio un par de toques en el cigarrillo sobre el cenicero.

Voy a solicitar que se considere tu misión como una de rango B, y que así aparezca en tu expediente. —Probablemente, el mayor cumplido indirecto que iba a recibir Kaido de aquella kunoichi—. Informaremos al cliente, aunque he de decirte que solo uno de cada diez pagan el aumento a posteriori. Volveremos a hablar si sucede alguna novedad —se levantó y le dio la espalda, observando la eterna lluvia de Amegakure a través de la ventana—. Eso es todo.
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Y así, de sopetón, se dio cuenta que él había suplantado a Katame como el conducto de Hageshi. Si bien el opulento carroñero era el único cabo del que tirar, ahora muerto a manos de Kaido, también le había pasado la batuta. Que él llegase o no a convertirse en un objetivo real de Dragón Rojo y de que estos abandonasen uno de sus tantos escondrijos para acabar con el asesino de uno de sus miembros, era la oportunidad perfecta para que Amegakure diera el golpe sobre la mesa.

Umikiba Kaido entendió que en éste caso puntual, era un muy buen cebo. Y no sabía por qué, pero aquello le emocionaba.

Sonrió junto a Hageshi y se levantó del asiento.

Voy a solicitar que se considere tu misión como una de rango B, y que así aparezca en tu expediente. —alegó. Kaido asintió tan parsimonioso como ella y, en silencio, aceptó el sutil halago de la jounin—. Informaremos al cliente, aunque he de decirte que solo uno de cada diez pagan el aumento a posteriori. Volveremos a hablar si sucede alguna novedad —aquello sí que iba a estar más difícil. Con los gastos de reparación que tendría Kano, veía imposible obtener un sueldo extra. Pero estaba complacido con el cambio de status de la misión, así que no iba a poner peros—. Eso es todo.

—Vale. Hasta entonces, pues —dijo, a modo de despedida; mientras tomaba rumbo al ascensor. Y de ahí, a descender hasta encontrar la salida del edificio de la Arashikage.
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Dos semanas después...


Estaba harto. ¡Harto! Harto de que le tomasen como el chico de los recados. ¡Al menos que le pagasen por ello, oye! Siempre de sitio en sitio haciendo favores. Transmitiendo mensajes. ¡Hasta los huevos!

¡Ey, perdona, sé que andarás ocupado, pero… ¿Podrías, ya que estás, entregarle este mensaje a Kochiri? —siempre decían.

¡Pues sí, estaba ocupado! ¡Y no, Kochiri no le pillaba de paso, precisamente! Pero, ¿qué iba a decir? Era un superior, al fin y al cabo. En aquella ocasión, el destinatario era Umikiba Kaido. Recordaba haberle entregado un mensaje un par de semanas atrás, así que no tuvo problema en encontrar su vivienda. Azuma Jiro era un profesional, después de todo, y nunca olvidaba una dirección.

Así que allí fue, tocando con los nudillos la puerta. Tres veces.
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Dos semanas después...


Toc, toc, toc la puerta volvió a sonar tres veces. Y como aquella vez, Kaido no tardó en abrirla.

Entonces, y sólo entonces; se encontró con un deja vu. Aquel recadero, de nuevo, molestándole en su hogar para entregarle otro mensaje. ¿De quién sería, ésta vez?

Kaido tragó saliva.

—¿Sí..?
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¡Umikiba Kaido! —exclamó Jiro el Recadero. ¡Esto es para usted! ¡De la administración! —le entregó un pergamino enrollado y una bolsita de cuero—. ¡Que tenga un buen día!

Y, antes de que el jodido le pidiese hacer algún recado, como todos tenían la manía de hacer, salió cagando leches de allí.

Cuando Kaido abriese el pergamino, encontraría lo siguiente:



Jodido Kaido,

………………………………………..¿Cómo va eso? Ya me perdonarás, pero no se me da bien esto de escribir cartas. Yo soy más de hablar cara a cara, ya me conoces.

Por aquí va todo bien. Koe está totalmente recuperada, y Jitsuna sigue siendo un dolor de muelas. Lo cual es buena señal. Baratie, por otra parte, está totalmente recuperada, lista para cruzar los mares como antaño.

Y hablando de eso, estamos pensando en que ha llegado el momento de volver al mar. De elevar ancla e izar las velas, como en los viejos tiempos. No te engañaré, ambas han quedado tocadas por lo sucedido. Están bastante preocupadas por lo que me contaste, y quieren irse de aquí. En el fondo me alegro, ¿sabes? Shenfu Kano no está hecho para apalancarse en un puerto de por vida. Nos sentará bien.

PD1: He vendido lo que tú ya sabes para pagarte tu mierda de misión. Pensabas que no iba a cumplir mi palabra, ¿eh? Puto incrédulo de los cojones. ¡Shenfu Kano siempre paga sus deudas!

PD2: Estamos pensando en probar suerte en el Puerto Kasukami. Dicen que está plagado de gente forrada, y si me lo monto bien, creo que podré hacerme de oro. Ya te escribiré cuando me asiente. ¡Y estás invitado a venir cuando quieras!



Si ahora abría la bolsa, encontraría…


¡Bam, bam, bam!


… los jodidos mil ryos extra que le correspondían por una misión de rango B.




¡Un verdadero placer haberte masterizado esta misión, compañero! Solicita los 2.000 ryos de recompensa por tu misión B, y…

Seguimos en contacto Guiño
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El gyojin tomó el pergamino y lo vio irse después de su despedida. Y como el gafe que tenía que ser el recadero, en cuanto abrió el pergamino; su buen día iba a convertirse en uno muy malo.

Jodido Kaido,

………………………………………..¿Cómo va eso? Ya me perdonarás, pero no se me da bien esto de escribir cartas. Yo soy más de hablar cara a cara, ya me conoces.

Por aquí va todo bien. Koe está totalmente recuperada, y Jitsuna sigue siendo un dolor de muelas. Lo cual es buena señal. Baratie, por otra parte, está totalmente recuperada, lista para cruzar los mares como antaño.

Y hablando de eso, estamos pensando en que ha llegado el momento de volver al mar. De elevar ancla e izar las velas, como en los viejos tiempos. No te engañaré, ambas han quedado tocadas por lo sucedido. Están bastante preocupadas por lo que me contaste, y quieren irse de aquí. En el fondo me alegro, ¿sabes? Shenfu Kano no está hecho para apalancarse en un puerto de por vida. Nos sentará bien.

PD1: He vendido lo que tú ya sabes para pagarte tu mierda de misión. Pensabas que no iba a cumplir mi palabra, ¿eh? Puto incrédulo de los cojones. ¡Shenfu Kano siempre paga sus deudas!

Hasta ahí, fue todo una sonrisa. Realmente se sentía agradecido con Kano, a pesar de ser un cabrón en toda regla. Y que su familia se encontrara bien, incluyendo Baratie, le daba un poco de calma respecto a la situación de los Shenfu. Pero entonces, una segunda posdata.

Que destapó una nueva pesadilla. Su rostro transmutó rápidamente a una mueca de evidente preocupación, y comenzó a balbucear no, no, no sin detenerse. Como si aquello iba a detener la tinta del pergamino, o que bien iba a cambiar el condenado mensaje.


PD2: Estamos pensando en probar suerte en el Puerto Kasukami. Dicen que está plagado de gente forrada, y si me lo monto bien, creo que podré hacerme de oro. Ya te escribiré cuando me asiente. ¡Y estás invitado a venir cuando quieras!

—¡Joder! —la carta cayó al suelo y uno de sus muros recibió el impacto de su puño.

Frustrado, se quedó frente a su puerta abierta con la cabeza marchándole a mil por hora.

Tenía que advertirle. De alguna forma. Pero ...

¿Cómo?

Aquello le quitaría más de una noche de sueño, sin duda alguna.

Igualmente, compadre. Muy agradecido por tan tremendísima trama. ¡Nos veremos pronto, muy pronto.
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