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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Así que ella no era la asesina. Datsue, que no tan solo contaba con la experiencia, sino con cierta habilidad que había desarrollado gracias al Sharingan para captar las mentiras al instante, la creyó. Tan solo había habido una persona en Ōnindo capaz de engañar a sus ojos. Esa persona se llamaba Yubiwa, y desde luego estaba a años luz de aquella moza.

Juro, entonces, realizó la pregunta obvia. Datsue aguardó por la respuesta.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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Estoy seguro de que estarás deseando tomar cartas en el asunto después de ver lo que tu cliente ha hecho. Nosotros también —comentó Juro, clavando su mirada en ella. Una mirada seria. A él, el desprecio no le haría retroceder—. Dinos quién os contrató. ¿Quién es la persona que tiene tanto interés en sabotear la competición?

Lo que estoy deseando es no tener que ver más con esta mierda —espeto, para luego mirar al asesinado—. Y quizá darle un entierro decente.

Entendía lo que Juro trataba de decirle, pero a la vez sentía que seres como ellos ni siquiera se molestaban en comprenderla. ¿Qué sentido tenia tomar venganza si se trataba de alguien débil como ella? Aunque lograse algo, ella tendría que ser quien se quedase en aquella ciudad con nuevos enemigos. Aun así, darles información a aquellos dos podía implicar que aquellos que les habían utilizado recibirían su merecido mientras ella se mantenía fuera de acción. Se dijo a si mismo que jamás había sido una soplona, pero dadas las circunstancias…

Un día un sujeto llego a nosotros —comenzó ella—, quería proponernos un trato. La competencia estaba cerca, por lo que supusimos de que se trataba: todos los años se contrata a docenas de saboteadores para fastidiar a los competidores.

»Solian ser cosas sencillas: hacerles llegar tarde, robarles sus herramientas y cosas así… Pero esta vez la cosa prometía ser enorme, por lo que el dinero que podíamos pedir también lo seria.

En cierto momento se dio cuenta de lo tonto que había sido pensar que sería un trabajo como cualquier otro.

No sé quién era el cliente, ni tampoco me importaba mientras que estuviese dispuesto a pagar lo suficiente —reconoció sin rastro de vergüenza—. Aun así, él si había averiguado algunas cosas —revelo, refiriendo a su compañero—: dijo que era un sujeto importante, alguien que estaba enemistado con el jurado… Era algo acerca de dejarle por fuera del negocio.

»En cierto punto dejo de averiguar más… Al parecer, el sujeto que representaba al cliente era peligroso. —Ella también lo había sentido, su instinto de supervivencia le ponía en alerta máxima cada vez que aparecía aquel hombre.

»En fin, mi compañero dijo que luego de nuestro fracaso nuestro cliente estaría cabreado y seguro que decidiría ir a por medidas más extremas… Yo…, nosotros puede que le hayamos informado sobre ustedes como los principales obstáculos para sus intenciones…

¿Puedes darnos más detalles? —pregunto Kazuma, quien movido por su gran curiosidad había tomado su leal libreta y estaba anotando todo.

Ya que —dijo resignada, ser informante era más desagradable de lo que pensaba—. Podría tener algo de información sobre aquel sujeto en…

De pronto se interrumpió, como si su lengua se hubiese paralizado. Instantes después, el joven peliblanco retrocedió mientras una especie de sello se enrollaba alrededor del cuerpo de la muchacha, como si de una serpiente silenciadora se tratase.


¤ Zekka Konzetsu no In Activado en la muchacha.
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Datsue oía, atento, las explicaciones de la muchacha. Al parecer, se trataba de un clásico. Un cliente misterioso acudía a ellos mediante un intermediario, y ni sabían quién era él, ni les había importado. El dinero mandaba, después de todo. Pero el Uchiha se dio cuenta que aquello no era un asunto cualquiera. El hecho de haber un muerto así lo atestiguaba, y el extraño símbolo que apareció en la lengua de la mujer después lo reafirmó.

Extraño para la mayoría, mas no para Datsue.

Parece que ese sujeto del que quieres hablar se ha cubierto bien las espaldas. Sello de la Erradicación de la Lengua Maldita —informó a los cuatro—. Un fūinjutsu famoso entre espías o organizaciones criminales para impedir a sus miembros hablar de un tema en concreto. Solo hay dos formas de deshacerse de él —continuó, levantando dos dedos—. La primera es que quien colocó el sello fallezca. La segunda, que alguien con mayor maestría en el fūinjutsu lo rompa. Probemos la segunda opción.

Recortó la distancia con ella y realizó una larguísima tanda de sellos que terminó con su dedo índice y corazón posándose en la lengua de la muchacha, sin pudor a mancharse de babas. Si su técnica tenía éxito, el sello maldito quedaría suprimido.


¤ Kaija Hōin. Hemos abierto la trama hace algo más de un año, así que ni idea de la Inteligencia que tenía por aquel entonces xD Si la necesitas para comparar la busco, lo que sí Fūinjutsu lo tenía al 100 ya.
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La muchacha estaba cansada. Tan solo con escucharla y ver su mirada, Juro pudo notarlo. No era del tipo que fuera a tratar de vengarse, especialmente, porque la persona que les había contratado era mucho más superior a ella. Aun así, la muchacha estaba dispuesta a darles información. Al final y al cabo, ¿qué tiene que perder? Podrían matarla, pero nada le dice que no vayan a hacerlo ya. Su única esperanza ahora mismo es tratar de pasar desapercibida frente a ese hombre, como una hormiga que reza para que nadie la aplaste.

El muchacho suspiró. La chica no sabía mucho, pero al menos, podía darles algún detalle. Al parecer, su cliente estaba enemistado con el jurado y era alguien importante. Juro pensó, enseguida, en alguna clase de traficante, o quizá un mercader acaudalado que busca quitarse de en medio a posibles rivales en el mercado.

Juro no se sorprendió al saber que había saboteadores todos los años, como tampoco cuando la chica les dijo que ya les habían delatado como los autores de que el sabotaje no se pudiera llevar a cabo. Se lo esperaba.

« Aunque quizá haya más peligro de lo que había imaginado en un principio » — Puede que se enfrentaran a mercenarios bien preparados o incluso a shinobis. Juro ya no podía contar con la superioridad que había sentido al enfrentarse a aquella chica y a su compañero.

Entonces, justo cuando Kazuma la presionaba para dar más información, ocurrió. Un sello se activó, desde su lengua y pronto, se extendió por todo el cuerpo. Juro recordó entonces el sello que habían comprado y que lo había inmovilizado. Maldijo por lo bajo. ¡Tenía que haberlo imaginado! Se enfrentaban a un experto en jutsus de sellado.

Datsue se adelanto y Juro lo agradeció: sabía de sellado y estaba aprendiendo, pero aquello le quedaba grande, y el Uchiha ya había demostrado ser todo un experto. El marionetista se quedó expetante, tras la explicación de Datsue y la posterior cadena de sellos para tratar de deshacerlo.

— ¿Cómo estás? ¿Puedes hablar? — le preguntaría a la saboteadora una vez hubiera terminado su compañero, para comprobar si la contramedida de Datsue había hecho efecto.
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  • Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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El efecto del veneno paralizante apenas comenzaba a disiparse cuando la muchacha sintió como si una cadena de hierro se apretara a su alrededor. De hecho, era inclusive peor que antes, pues ni siquiera era capaz de hablar. Por suerte para todos, había alguien lo bastante diestro en técnicas de sellado como para manejar la situación.

¿Cómo estás? ¿Puedes hablar? —le preguntaría a la saboteadora una vez hubiera terminado su compañero, para comprobar si la contramedida de Datsue había hecho efecto.

¿Qué coño ha sido eso? —pregunto, sudando como si recién despertara de una pesadilla—. Fue horrible.

De pronto, aquella ignorancia nada fingida llamo la atención del peliblanco.

¿No sabias lo que hacia ese sello cuando te lo colocaron? —pregunto Kazuma.

No me han colocado nada, nunca dejo que nadie se me acerqué demasiado…

Aquello planteaba una interrogante. Parecía probable que la muchacha hubiese sido marcada sin darse cuenta, aunque aquella no parecía una técnica de colocación tan sutil; o podía haber sido marcada en un estado de inconciencia.

Extraño —conjeturo el peliblanco—. De todas formas, ya estas libre de él… ¿Qué es lo que ibas a decir?

Mi compañero… era de los que piensan, de los que saben cosas —dijo sin ser muy clara—. Él tenía un cuaderno, algo como un diario en donde escribía sobre como marchaba cada trabajo… Me dijo que lo guardaba por allí, debajo de unas tablas.

En vista de que la muchacha aún no se podía mover, y movido por su propia curiosidad, Kazuma se adelantó hasta el sitio que señalo con la barbilla y removió algunos trastos y una tabla unida al suelo. Allí en un pequeño hueco, cubierto de una vieja tela, yacía un cuaderno.

El joven peliblanco lo extrajo y rebusco en las últimas páginas. Se tomó un momento y luego hablo:

Qué raro… Escuchen esto:

Este trabajo se complica a cada paso y el cliente no quiere ceder: desea que más que una distracción dejemos incapacitados a los competidores. Es sutil, pero me parece sentir los aromas de la venganza; no contra los participantes, que solo con circunstanciales, sino por la competición misma, como un deseo de manchar el nombre del evento y los jurados, de frustrar sus intentos o castigar algo… Cuando el cliente no menciona un objetivo en particular, es que su odio tiene múltiples destinatarios.

Se detuvo y salto a otro párrafo.

La reacción del cliente luego del último informe no fue la esperada: me asegure de enfatizar que en la competencia había ninjas de verdad y que eso estaba más allá del alcance de nuestras capacidades; además que eran gente acostumbrada al peligro y a la cacería humana… Creí que con eso liquidaría nuestro pago y se decantaría por otras tácticas más indirectas; pero lo cierto es que su representante lucia bastante satisfecho…, casi feliz.

Ese tipo de reacción es la de alguien gustoso de buscar pleitos y encontrar a quienes se los respondan. Luego de la amenazante descripción que le di, imagino que es alguien lo suficientemente competente para no sentirse intimidado… Aunque más que competente yo diría que es inquietante.

Luego en la última entrada

Algo extraño pasa con ese sujeto: siempre me guardo algunos detalles sobre los informes que doy (algo que me pueda resultar de utilidad). Sin embargo, este sujeto siempre estaba enterado de cosas que solo yo podía saber y que no le había dicho… Eso no es todo, e empezado e temer sobre lo que hace… Hace poco le pague un buen dinero a un guardia por algo de información de una reunión que se llevó a cabo con el mismo sujeto luego de nuestra contratación (intuyo que buscaba más gente para trabajar). Me conto que la negociación salió mal por un desacuerdo en el precio y que… con un gesto de aquel sujeto el que le amenazaba cayó al suelo sujetándose la cabeza y gritando como si se la estuviesen aplastando. Finalmente, sin siquiera haber sido tocado, cayó muerto. Lo extraño fue que cuando le volví a contactar por más información, no recordaba absolutamente nada de lo ocurrido y estoy seguro de que no estaba mintiendo… Con aquello me di cuenta de algo que había estado pasando: Nokomi y yo hemos estado teniendo disparidades en nuestros testimonios cuando del trabajo se trata. Generalmente, achacaría aquello a que es distraída y no piensa mucho las cosas; pero no lo es tanto como para que ella recuerde una versión y yo otra… Inclusive, estoy comenzando a encontrar contradicciones entre lo que he escrito y lo que recuerdo… y entre más mente hago más incongruencias hayo.

Esto ya es muy grande para nosotros, pero no creo que se nos permita renunciar sin morir… En nuestro próximo encuentro no le hablare de duda o deserción, simplemente asentiré y mostrare intenciones de seguir por cuestiones de codicia.

Espero que de esa manera nos quite el ojo de encima el suficiente tiempo como para que desaparezcamos.

Y con ello terminaba aquel diario.

Imagino que tú eres Nokomi —dijo el peliblanco mientras pasaba el diario a los jounin—. No sé qué pensar: todo esto suena a locura o terror.

La chica lucia aterrada como si de brujería le estuviesen hablando; pero en el mundo de los ninjas (al menos de los experimentados) puede que aquello fuese más una cuestión de humo y espejos…, aunque no por ello menos peligrosa y cierta.
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Tras unos momentos de reflexión, Datsue habló:

Técnica de la Arena Manipuladora de las Memorias Ocultas. Un Ninjutsu con el que se pueden borrar recuerdos muy selectos. O, más bien, ocultarlos hasta que la técnica se cancele —dijo, quitando el misticismo y al aura de terror que había dejado aquel relato de un plumazo. No se enfrentaban a ningún monstruo, sino a un ninja más—. Quizá el ninja en cuestión esté usando esa técnica, o una parecida, para guardarse las espaldas. Sea como sea, es un tipo peligroso.

Y alguien que no debían tomarse a la ligera.
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El relato, desde luego, era aterrador. Puede que no hubiera brujería ni fantasmas, pero el pobre desdichado que lo había escrito así lo creía realmente y ese sentimiento impregnaba sus páginas. Juro sintió lástima por él, y se arrepintió de la venganza que había querido llevar contra ellos. Al fin y al cabo, solo eran dos víctimas más.

Datsue reveló muy pronto el truco. No había oído hablar de esa técnica, tampoco, pero podía entender su funcionamiento. Si había conseguido colocar un sello en la chica con tanto sigilo, no habría sido muy difícil para esa persona el usar esa otra técnica con ellos.

— Sí, y sabe de nuestra existencia, por lo que parece. No sabemos mucho de su paradero, pero podemos adivinar que aparecerá en la siguiente prueba, probablemente utilizando a otras personas para seguir pasando desapercibido — supuso Juro.

¿Y ahora qué? No se le ocurría que más podrían sacar de la chica, que ya debía de estar aterrada hasta límites insospechados. Sus dos únicas pistas estaban perdidas, y el verdadero jefe, probablemente atacaría mañana.

Juro miró a la chica, tratando de ver si había algo más que pudiera decirles o algo que se le escapara. En realidad, estaba tratando de pensar algo. Lo que fuera.
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Kazuma se relajó un poco luego de escuchar la explicación de Datsue que, como un profesional, disipo toda niebla de misticismo alrededor del asunto. Sin embargo, las palabras de su maestro le recordaron que aún estaban en una posición precaria.

Tu eres una saboteadora —dijo dirigiéndose a la muchacha, pero sin mostrar tono alguno de reproche—. ¿Qué harías tu si estuvieses en el lugar de nuestro perseguidor?

La chica se tomó unos segundos para calmarse y trato de comprimir en palabras todo lo que sabía sobre el oficio.

Me dejaría de terceros y primero iría por él —dijo finalmente, señalando a Juro—. Matar al participante es una mierda demasiado escandalosa; lo mejor es el trabajo simple, impedir que gane… Es como… como cuando traficas mercancía: no puedes matar al vendedor, pero puedes deshacerte de aquel que le cubre las espaldas… Digo, ni siquiera tendría que esperar a la competencia… A lo mejor, con su amigo muerto, el participante hasta se caga y abandona… Y si no, sabotearle a él, habiendo quedado solo, sería mucho más fácil.

De una forma un tanto retorcida, aquel parecía un enfoque bastante coherente. Era como se les enseñaba a ellos, a los ninjas: si se tenía que luchar contra varios oponentes, lo mejor era acabarlos de a uno, atacando primero al que tuviera el rol de médico, líder o soporte del grupo, dejando solo, y para luego, aquel que pudiese parecer más fuerte y al que fuera factible ralentizar y sabotear solamente.

Ya veo… —acepto—. ¿Qué harás ahora?

Desaparecer —contesto ella—. Ocultarme en algún agujero hasta que toda esta porquería de la competición termine.

La noche no prometía más, aunque el panorama que había dejado era bastante claro: tanto si Datsue se retiraba de la competencia como si decidía perseguir al saboteador, estaría cayendo en su juego y facilitando su objetivo. Por otra parte, Juro ahora tenía un cuchillo apuntando al cuello y puede que este se acercase a él mientras fingía ser un espectador y cuidaba las espaldas de su amigo. Por tanto, la opción más obvia, arriesgada y prometedora era el antiquísimo dividir y conquistar: separarse y actuar de forma independiente haría que su enemigo tuviese demasiado que manejar y terminaría por provocar un error en su proceder.


Hola.
A partir de este punto sus caminos divergen: Deben narrar comenzando la mañana siguiente, Datsue dispuesto a la competencia y Juro abocado a detener al saboteador. Se procederá con la modalidad de posteo propuesta, aunque aún pueden (y deberían) ayudarse el uno al otro con los rompecabezas y acertijos que vayan encontrando.
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Juro se levantó por la mañana, temprano. La cabeza le dolía a horrores y no había podido dormir tanto como le hubiera gustado. Pero le bastaría.

La conversación que tuvieron antes de terminar la noche no fue muy agradable. Saber que ahora el cuchillo apuntaba a su cuello, y no al de los demás, nunca era de buen gusto. Al final, esto le pasaba por involucrarse en mierdas ajenas. Estaba un poco asustado (estaría loco de no estarlo) pero también estaba enfadado. Y nervioso. Incluso anhelante. Nadie debía morir por una estúpida competición y la sangre ya se había derramado. No podía permitirlo nuevamente.

« Incluso si mi vida es la que corre peligro, ese es mi trabajo. Y debo detenerlo » — reflexionó para sí el marionetista. Lejos de salir corriendo, estaba dispuesto a seguir con esto. Ya no solo era por Datsue: era una cuestión personal.

Solo tenía un único arrepentimiento y era el haber involucrado a Kazuma en todo aquello.

— Voy a seguir con esto. Yo me encargaré del saboteador — les había dicho a Datsue y Kazuma aquella noche, instando a que Datsue siguiera con la competencia. No podía depender de su ayuda. Ahora se jugaban mucho.

Antes de marchar, se reunió con su alumno al punto de la mañana y fue más que claro con él. No era un chico que se andara con tapujos, pero, en este momento, aún menos.

— Kazuma-kun, esto va a ser peligroso. Puede que el asesino ataque durante esta prueba. No sé cuanto saben de nosotros pero hay una posibilidad de que a ti no te hayan vinculado con nosotros — le explicó Juro —. Es tu decisión, pero no sé hasta que punto podré controlar la situación ahí. Quizá lo más seguro es que te quedes.

Juro ya lo había decidido. Se aproximaría a las filas, con un camuflaje activo, y fingiría ser otra persona. Se sentaría en segunda o tercera fila, en una posición no muy obvia, pero lo suficientemente cerca como para ver si alguien hacía algo extraño. Y en ese caso, actuaría con sus pequeños trucos de reserva.
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Una noche, aunque fuese una de mal sueño, había bastado para que Juro asumiese la situación y se dispusiera a actuar. Un ninja de rango alto como él tenía la autonomía suficiente como para decidir sobre la marcha, sobre todo en una situación como aquella: un seudo-ninja vendiendo su fuerza de trabajo era algo común; pero uno que vendiese sus técnicas y las equipase como herramientas ya eran palabras mayores, no solo por interferir en un evento público tan importante, sino porque su potencial para desencadenar el caos era enorme.

Kazuma-kun, esto va a ser peligroso. Puede que el asesino ataque durante esta prueba. No sé cuanto saben de nosotros pero hay una posibilidad de que a ti no te hayan vinculado con nosotros — le explicó Juro —. Es tu decisión, pero no sé hasta que punto podré controlar la situación ahí. Quizá lo más seguro es que te quedes.

Me gustaría ayudarle; pero, siendo honesto, terminaría estorbando —admitió sin mucho desanimo, como si fuera algo natural—. Aun así, me mantendré atento a la situación, no dude en pedirme cualquier cosa que necesité, sensei.

Luego de lo dicho, Kazuma le entrego a su maestro el cuaderno con las anotaciones.

Éxito y fortuna, sensei —le deseo, sabiendo que la posición de carnada nunca era fácil.

Llegado a semejante punto, Juro tendría que tomar una decisión. La primera opción era convertirse en cazador y utilizar el diario obtenido, buscar en él las pistas que pudiesen conducirle a su enemigo y tomarle por sorpresa; la otra era asistir al evento y darse a sí mismo como carnada, con el riesgo de, si su oponente era diestro en el asesinato sutil, le podría acabar antes de poder defenderse. La decisión parecía difícil, pero aquello era lo habitual para ninja. Como se decía en la academia: "Uno de los mayores talentos de un ninja es usar su poder y experiencia para crear nuevas posibilidades".
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— Voy a seguir con esto. Yo me encargaré del saboteador —le había dicho Juro aquella noche.

Y Datsue, con voz templada, replicó:

Cuento contigo.



A decir verdad el resto de la noche siguió siendo igual de poco placentera para el Uchiha. Tras tantas y tantas vivencias, Datsue se había ido curtiendo. Ya no era el chico asustadizo que siempre se pertrechaba tras compañeros ante el menor indicio de peligro. Ahora ya no era el Intrépido, sino el Hijo del Desierto. Un tío que acababa de vencer a un Uzukage y cepillado a un General. No obstante, no era un temerario. Sabía perfectamente que cualquier ninja, por fuerte que fuese, podía morir bajo las circunstancias adecuadas. Como, por ejemplo, no saber por dónde le iba a llegar el próximo ataque.

«No me queda más remedio que confiar en Juro», pensó, para sus adentros. Era eso o retirarse, cosa que una parte pequeña de él valoró.

Así pues, y pese a que había asegurado su habitación con todo fūinjutsu conocido, no logró pegar apenas ojo. Cuando el alba despuntó se dio una ducha fría para despejarse y desayunó lo poco que le cabía en el estómago.

A la hora acordada, se presentó al torneo.
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— Gracias, Kazuma-kun — Y acto seguido, le revolvió el pelo a su alumno, dedicándole una amplia sonrisa.

Después, cogió el cuaderno y se despidió de su alumno.

Era consciente de las opciones. Juro nunca había sido una persona valiente de por sí. Incluso con su profesión. La valentía le parecía admirable, pero, sin la debida preparación, se podía convertir en inconsciencia a la mínima. Por eso mismo, observó el cuaderno que tenía y decidió darle otra oportunidad.

« Si voy ahora mismo, será como quien espera un golpe que no sabe por donde llegará » — Si podía recopilar algún detalle, lo que fuera que le pudiera ayudar, valdría la pena.

Echó un vistazo al reloj y comprobó si tenía tiempo. Después, se sumergiría a leer las páginas.

De lo poco que había leido Kazuma y de lo vivido, podía guardar algunos detalles. Juro era consciente de que su adversario era versado en el fuinjutsu y en técnicas de alto nivel de ninjutsu, por lo que era fácil para él controlar la situación a base de ases que sacaba de su manga. Eso era bastante malo, puesto que si le pillaba con uno de esos sin Datsue cerca, se podría dar por muerto. Además, debía de ser sigiloso y bastante manipulador, y albergaba alguna clase de odio por la competición bastante profundo. El guardia que lo vio describió que asesinó a un hombre sin tocarlo, aunque si que dijo que realizó un gesto antes de ello. ¿Un sello ninja? ¿Quizá alguna clase de fuinjutsu?

Consciente de que el tiempo se le echaba encima, comenzó a ojear el cuaderno, en busca de algo más que le pudiera resultar útil.
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Como empezaba a ser habitual, el lugar de la competencia estaba saturado del olor de una herrería: el metal caliente, el carbón ardiendo y el aceite para templar. Los puestos para cada participante fueron distribuidos mientras la gente se acomodaba en las improvisadas y atestadas gradas. Por lo demás, en comparación con las otras pruebas, en esta ocasión la estación de trabajo de los participantes lucia relativamente simple: una fragua pequeña, algunos martillos, pinzas y poco más. Se podía intuir, quizá engañosamente, que no se les pediría nada grande.

Bu… Buenas —dijo una voz que provenía de la tarima de los jueces.

Allí de pie estaba una chica alta y muy joven. Su postura era inquieta y parecía bastante nerviosa por el solo hecho de estar allí.

Mi nombre es Takagaki Mirai… seré la jueza de esta prueba y… —El público prorrumpió en gritos de ánimo casi inconscientes y ella se encogió por la sorpresa—. Yo… Creo que la herrería siempre ha tenido como principal función crear herramientas; pero el herrero, como tal, también debe estar en capacidad de resolver problemas.

Aquello ultimo lo había dicho más para sí misma que para los competidores que estaba observando, como si estuviese razonando y debatiendo consigo misma. Luego de aquello se quedó un rato en el sitio, abstraída mientras el viento desordenaba su rizada melena castaña. Aprovechando aquel tiempo, los asistentes llevaron al área de trabajo de cada competidor un cofre de madera pequeño.

Cada asistente coloco sobre el gran mesón de trabajo aquellos pequeños cofres, lo abrió y del interior extrajo lo que parecía ser una cadena despedazada. En toral eran cinco trozos de cadena, de tres eslabones cada uno, de un color verdoso y brillante.

◎◎◎..........◎◎◎..........◎◎◎..........◎◎◎..........◎◎◎

Yo quisier… La prueba es que con lo entregado formen una cadena continua —revelo—. Meditando un poco, se puede concluir que cortando y forjando haría falta abrir y cerrar cuatro anillos... Sin embargo, es necesario que encuentren una solución aún más óptima; es decir, que requiera de una operación más breve y simple que la primera.

»Eso sería todo… Por ahora.

***

Armado con conocimiento, aunque fuese ajeno, Juro se puso en marcha. En aquel instante la competencia debía de estar comenzando, pero no tenía sentido alguno preocuparse por su objetivo. No tenían idea de cómo procedería, donde o cuando atacaría; lo único que tenían en claro es que él no era consciente de la información que ahora tenían entre sus manos y que le permitiría al nativo de Kusagakure moverse fuera de lo predicho para él.

A Kazuma le hubiese encantando amanecer leyendo aquel diario; pero el cansancio y su poca resistencia le hicieron caer como un tronco en su camastro, permitiéndole dormir como uno, a diferencia de los dos ninjas superiores.

Juro podría tomarse su tiempo y ojear el diario hasta encontrar la siguiente entrada prometedora:

Nos hemos reunido en varias ocasiones con el representante del cliente. En cada una de estas nos hace preguntas y busca la manera de confundirnos, en busca de que cometamos algún error y se nos valla la lengua con algo que no le hayamos dicho ya… aunque las últimas veces a preguntado menos… y no creo que sea porque nos tiene confianza.

(…)

Yo tampoco me he quedado quieto (confiarse es de tontos, aunque todos hacemos de tonto alguna vez). He tratado de seguirle… Y eso es un eufemismo: esta tan alerta y es tan cuidadoso que me resulta imposible seguirle hasta su lugar de reposo… Aun así, he conseguido rastrearle, seguir algunas huellas y sacar conclusiones.

En todas nuestras reuniones parece evitar ciertos lugares usuales para los clientes adinerados (restaurantes, hoteles, teatros…) Sin embargo, si dibujo nuestros lugares de encuentro en el mapa, parecen formar cierto perímetro que se estrecha hacia el sur… El problema es que el camino más discreto y seguro hacia esa zona se bifurca en cierto punto. Y ni siquiera eso es lo peor, sino que aquel cruce es territorio de los gemelos Kasen… En mi vida jamás había conocido a gente que sin recurrir a la violencia se divirtiese tanto jugando con la mente de las personas.

Estoy seguros de que ellos están bien informados de todos los que se mueven en su terreno, pero ¿Cómo ganarles?

En la página opuesta había un mapeado de aquella área de la ciudad, saliendo de la zona en donde habían estado la noche pasada y siguiendo una especie de embudo hacia el sur. Al principio de dicho embudo o bifurcación estaban dibujadas dos caras sonrientes e iguales.

A una persona normal le hubiera costado menos de una hora hallar tal sitio, pero siendo Juro tan poco diestro en ubicarse, le tomaría un par de horas. Sin embargo, y sin ningún obstáculo adicional, podría llegar a la mentada encrucijada. Allí, sorprendido si esperaba otra cosa, estaban un par de sujetos regordetes y de aspecto ladino, que regentaban una panadería que inundaba el aire con un denso aroma a pan horneado. A los lados de dicha panadería se habrían dos caminos.

Buenas, buenas, ¿Qué busca? —dijeron al unísono y siguieron hablando como tal—. ¿Comida? ¿Refugio? O ¿Información?
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Juro echó un vistazo a toda la información que aquel diario albergaba. Entre distintas entradas, encontró datos de lo más interesantes. El antiguo dueño de aquel diario había tratado de localizar el lugar donde se ubicaba aquella persona. Incluso había perimetrado la zona. Sin embargo, no tenía unos datos claros, y mencionaba algo sobre unos "Hermanos Kasen". Por la manera en la que los describía, el marionetista no sintió el más mínimo deseo de encontrarselos.

Sin embargo, el tiempo apremiaba y era consciente de eso.

« No tengo nada que perder » — Solo tenía una zona marcada, un cruce poco detallado y ni una sola pista del aspecto de la persona que realmente estaba buscando. Se preguntó si serviría de algo, pero supuso que si esos hermanos sabían tanto, probablemente tendrían otra forma de identificar al sujeto que estaba buscando.

Tardó tiempo (quizá, demasiado, pero intentó no agobiarse con el tema, porque entonces sería aún peor) pero logró localizar aquel dichoso cruce. Y ahí, como si le esperaran, se encontró a los mencionados gemelos. Juro sintió una enorme inquietud al verlos y observar como ambos hablaban de manera simultanea.

Tenía un mal presentimiento respecto a esto.

— Buenas. Ustedes deben ser los gemelos Kasen — De momento, Juro tenía una pequeña ventaja: conocía, al menos, sus nombres y su gusto por burlarse de los demás. Ellos no sabían nada de él e iba a intentar que así fuera —. Busco información sobre una persona que ha frecuentado esta zona. Pero, sinceramente, no sé si de verdad podrán ayudarme.

¿Dudar de sus capacidades les enfadaría? El marionetista quería tantear el terreno. Ver a que clase de personas se enfrentaba.

Toda precaución era poca y por eso, había decidido no relevar su aspecto físico. Antes de salir de la posada, había cambiado de aspecto, para adoptar el de un hombre adulto, de ojos marrones, pelo castaño y barba frondosa, vestido con una gabardina negra. Su voz era más grave y su cuerpo, un poco más alto. Supuso que no podría intimidarlos, pero al menos, se sentiría más seguro.


¤ Henge no Jutsu
Hablo / Pienso

Avatar hecho por la increible Eri-sama.

...

Sellos implantados: Hermandad intrepida
  • Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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Jo, jo, jo —rieron juntos—. Lo sabemos casi todo: quien va, quien viene, adonde van y de donde vienen.

»Que planean y si nuestra información les útil no solo sabemos, solo nos limitamos a hacerles ganarse la información.

Para los gemelos la información era solo una carnada que utilizaban para su verdadero fin, molestar y poner a prueba a quienes venían por ella. Las intenciones y fortunas de sus visitantes les eran indiferentes mientras se limitasen a seguirles el juego.

Juguemos un juego —propusieron mientras colocaban frente a la tienda una mesa con pastelillos y bebidas, como si le invitaran a la hora del té—: Ahora yace usted frente a dos caminos, uno le llevara a lo que busca y el otro no. No sabe cuál es cual. Cada uno de nosotros cuida de un camino. Le dejaremos elegir uno, pero al hacerlo tendrá que recorrerlo. Puede, sin embargo, hacerle una pregunta a uno de nosotros. El problema es que uno de nosotros siempre dice la verdad, mientras que el otro siempre miente.

Luego hablo cada quien por su cuenta, pero construyendo un solo mensaje:

Para salir de este predicamento.

Escoja con cuidado su pregunta.

Con aquello dicho, los hermanos se sentaron en la mesa, uno en cada extremo (izquierda y derecha), correspondiente al camino que vigilaban. En el medio, dejaron un puesto y la mesa servida para su invitado, para que se tomase el tiempo que considerase necesario para pensar.
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