28/03/2016, 23:29
Aquella no era una reunión habitual. Shanise lo sabía. Y por eso, caminaba junto a ella.
Lo había solicitado con especial ahínco, por llamarlo de alguna manera. Shanise se había peleado con la Uzukage y con el Kawakage, y había debido mantener el tipo lo suficiente contra dos malos genios como aquellos. Si no hubiera sido por Noka, la Arashikage y Shanise, ellas dos, tal vez hubieran sido excluídas de la reunión. Aunque era una reunión importante. Shanise lo sabía. Y por eso, caminaba junto a ella.
La ayudante o aprendiz, como la había definido su compatriota, era una muchacha alta y muy bella, con cabellos azabache y unos ojos azul entre oscuro y claro, grandes, y brillantes. Entre azul claro y oscuro, pero con trocitos, tropezones, brillos de un color purpúreo, o rosado, quizás. Tenía la tez clara de los ninjas de su aldea, y el símbolo de Amegakure grabado con un hierro candente en la frente. Como el ganado, le gustaba decir. Aunque se quedaba siempre con ganas de continuar la frase.
«Pero no soy propiedad de nadie».
Pero estaba mucho más arriba que el ganado. Era más alta, incluso, que la que vestía la máscara de gas y portaba aquellas ropas tan ostentosas. Ella iba vestida con un humilde kimono de color negro. Y aunque era más alta que ella, también intentaba ser mucho más humilde en ese sentido, de modo que se encorvaba.
Sabía que tenía que hacerlo.
Lo había solicitado con especial ahínco, por llamarlo de alguna manera. Shanise se había peleado con la Uzukage y con el Kawakage, y había debido mantener el tipo lo suficiente contra dos malos genios como aquellos. Si no hubiera sido por Noka, la Arashikage y Shanise, ellas dos, tal vez hubieran sido excluídas de la reunión. Aunque era una reunión importante. Shanise lo sabía. Y por eso, caminaba junto a ella.
La ayudante o aprendiz, como la había definido su compatriota, era una muchacha alta y muy bella, con cabellos azabache y unos ojos azul entre oscuro y claro, grandes, y brillantes. Entre azul claro y oscuro, pero con trocitos, tropezones, brillos de un color purpúreo, o rosado, quizás. Tenía la tez clara de los ninjas de su aldea, y el símbolo de Amegakure grabado con un hierro candente en la frente. Como el ganado, le gustaba decir. Aunque se quedaba siempre con ganas de continuar la frase.
«Pero no soy propiedad de nadie».
Pero estaba mucho más arriba que el ganado. Era más alta, incluso, que la que vestía la máscara de gas y portaba aquellas ropas tan ostentosas. Ella iba vestida con un humilde kimono de color negro. Y aunque era más alta que ella, también intentaba ser mucho más humilde en ese sentido, de modo que se encorvaba.
Sabía que tenía que hacerlo.
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