29/03/2016, 23:38
Caminaba a toda prisa. El lugar de la reunión estaba lejos, muy lejos. Al menos, muy lejos de Los Ramones, el puestecito de ramen que le habían recomendado. Como sin duda Shiona y Yui comprenderían, su retraso estaba justificado por la calidad de dichos fideos. ¡Dios sabe cuándo podría volver a probarlos!
La cosa ya le había parecido extraña cuando uno de los guardias le observó de arriba a abajo como si estuviera viendo un fantasma o como si no fuese quien realmente era. ¿Qué demonios?
Tremendamente sospechoso, desde luego. Todos y cada uno de ellos. Lo podía sentir en ellos. La duda. Todos y cada uno de ellos parecía perplejo de verle.
Raro, raro, raro.
De modo que aceleró el paso. Recorrió los pasillos del castillo y subió escaleras. Dioses, demasiadas escaleras. Tampoco le vendría mal, económicamente hablando, a Amegakure, eso de exportar más ascensores por todo el continente, ¿no? Joder, menudas agujetas que iba a tener al día siguiente, entre la carrera desde el puesto de ramen hasta allí y entre las putas escaleras de los cojones.
La cosa ya llamaba a las alarmas cuando se plantó delante del portón y uno de los guardias le preguntó cómo había salido de allí sin ser visto. De todas formas, temía más una patada en el culo de las tres mujeres que le esperaban que cualquier ataque de psicosis o epidemia psiquiátrica que estuviera pudiendo afectar al regimiento de guardias del castillo. De modo que abrió la puerta lo más rápido que pudo y...
—¡Perdón, perdón, sé que llego tarde, pero tendríais que haber probado ese ramen, después de esto os invi...
Yubiwa descubrió el cadáver de Yui tirado en el suelo al lado de un montón de escombros de madera y metálicos. A una mujer alta que no había visto nunca y que aseguraba ser la verdadera Yui, y, como macabra guinda en aquél pastel de sangre, su propia cabeza, agrietada, sonriéndole, rodando por el suelo y chocando contra su pie.
—Oooooostiaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssss.
...
—¿Qué me he perdido?
La cosa ya le había parecido extraña cuando uno de los guardias le observó de arriba a abajo como si estuviera viendo un fantasma o como si no fuese quien realmente era. ¿Qué demonios?
Tremendamente sospechoso, desde luego. Todos y cada uno de ellos. Lo podía sentir en ellos. La duda. Todos y cada uno de ellos parecía perplejo de verle.
Raro, raro, raro.
De modo que aceleró el paso. Recorrió los pasillos del castillo y subió escaleras. Dioses, demasiadas escaleras. Tampoco le vendría mal, económicamente hablando, a Amegakure, eso de exportar más ascensores por todo el continente, ¿no? Joder, menudas agujetas que iba a tener al día siguiente, entre la carrera desde el puesto de ramen hasta allí y entre las putas escaleras de los cojones.
La cosa ya llamaba a las alarmas cuando se plantó delante del portón y uno de los guardias le preguntó cómo había salido de allí sin ser visto. De todas formas, temía más una patada en el culo de las tres mujeres que le esperaban que cualquier ataque de psicosis o epidemia psiquiátrica que estuviera pudiendo afectar al regimiento de guardias del castillo. De modo que abrió la puerta lo más rápido que pudo y...
—¡Perdón, perdón, sé que llego tarde, pero tendríais que haber probado ese ramen, después de esto os invi...
Yubiwa descubrió el cadáver de Yui tirado en el suelo al lado de un montón de escombros de madera y metálicos. A una mujer alta que no había visto nunca y que aseguraba ser la verdadera Yui, y, como macabra guinda en aquél pastel de sangre, su propia cabeza, agrietada, sonriéndole, rodando por el suelo y chocando contra su pie.
—Oooooostiaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssss.
...
—¿Qué me he perdido?
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