1/04/2016, 01:06
Apenas fue capaz de terminar de formular su disculpa. En un abrir y cerrar de ojos, algo blandurrio y que despedía un delicioso aroma a vainilla se estampó contra su cara, callándola de la manera más humillante de callar a una persona. El bollo se deslizó por su rostro, revelando un gesto cargado de estupefacción e irritación, para terminar posándose con delicadeza entre sus manos entrelazadas.
—Ahora te lo comes, te callas y escuchas —le ordenó Kōri, y Ayame agachó la cabeza con un ligero mohín.
Sólo cuando se dio cuenta de que su hermano mayor iba en serio, que no estaba dispuesto a hablar hasta que probara bocado, Ayame alzó el bollo con parsimonia y se permitió probarlo. El delicioso sabor de la vainilla y de la masa se fundieron en su paladar de manera exquisita...
Maldita sea, no recordaba lo buenos que estaban aquellos dulces. Y eso teniendo en cuenta que no estaban recién hechos, como acostumbraba a degustarlos en la Pastelería de Kiroe.
—Cuando te eligieron como jinchūriki, unos extraños que decían representar al clan Hōzuki vinieron a casa, reclamandote como suyo por pertenecer, supuestamente, a su clan. —Al fin, Kōri se había decidido a soltar prenda. Y al escuchar sus palabras, los ecos de unos recuerdos lejanos hicieron que Ayame volviera a olvidarse de comer. Unos recuerdos en los que se veía a sí misma espiando desde la puerta de la habitación y a su padre discutiendo con varios hombres en la entrada. Sin embargo, habían pasado muchos, muchos años desde entonces; y no lograba recordar los detalles de aquella discusión—. Obviamente, papá se negó y denunció a la Arashikage los hechos. Entonces, el tío Karoi se ofreció para entregarse a su voluntad y mantenerse en la organización como un doble agente. Hasta ahora, eso ha servido para poco, porque los Hōzuki nunca confiaron del todo en él y no le revelaron la ubicación de la guarida ni el lugar de sus reuniones. Pretendían decírselo, pero sólo cuando te entregara.
»El tío ha intentado ganar tiempo, pero al parecer, o se cansaron o descubrieron para quién trabajaba en realidad. Ahora tendrá que volver a la vida normal, y todos... deberíamos tener más cuidado. Supongo que Yui acabará con ellos, los detendrá, o algo, pero quizás les de tiempo a escapar o haya un reducto más allá de la aldea. Lo importante... es que ahora estás a salvo.
Ayame se ruborizó un tanto al escuchar aquellas últimas palabras, removiéndose con cierta inquietud al pensar también que ella misma se había puesto en peligro con su intento de escapada. Todas aquellas revelaciones abrían nuevas cuestiones, pero antes de que pudiera siquiera pensar en cómo formularlas, su hermano se adelantó para tomar otro bollito tras haber devorado el primero y volvió a intervenir:
—¿Te gusta Hanaiko Daruu?
A Ayame le costó algunos segundos reaccionar a una pregunta tan inesperada. Tardó otros tantos en preguntarse si realmente había escuchado bien o el creciente cansancio le estaba jugando una mala pasada. Pero cuando lo hizo, su rostro se encendió en mitad de la noche como una luciérnaga. Menos mal que no tenía la boca llena, porque se habría ahogado.
—¿Qué...? —preguntó, con un hilo de voz, y su exclamación sonó como si la estuviera estrangulando con sus propias manos. En un acto reflejo, sus ojos volaron hacia los bollitos de vainilla, como si temiera encontrarse con el rostro del hijo de su creadora en cualquiera de ellos—. A... ¿A q... Qué viene esa... Pregunta...? ¿Tan de repente? Daruu es un... Buen amigo... Mi mejor amigo dentro de la aldea...
Por no decir el único.
—¿Por qué...? —de repente cayó en la cuenta de que aquella misma tarde se había ido a despedir de Daruu al hospital, y su rostro perdió todo color—. ¿Él también lo sabe ya? Lo de mi escapada...
—Ahora te lo comes, te callas y escuchas —le ordenó Kōri, y Ayame agachó la cabeza con un ligero mohín.
Sólo cuando se dio cuenta de que su hermano mayor iba en serio, que no estaba dispuesto a hablar hasta que probara bocado, Ayame alzó el bollo con parsimonia y se permitió probarlo. El delicioso sabor de la vainilla y de la masa se fundieron en su paladar de manera exquisita...
Maldita sea, no recordaba lo buenos que estaban aquellos dulces. Y eso teniendo en cuenta que no estaban recién hechos, como acostumbraba a degustarlos en la Pastelería de Kiroe.
—Cuando te eligieron como jinchūriki, unos extraños que decían representar al clan Hōzuki vinieron a casa, reclamandote como suyo por pertenecer, supuestamente, a su clan. —Al fin, Kōri se había decidido a soltar prenda. Y al escuchar sus palabras, los ecos de unos recuerdos lejanos hicieron que Ayame volviera a olvidarse de comer. Unos recuerdos en los que se veía a sí misma espiando desde la puerta de la habitación y a su padre discutiendo con varios hombres en la entrada. Sin embargo, habían pasado muchos, muchos años desde entonces; y no lograba recordar los detalles de aquella discusión—. Obviamente, papá se negó y denunció a la Arashikage los hechos. Entonces, el tío Karoi se ofreció para entregarse a su voluntad y mantenerse en la organización como un doble agente. Hasta ahora, eso ha servido para poco, porque los Hōzuki nunca confiaron del todo en él y no le revelaron la ubicación de la guarida ni el lugar de sus reuniones. Pretendían decírselo, pero sólo cuando te entregara.
»El tío ha intentado ganar tiempo, pero al parecer, o se cansaron o descubrieron para quién trabajaba en realidad. Ahora tendrá que volver a la vida normal, y todos... deberíamos tener más cuidado. Supongo que Yui acabará con ellos, los detendrá, o algo, pero quizás les de tiempo a escapar o haya un reducto más allá de la aldea. Lo importante... es que ahora estás a salvo.
Ayame se ruborizó un tanto al escuchar aquellas últimas palabras, removiéndose con cierta inquietud al pensar también que ella misma se había puesto en peligro con su intento de escapada. Todas aquellas revelaciones abrían nuevas cuestiones, pero antes de que pudiera siquiera pensar en cómo formularlas, su hermano se adelantó para tomar otro bollito tras haber devorado el primero y volvió a intervenir:
—¿Te gusta Hanaiko Daruu?
A Ayame le costó algunos segundos reaccionar a una pregunta tan inesperada. Tardó otros tantos en preguntarse si realmente había escuchado bien o el creciente cansancio le estaba jugando una mala pasada. Pero cuando lo hizo, su rostro se encendió en mitad de la noche como una luciérnaga. Menos mal que no tenía la boca llena, porque se habría ahogado.
—¿Qué...? —preguntó, con un hilo de voz, y su exclamación sonó como si la estuviera estrangulando con sus propias manos. En un acto reflejo, sus ojos volaron hacia los bollitos de vainilla, como si temiera encontrarse con el rostro del hijo de su creadora en cualquiera de ellos—. A... ¿A q... Qué viene esa... Pregunta...? ¿Tan de repente? Daruu es un... Buen amigo... Mi mejor amigo dentro de la aldea...
Por no decir el único.
—¿Por qué...? —de repente cayó en la cuenta de que aquella misma tarde se había ido a despedir de Daruu al hospital, y su rostro perdió todo color—. ¿Él también lo sabe ya? Lo de mi escapada...