2/04/2016, 14:05
Tras muchos sufrimientos, ambos genins lograron acercarse al portón que les encaminaría hacia la dichosa arena...
— ¡Ah! ¡Al fin! —exclamó Ayame, a la vez que Juro recibía los primeros rayos del sol que indicaban su llegada.
Juro se ilusionó durante unos momentos. Habían llegado, lo habían conseguido, estaban tan cerca...
Y en ese momento, comprendió lo que significaba estar lejos de algo cercano, cuando dos figuras bloquearon el camino a seguir, con ambas manos alzadas. Eran dos samurais que protegían la entrada.
— ¡Eh, vosotros! —dijo el primero de los samurái. Era alto y formido, con el escaso pelo que tenía recogido en una coleta baja y una perilla adornando su barbilla—. ¿Dónde creéis que vais? ¡No se puede pasar, el espectáculo ha terminado!
—Pero hemos venido a buscar... – Ayame trató de hacerse oír ante la violencia del primer samurái.
— ¿Es que no has escuchado a mi compañero? —la interrumpió el otro samurái, secamente—. ¡Salid del estadio inmediatamente!
Ayame agachó la mirada, totalmente derrotada ante la presión de los dos hombres, buscando ayuda en Juro. Sin embargo, este carecía de cualquier método de convicción para que les dejasen pasar…
“No podemos volvernos atrás ahora…”
— Esperen, por favor — exclamó, apelando a lo único que sabía — No somos dos espectadores, somos participantes del torneo y hemos estado aquí hace poco. Nos hemos dejado algo muy importante aquí, solo tardaríamos un minuto en cogerlo, y luego nos iríamos…
Miró a Ayame, mostrando su lastima. Él no era un experto en la mentira, ni tenía ninguna capacidad especial. No tenía forma de convencerles inmediatamente. Solo les quedaba la influencia que pudieran causar en ellos esas palabras…
— ¡Ah! ¡Al fin! —exclamó Ayame, a la vez que Juro recibía los primeros rayos del sol que indicaban su llegada.
Juro se ilusionó durante unos momentos. Habían llegado, lo habían conseguido, estaban tan cerca...
Y en ese momento, comprendió lo que significaba estar lejos de algo cercano, cuando dos figuras bloquearon el camino a seguir, con ambas manos alzadas. Eran dos samurais que protegían la entrada.
— ¡Eh, vosotros! —dijo el primero de los samurái. Era alto y formido, con el escaso pelo que tenía recogido en una coleta baja y una perilla adornando su barbilla—. ¿Dónde creéis que vais? ¡No se puede pasar, el espectáculo ha terminado!
—Pero hemos venido a buscar... – Ayame trató de hacerse oír ante la violencia del primer samurái.
— ¿Es que no has escuchado a mi compañero? —la interrumpió el otro samurái, secamente—. ¡Salid del estadio inmediatamente!
Ayame agachó la mirada, totalmente derrotada ante la presión de los dos hombres, buscando ayuda en Juro. Sin embargo, este carecía de cualquier método de convicción para que les dejasen pasar…
“No podemos volvernos atrás ahora…”
— Esperen, por favor — exclamó, apelando a lo único que sabía — No somos dos espectadores, somos participantes del torneo y hemos estado aquí hace poco. Nos hemos dejado algo muy importante aquí, solo tardaríamos un minuto en cogerlo, y luego nos iríamos…
Miró a Ayame, mostrando su lastima. Él no era un experto en la mentira, ni tenía ninguna capacidad especial. No tenía forma de convencerles inmediatamente. Solo les quedaba la influencia que pudieran causar en ellos esas palabras…