2/04/2016, 14:14
Kazuma, confuso y alterado, se mantuvo en el sitio, sin atreverse a confrontar a la mujer que le había desafiado, ni de entrar en la casa a la que sus compañeros le habían mandado. Hasta él – y probablemente todo el vecindario – podría escuchar los gritos que pronto vociferaría aquella mujer. ¿Había hecho mal en dejarla ir? No tendría tiempo para pensar…
Pronto, escucharía unos pasos tras el pasillo…
Y una nueva mujer saldría. Una mujer alta, bastante más que la mujer anterior. Era rubia, y llevaba el pelo suelto en una melena que llegaba hasta sus hombros. Vestía un precioso delantal y tras él se asomaba un pantalón azul y unas zapatillas rosadas. Empuñaba en su mano derecha una sartén, con fuerza.
Y otra vez, la mujer pasó completamente de Kazuma. Al ver que le bloqueaba el paso, simplemente se acercó…
- Quita, querido…
Le dio un suave empujón, y caminó con paso firme hacia la esquina donde sucedían susodichos gritos…
…………………...................................................
Tras la intromisión de la mujer, Nabi se rindió, por así decirlo, ya que dejó el cubo y el cepillo en su sitio, mientras ella arremetía contra ellos con toda su mala leche. Juro hizo lo propio, así no había quien limpiara.
Señora, tenemos ordenes de limpiar esta fachada como se estipula en la mision que nos han ordenado llevar a cabo. ¿Nos permite usted limpiar la pared? ¿Sí o no?
- Claro, os permitiré limpiar la pared… - comenzó a decir la mujer, mostrando un lado dulce por unos segundos, hasta que volvió a romper – Cuando me dejéis hacer mi trabajo a mi primero, que es localizar al culpable. Cuando haya analizado cada parte de esto, cuando no necesite estas pruebas, cuando esta manifestación artística no me sirva de nada… Entonces podréis limpiarlo.
La mujer había ido cogiendo fuerza, llegando a vociferar e incluso a gesticular en dirección al graffiti, provocando que hasta Juro tuviera un escalofrío.
En ese momento todo parecía perdido, hasta que llegó una tercera fuerza que se puso en mitad de ambos bandos. Esa fuerza era… una mujer alta, bastante más que la mujer anterior. Era rubia, y llevaba el pelo suelto en una melena que llegaba hasta sus hombros. Vestía un delantal rojo, con rebordes negros, y tras él se asomaba un pantalón azul y unas modestas zapatillas. La mujer empuñaba en sus manos una sartén.
- ¿Qué significa este alboroto? ¡En la misma puerta de mi casa! – exclamó la mujer, enfadada – Megumi, se supone que ya habías terminado con tu “investigación”, y te encuentro participante en esto.... Entra en casa ahora mismo
» Y vosotros… - pronto, la mujer se dirigió hacia Nabi y Juro – Ya os vale, ni os habéis molestado en avisar, si es que sois quien creo que sois. Antes de hacer nada venid conmigo. Ahora mismo. Vamos a arreglar esto como personas civlizadas
La mujer, con orden imperial, castigó literalmente a los tres para que se fueran. Se quedó en el sitio, de brazos cruzados, esperando a que los presentes cumplieran sus órdenes. Por su rostro, nada parecía que fuese a convencerla de lo contrario…
Pronto, escucharía unos pasos tras el pasillo…
Y una nueva mujer saldría. Una mujer alta, bastante más que la mujer anterior. Era rubia, y llevaba el pelo suelto en una melena que llegaba hasta sus hombros. Vestía un precioso delantal y tras él se asomaba un pantalón azul y unas zapatillas rosadas. Empuñaba en su mano derecha una sartén, con fuerza.
Y otra vez, la mujer pasó completamente de Kazuma. Al ver que le bloqueaba el paso, simplemente se acercó…
- Quita, querido…
Le dio un suave empujón, y caminó con paso firme hacia la esquina donde sucedían susodichos gritos…
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Tras la intromisión de la mujer, Nabi se rindió, por así decirlo, ya que dejó el cubo y el cepillo en su sitio, mientras ella arremetía contra ellos con toda su mala leche. Juro hizo lo propio, así no había quien limpiara.
Señora, tenemos ordenes de limpiar esta fachada como se estipula en la mision que nos han ordenado llevar a cabo. ¿Nos permite usted limpiar la pared? ¿Sí o no?
- Claro, os permitiré limpiar la pared… - comenzó a decir la mujer, mostrando un lado dulce por unos segundos, hasta que volvió a romper – Cuando me dejéis hacer mi trabajo a mi primero, que es localizar al culpable. Cuando haya analizado cada parte de esto, cuando no necesite estas pruebas, cuando esta manifestación artística no me sirva de nada… Entonces podréis limpiarlo.
La mujer había ido cogiendo fuerza, llegando a vociferar e incluso a gesticular en dirección al graffiti, provocando que hasta Juro tuviera un escalofrío.
En ese momento todo parecía perdido, hasta que llegó una tercera fuerza que se puso en mitad de ambos bandos. Esa fuerza era… una mujer alta, bastante más que la mujer anterior. Era rubia, y llevaba el pelo suelto en una melena que llegaba hasta sus hombros. Vestía un delantal rojo, con rebordes negros, y tras él se asomaba un pantalón azul y unas modestas zapatillas. La mujer empuñaba en sus manos una sartén.
- ¿Qué significa este alboroto? ¡En la misma puerta de mi casa! – exclamó la mujer, enfadada – Megumi, se supone que ya habías terminado con tu “investigación”, y te encuentro participante en esto.... Entra en casa ahora mismo
» Y vosotros… - pronto, la mujer se dirigió hacia Nabi y Juro – Ya os vale, ni os habéis molestado en avisar, si es que sois quien creo que sois. Antes de hacer nada venid conmigo. Ahora mismo. Vamos a arreglar esto como personas civlizadas
La mujer, con orden imperial, castigó literalmente a los tres para que se fueran. Se quedó en el sitio, de brazos cruzados, esperando a que los presentes cumplieran sus órdenes. Por su rostro, nada parecía que fuese a convencerla de lo contrario…