9/04/2016, 01:24
Mi corazón bombeaba fuertemente; nunca había estado en alguna situación en la que me sintiera tan inútil como ese momento, a pesar de que pude lograr introducir el abanico entre los dos cuerpos mis esfuerzos parecían en vano, el cuerpo de la rubia no se movía, mis ojos temblaron al ver que no reaccionaba pero luego escuché un respiro ahogado y un leve movimiento, me sentí un poco más aliviado y me motivó para imprimir un poco más de fuerza a la palanca. Finalmente unos segundos después la kunoichi salió de aquella prisión de grasa, cuando Noemi se incorporó pude dejar de ejercer fuerza, acto al cual mis bíceps agradecieron, y retirar rápidamente mi apreciado objeto.
La precipitación no daba tregua alguna, la tierra debajo de mis pies se había vuelto, literalmente, fango y debido al acto físico mi respiración seguía agitada, aún no lograba asimilar toda la información de lo ocurrido recientemente; mis ojos se posaron en el cuerpo del ebrio quién yacía tirado como puerco en barro. —Puede morir ahogado— Suspiré, pensé en lo irresponsable que llegaba a ser las personas.
Me giré a ver a la fémina, su cuerpo y cabello estaba, prácticamente, totalmente lleno de barro, no dije absolutamente simplemente me aseguré de que estaba bien.—Un buen susto me diste.— Dije después de esbozar una sonrisa leve, victorioso por realizar un acto de salvación bajo mucha presión. — Tranquila, no debes sentirte en deuda conmigo, después de todo es algo que cualquiera hubiera hecho.— Realicé una pausa, mis orbes buscaron el suelo demostrando un ápice de tristeza, con la voz un poco más suave dije.—Tu hubieras hecho lo mismo, ¿no?— Sin dejar tiempo a responder aquella interrogante manifesté.— Que bueno que estés bien, me encargaré de este sujeto.— Nuevamente lo miré.
—Tranquila, lo de caridad era en broma.— Rechacé aquella invitación. Sin más me marché en busca de la policía de la aldea para que se encargara de aquel hombre ebrio.
Mientras caminaba bajo la lluvia mis pensamientos se centraron en el pensar humano, lo detestable y predecible que podía llegar a ser.
La precipitación no daba tregua alguna, la tierra debajo de mis pies se había vuelto, literalmente, fango y debido al acto físico mi respiración seguía agitada, aún no lograba asimilar toda la información de lo ocurrido recientemente; mis ojos se posaron en el cuerpo del ebrio quién yacía tirado como puerco en barro. —Puede morir ahogado— Suspiré, pensé en lo irresponsable que llegaba a ser las personas.
Me giré a ver a la fémina, su cuerpo y cabello estaba, prácticamente, totalmente lleno de barro, no dije absolutamente simplemente me aseguré de que estaba bien.—Un buen susto me diste.— Dije después de esbozar una sonrisa leve, victorioso por realizar un acto de salvación bajo mucha presión. — Tranquila, no debes sentirte en deuda conmigo, después de todo es algo que cualquiera hubiera hecho.— Realicé una pausa, mis orbes buscaron el suelo demostrando un ápice de tristeza, con la voz un poco más suave dije.—Tu hubieras hecho lo mismo, ¿no?— Sin dejar tiempo a responder aquella interrogante manifesté.— Que bueno que estés bien, me encargaré de este sujeto.— Nuevamente lo miré.
—Tranquila, lo de caridad era en broma.— Rechacé aquella invitación. Sin más me marché en busca de la policía de la aldea para que se encargara de aquel hombre ebrio.
Mientras caminaba bajo la lluvia mis pensamientos se centraron en el pensar humano, lo detestable y predecible que podía llegar a ser.