10/04/2016, 16:38
El de blanca cabellera no estaba seguro de que era lo que estaba ocurriendo, pues más allá de su visión se podían escuchar una serie de gritos iracundos y escandalosos. Lo único que era seguro es que sus compañeros eran el centro de aquella vorágine de confusión y locura. Podría acercarse pero seguramente con aquello solo aumentará el volumen del problema, por lo que decidió seguir en su sitio.
«Si, en cuanto aquella señora regrese la pararé en seco y le explicare la situación.» —En su mente parecía simple y perfecto.
Espero unos minutos hasta que la rubia del sartén regreso. Aunque la manera en lo hizo no auguraba nada bueno. Se encontraba escoltando a sus compañeros y a aquella gordita de carácter descontrolado, como si fuera una carcelera que dirige a los reclusos hacia sus celdas. Sus compañeros pasaron en silencio de resignación y entonces vio su oportunidad de actuar.
—Señor…
—Tú no te quedes como un pasmarote —le dijo la mujer, al pararse en frente de Kazuma. Después, le agarró por los hombros y lo redirigió—. Venga, entra. Te daré un premio si te portas bien...
Ante lo indetenible de la decisión de aquella mujer, Kazuma no tuvo más opción que dejar que le llevara hacia dentro. No le gustaba que le trataran como a un chiquillo, era un ninja cumpliendo una misión. Pero en aquella casa esa señora era la que mandaba, así que no tenía otra opción además de someterse a sus designios.
Para cuando se puso a pensar sobre la situación, ya estaba sentado en el recibidor junto a sus compañeros y aquella gordita conflictiva. Tal como si fuera un visita casual. Desde las escaleras que daban al piso de arriba les observa un niño pequeño que parecía llevar la misma indumentaria que un deportista extremo.
«Esto no marcha bien, pero supongo que solo nos queda esperar — estaba tratando de calcular cuánto tiempo les tomaría todo aquello—. Puede que tome un buen rato… Espero que el tiempo nos alcance para terminar la misión.»
«Si, en cuanto aquella señora regrese la pararé en seco y le explicare la situación.» —En su mente parecía simple y perfecto.
Espero unos minutos hasta que la rubia del sartén regreso. Aunque la manera en lo hizo no auguraba nada bueno. Se encontraba escoltando a sus compañeros y a aquella gordita de carácter descontrolado, como si fuera una carcelera que dirige a los reclusos hacia sus celdas. Sus compañeros pasaron en silencio de resignación y entonces vio su oportunidad de actuar.
—Señor…
—Tú no te quedes como un pasmarote —le dijo la mujer, al pararse en frente de Kazuma. Después, le agarró por los hombros y lo redirigió—. Venga, entra. Te daré un premio si te portas bien...
Ante lo indetenible de la decisión de aquella mujer, Kazuma no tuvo más opción que dejar que le llevara hacia dentro. No le gustaba que le trataran como a un chiquillo, era un ninja cumpliendo una misión. Pero en aquella casa esa señora era la que mandaba, así que no tenía otra opción además de someterse a sus designios.
Para cuando se puso a pensar sobre la situación, ya estaba sentado en el recibidor junto a sus compañeros y aquella gordita conflictiva. Tal como si fuera un visita casual. Desde las escaleras que daban al piso de arriba les observa un niño pequeño que parecía llevar la misma indumentaria que un deportista extremo.
«Esto no marcha bien, pero supongo que solo nos queda esperar — estaba tratando de calcular cuánto tiempo les tomaría todo aquello—. Puede que tome un buen rato… Espero que el tiempo nos alcance para terminar la misión.»