12/04/2016, 22:54
— Tendríamos que volver a encarar a la niña, delante de sus padres, y decirle que no hemos podido recuperar a su osito de peluche y probablemente hacerla llorar... — dijo Juro, con pesadez. A Ayame tampoco le hacía ninguna gracia aquella opción, pero, ¿realmente tenían otra alternativa?—. No lo se... Que problemático es esto...
Ayame hundió los hombros y suspiró, tan frustrada como su compañero, mientras continuaban su camino ahora a favor de la corriente de la gente que los rodeaba.
—Supongo que no habrá otra entrada con guardias más simpáticos... —añadió Juro, aparentemente indeciso sobre el camino a tomar—. Esta entrada esta vetada, eso seguro. Habría que buscar otra forma de entrar... Si es que la hay. Si no, se acabó. La verdad es que no se orientarme demasiado bien, así que no tengo ni idea. Yo iría a la deriva aquí...
—Que yo recuerde, hay cuatro entradas a las gradas en total, una por cada punto cardinal. Pero dudo que tengamos más suerte que en esta, la verdad... —volvió a suspirar, reajustándose la bandana sobre la frente—. Quizás... podríamos salir fuera y... escalar la fachada... —sacudió bruscamente la cabeza—. ¡Pero hay demasiada gente! ¿Y si nos pillaran? ¿Y si...? ¿Y si nos descalificaran del torneo por incumplimiento de las normas?
Se revolvió los cabellos, incapaz de decidir qué era lo mejor que podían hacer. No quería hacer llorar a la niña, ¡pero no podía permitirse que la expulsaran del torneo por ello! Su padre la mataría...
Ayame hundió los hombros y suspiró, tan frustrada como su compañero, mientras continuaban su camino ahora a favor de la corriente de la gente que los rodeaba.
—Supongo que no habrá otra entrada con guardias más simpáticos... —añadió Juro, aparentemente indeciso sobre el camino a tomar—. Esta entrada esta vetada, eso seguro. Habría que buscar otra forma de entrar... Si es que la hay. Si no, se acabó. La verdad es que no se orientarme demasiado bien, así que no tengo ni idea. Yo iría a la deriva aquí...
—Que yo recuerde, hay cuatro entradas a las gradas en total, una por cada punto cardinal. Pero dudo que tengamos más suerte que en esta, la verdad... —volvió a suspirar, reajustándose la bandana sobre la frente—. Quizás... podríamos salir fuera y... escalar la fachada... —sacudió bruscamente la cabeza—. ¡Pero hay demasiada gente! ¿Y si nos pillaran? ¿Y si...? ¿Y si nos descalificaran del torneo por incumplimiento de las normas?
Se revolvió los cabellos, incapaz de decidir qué era lo mejor que podían hacer. No quería hacer llorar a la niña, ¡pero no podía permitirse que la expulsaran del torneo por ello! Su padre la mataría...