13/04/2016, 18:23
Harto de intentar seguir a flote mientras dos pasmarotes le miraban mientras se sacaban los mocos mutuamente y hacian agujeros en la quija del barco para ver qué pasaba, se dejó llevar por la corriente intempestuosa en la que se encontraban, iban en una dirección que podia o no, con más probabilidades de que no, ser la que debian seguir.
Recordaba claramente las lecciones que le habian dado en la academia sobre el procedimiento a seguir cuando sirves a un ciudadano, y por mucho que le doliera, trabajan para y por ellos, así que no podia hacer una escena que acabara involucrando a todo el cuerpo de shinobis de la villa. Debia ser bueno y sonreir. Él era bueno, era el mejor, pero sonreir a desconocidos era para timadores y prostitutas.
Siguió a la mujer cuando esta les invito a entrar, cambiando el verbo por el de obligó, incluso Kazuma, el rebelde, el renegado, el inconforme, se rindió a los pies de esa mujer en cuanto esta le soltó un par de palabras imperiosas.
La casa por dentro era igual de horrible que por fuera. Pero lo que más sintió Nabi, era el olor a chamusquina que habia en el aire, literalmente. La mujer nueva desapareció para salvar lo que quedara de esas proteinas quemadas y el equipo se quedo con la maruja que habian conocido en el edificio de la Uzukage.
Entonces un estruendo resonó por la sala, y Nabi giró la cabeza hacia el origen del mismo que resulto ser una criatura inferior en edad al rubio. El Uchiha se encontraba de pie en un sitio apartado de la sala con los brazos cruzados, aún así, el trasto que se habia caido rebotando de escalon en escalon se las ingenió para llegar hasta sus pies. Pero sus ojos tan oscuros como su alma estaban clavados en los del niño.
Los orbes azules del pequeño reflejaban una clara curiosidad, como todo retoño, sobretodo cuando hay cuatro desconocidos en tu casa. Estos se encontraron con los del shinobi rubio, que no reflejaban nada. Estaba exhasperado, pero sus ojos no reflejaban nada, era como la mirada de un muerto.
Recordaba claramente las lecciones que le habian dado en la academia sobre el procedimiento a seguir cuando sirves a un ciudadano, y por mucho que le doliera, trabajan para y por ellos, así que no podia hacer una escena que acabara involucrando a todo el cuerpo de shinobis de la villa. Debia ser bueno y sonreir. Él era bueno, era el mejor, pero sonreir a desconocidos era para timadores y prostitutas.
Siguió a la mujer cuando esta les invito a entrar, cambiando el verbo por el de obligó, incluso Kazuma, el rebelde, el renegado, el inconforme, se rindió a los pies de esa mujer en cuanto esta le soltó un par de palabras imperiosas.
La casa por dentro era igual de horrible que por fuera. Pero lo que más sintió Nabi, era el olor a chamusquina que habia en el aire, literalmente. La mujer nueva desapareció para salvar lo que quedara de esas proteinas quemadas y el equipo se quedo con la maruja que habian conocido en el edificio de la Uzukage.
Entonces un estruendo resonó por la sala, y Nabi giró la cabeza hacia el origen del mismo que resulto ser una criatura inferior en edad al rubio. El Uchiha se encontraba de pie en un sitio apartado de la sala con los brazos cruzados, aún así, el trasto que se habia caido rebotando de escalon en escalon se las ingenió para llegar hasta sus pies. Pero sus ojos tan oscuros como su alma estaban clavados en los del niño.
Los orbes azules del pequeño reflejaban una clara curiosidad, como todo retoño, sobretodo cuando hay cuatro desconocidos en tu casa. Estos se encontraron con los del shinobi rubio, que no reflejaban nada. Estaba exhasperado, pero sus ojos no reflejaban nada, era como la mirada de un muerto.
—Nabi—