17/04/2016, 19:02
- Había venido a ver el museo de armas únicamente. - respondió la kunoichi, secamente.
Ryu se encogió de hombros. No pareció importarle demasiado la respuesta, aunque quizás fue por su tono seco. De cualquier forma, los tres siguieron caminando por las zonas oscuras, hasta que en mitad de la segunda calle, la kunoichi le dedicó una pregunta. Ryu se paró en seco.
- ¿Se puede saber qué pretendes...? -
- Me has pedido que os lleve a la plaza, y eso estoy haciendo - contestó Ryu, encogiéndose de hombros nuevamente.
Y siguió caminando, dejando claro las opciones que los tres tenían. O seguían al sospechoso potencial, o iban totalmente a la deriva. Tuvieron que seguirle resignadamente, aunque Ritsuko le susurró una advertencia a Juro, de la que este solo asintió, para no levantar sospecha.
Al cruzar la segunda calle, Juro comenzaba a impacientarse. ¿Donde se supone que estaban? ¿Cuanto tiempo les quedaba para llegar? En ese momento, Ryu les informó otra vez.
- Ya esta. ¿Veis ese callejón? Es el final - explicó, mientras caminaba.
Aunque, justamente en el centro de la calle, en mitad de las cuatro esquinas y lejos de la acera, que quedaba a metros de distancia, Ryu se detuvo.
"Mierda, no podemos huir por el techo sin correr..." - pensó Juro, impacientandose.
- ¿Que pasa? - preguntó Juro, haciendole una señal a Ritsuko para que se preparara. Pero entonces...
- Es... Es... ¡Es ella! - Ryu estaba pálido y sudaba. Sudaba mucho.
Bloqueando el callejón que les llevaría a la plaza, se podía ver una silueta. Ahí se encontraba una mujer alta, elegante, que porrtaba un vestido de manga corta, con una lagrima en el centro, y unos pantalones vaqueros rasgados. Tenía una gran melena rojiza, y los pomulos pintados, aunque sus ojos eran de un color verde intenso, y sus labios de un tono lila. Esgrimia una gran sonrisa.
-¡Ryu-kun!... ¡No sabes cuanto te he echado de menos! - exclamó, felizmente - Veo que vienes con compañia. ¿Quién es esa? ¿Tu nueva furcia?
- ¿Qué quieres? - preguntó Ryu, tras una breve pausa.
- Ya sabes lo que quiero - la mujer humedeció sus labios, con una gran sonrisa inquietante en su rostro...
Ryu se encogió de hombros. No pareció importarle demasiado la respuesta, aunque quizás fue por su tono seco. De cualquier forma, los tres siguieron caminando por las zonas oscuras, hasta que en mitad de la segunda calle, la kunoichi le dedicó una pregunta. Ryu se paró en seco.
- ¿Se puede saber qué pretendes...? -
- Me has pedido que os lleve a la plaza, y eso estoy haciendo - contestó Ryu, encogiéndose de hombros nuevamente.
Y siguió caminando, dejando claro las opciones que los tres tenían. O seguían al sospechoso potencial, o iban totalmente a la deriva. Tuvieron que seguirle resignadamente, aunque Ritsuko le susurró una advertencia a Juro, de la que este solo asintió, para no levantar sospecha.
Al cruzar la segunda calle, Juro comenzaba a impacientarse. ¿Donde se supone que estaban? ¿Cuanto tiempo les quedaba para llegar? En ese momento, Ryu les informó otra vez.
- Ya esta. ¿Veis ese callejón? Es el final - explicó, mientras caminaba.
Aunque, justamente en el centro de la calle, en mitad de las cuatro esquinas y lejos de la acera, que quedaba a metros de distancia, Ryu se detuvo.
"Mierda, no podemos huir por el techo sin correr..." - pensó Juro, impacientandose.
- ¿Que pasa? - preguntó Juro, haciendole una señal a Ritsuko para que se preparara. Pero entonces...
- Es... Es... ¡Es ella! - Ryu estaba pálido y sudaba. Sudaba mucho.
Bloqueando el callejón que les llevaría a la plaza, se podía ver una silueta. Ahí se encontraba una mujer alta, elegante, que porrtaba un vestido de manga corta, con una lagrima en el centro, y unos pantalones vaqueros rasgados. Tenía una gran melena rojiza, y los pomulos pintados, aunque sus ojos eran de un color verde intenso, y sus labios de un tono lila. Esgrimia una gran sonrisa.
-¡Ryu-kun!... ¡No sabes cuanto te he echado de menos! - exclamó, felizmente - Veo que vienes con compañia. ¿Quién es esa? ¿Tu nueva furcia?
- ¿Qué quieres? - preguntó Ryu, tras una breve pausa.
- Ya sabes lo que quiero - la mujer humedeció sus labios, con una gran sonrisa inquietante en su rostro...