18/04/2016, 13:48
La rubia planteo la pregunta que pasaba por la mente de todos los allí presentes
—¿Y cómo se supone que encontremos nada así...?—
Mitsuki trataba de pensar en algo, pero no había forma de concentrarse con el llanto y los gritos de Oda. La peliblanca se vio obligada a tratar de calmar al hombre. La situación no parecía tener una salida, sin embargo, Noemi sorprendió por partida doble a los allí presentes o al menos a la Hyuga.
La primera sorpresa fue que la de Taki permitía a la paloma estar sobre su querido y adorado cabello, y la segunda fue una deducción tan sencilla y lógica que rozaba la genialidad
—¡Es verdad!— respondió la de Kusabi golpeándose en la frente con la palma de su mano derecha.
Oda por su parte seguía berreando como un niño pequeño hasta que la rubia lo mandó callar con un autoritario grito. El hombre se quedó mirando fijamente a Noemi.
—¡Anímate, solo tenemos que usar a Ortensia!— señaló la Hyuga en dirección a su compañera
—¡Es verdad!— dijo el hombre que se incorporó de un salto —¿Pero donde está?—
Mitsuki volvió la mirada hacia la kunoichi —La tiene Noe... mi— la paloma había desaparecido, la peliblanca levantó la miarada al cielo en un reflejo y pudo ver como el animal se alejaba volando. Debía de haberse asustado por culpa del grito de la rubia
—¡Rápido, tenemos que cogerla!— la Hyuga salió corriendo tras la paloma, intentado no perderla de vista
Oda hizo lo propio, mientras corría no paraba de gritar el nombre su querida mensajera —¡ORTENSIAAAAAA!—
—¿Y cómo se supone que encontremos nada así...?—
Mitsuki trataba de pensar en algo, pero no había forma de concentrarse con el llanto y los gritos de Oda. La peliblanca se vio obligada a tratar de calmar al hombre. La situación no parecía tener una salida, sin embargo, Noemi sorprendió por partida doble a los allí presentes o al menos a la Hyuga.
La primera sorpresa fue que la de Taki permitía a la paloma estar sobre su querido y adorado cabello, y la segunda fue una deducción tan sencilla y lógica que rozaba la genialidad
—¡Es verdad!— respondió la de Kusabi golpeándose en la frente con la palma de su mano derecha.
Oda por su parte seguía berreando como un niño pequeño hasta que la rubia lo mandó callar con un autoritario grito. El hombre se quedó mirando fijamente a Noemi.
—¡Anímate, solo tenemos que usar a Ortensia!— señaló la Hyuga en dirección a su compañera
—¡Es verdad!— dijo el hombre que se incorporó de un salto —¿Pero donde está?—
Mitsuki volvió la mirada hacia la kunoichi —La tiene Noe... mi— la paloma había desaparecido, la peliblanca levantó la miarada al cielo en un reflejo y pudo ver como el animal se alejaba volando. Debía de haberse asustado por culpa del grito de la rubia
—¡Rápido, tenemos que cogerla!— la Hyuga salió corriendo tras la paloma, intentado no perderla de vista
Oda hizo lo propio, mientras corría no paraba de gritar el nombre su querida mensajera —¡ORTENSIAAAAAA!—