2/05/2016, 23:27
El genin de Takigakure continuo en donde se había quedado su compañero, relatando en detalle todo lo que había ocurrido. A medida que el relato avanzaba, la preocupación se iba marcando cada vez más en el duro rostro de aquel anciano.
—La situación parece ser mucho más grave de lo que pensé… Me gustaría saber con exactitud qué es lo que sucede, pero no tenemos más información.
—Quizás esto nos revele la verdad —de su bolso sacó el diario que habían encontrado en el bosque—. Lo tomé pensando que quizás alguien de por aquí podría descifrarlo.
Kazuma le acercó el cuaderno y el anciano lo tomo con cuidado. Se devolvió hacia su mecedora y se quedó contemplando aquel escrito, como si dudara sobre abrirlo y leer su contenido. Al final su sentido del deber pudo más que el mal presentimiento que lo embargaba. Destapó el libro y comenzó a examinar su contenido.
—Y bien ¿Qué dice? —No pudo contener su necesidad de preguntar cuando vio los cambiantes gestos del anciano.
—Está en un lenguaje técnico que solo usan los entendidos en materias biológicas —de pronto parecía mucho más cansado y anciano—. En este pueblo solo hay dos personas que utilizan dicho lenguaje; Uno soy yo y la otra es Takahime Hitomi, mi alumna.
—Espere… Entonces, la mujer que encontramos en la cabaña era su aprendiz. —Le costaba creer aquello.
—Eso me temo… —Su pesar era notable y abrumador.
Por un instante el viejo ermitaño cerró el diario, como si la verdad que se le estaba presentando fuese demasiado para su viejo corazón. Incluso sostener aquel manuscrito parecía causarle dolor, pero necesitaba recomponerse. Había un peligro que potencialmente amenazaba a toda la región y ahora que no contaban con la ayuda de Kusagakure, él era el único que podía hacer algo al respecto. Por el bien del pueblo y sus habitantes, tendría que sobreponer su deber a sus sentimientos.
—Debemos saber qué fue lo que pasó. —Sentenció el Ishimura, mientras el anciano se resignaba a exponer lo registrado en el diario.
Con aquello y con lágrimas en los ojos, el anciano concluyó la cita y cerró el libro.
—La situación parece ser mucho más grave de lo que pensé… Me gustaría saber con exactitud qué es lo que sucede, pero no tenemos más información.
—Quizás esto nos revele la verdad —de su bolso sacó el diario que habían encontrado en el bosque—. Lo tomé pensando que quizás alguien de por aquí podría descifrarlo.
Kazuma le acercó el cuaderno y el anciano lo tomo con cuidado. Se devolvió hacia su mecedora y se quedó contemplando aquel escrito, como si dudara sobre abrirlo y leer su contenido. Al final su sentido del deber pudo más que el mal presentimiento que lo embargaba. Destapó el libro y comenzó a examinar su contenido.
—Y bien ¿Qué dice? —No pudo contener su necesidad de preguntar cuando vio los cambiantes gestos del anciano.
—Está en un lenguaje técnico que solo usan los entendidos en materias biológicas —de pronto parecía mucho más cansado y anciano—. En este pueblo solo hay dos personas que utilizan dicho lenguaje; Uno soy yo y la otra es Takahime Hitomi, mi alumna.
—Espere… Entonces, la mujer que encontramos en la cabaña era su aprendiz. —Le costaba creer aquello.
—Eso me temo… —Su pesar era notable y abrumador.
Por un instante el viejo ermitaño cerró el diario, como si la verdad que se le estaba presentando fuese demasiado para su viejo corazón. Incluso sostener aquel manuscrito parecía causarle dolor, pero necesitaba recomponerse. Había un peligro que potencialmente amenazaba a toda la región y ahora que no contaban con la ayuda de Kusagakure, él era el único que podía hacer algo al respecto. Por el bien del pueblo y sus habitantes, tendría que sobreponer su deber a sus sentimientos.
—Debemos saber qué fue lo que pasó. —Sentenció el Ishimura, mientras el anciano se resignaba a exponer lo registrado en el diario.
Con aquello y con lágrimas en los ojos, el anciano concluyó la cita y cerró el libro.