3/05/2016, 17:39
—¿Y por qué no hemos accedido desde nuestra puerta? —le contradijo, torciendo el gesto—. No sé... no sé... Esto cada vez me parece una idea peor...
Ayame sentenció la idea, sin meter nada extra en ella. Todo parecía indicar a que no veía bien de ninguna de las maneras que esta idea funcionase.
Juro se encogió de hombros, con un largo suspiro. No se le ocurría nada más que hacer. Cuando estuvo a punto de rendirse, otra idea se le vino a la cabeza, para bien o para mal.
- Puede que los samurai sean los únicos que puedan entrar... - reconoció Juro - Pero quizás lo estemos enfocando mal. No podremos engañarlos con sus propios compañeros. Si tan solo pudiéramos lograr una distracción, uno podría colarse escondido...
Juro se llevó una mano al mentón, pensativo, aun con su forma de samurai. Entonces, reflexionó un poco, y al final, deshizo la transformación. Y antes de que nadie preguntase, hizo los sellos nuevamente y otra nube de humo le envolvió, mostrando ya no a Juro, si no a un niño pequeño, de unos cinco años, que vestía una sencilla camisa de botones y unos pequeños pantaloncitos. Tenía el pelo rubio, escaso, sobre su pequeña cabeza. Era un niño que había visto llorar y berrear mientras seguía a Ayame por el pasillo.
- He perdido a mi mama... - Juro, es decir, el niño, hizo un puchero, mostrando infinita tristeza en el pequeño rostro infantil - Quiero ir a casa...
Después se tumbo cuidadosamente en el suelo para no hacer nada malo con la transformación, y berreó un poquito, pataleando y dando puñetazos al suelo. Luego, se levantó y miro a la chica.
- ¿Que tal? - preguntó, con voz infantil.
Ayame sentenció la idea, sin meter nada extra en ella. Todo parecía indicar a que no veía bien de ninguna de las maneras que esta idea funcionase.
Juro se encogió de hombros, con un largo suspiro. No se le ocurría nada más que hacer. Cuando estuvo a punto de rendirse, otra idea se le vino a la cabeza, para bien o para mal.
- Puede que los samurai sean los únicos que puedan entrar... - reconoció Juro - Pero quizás lo estemos enfocando mal. No podremos engañarlos con sus propios compañeros. Si tan solo pudiéramos lograr una distracción, uno podría colarse escondido...
Juro se llevó una mano al mentón, pensativo, aun con su forma de samurai. Entonces, reflexionó un poco, y al final, deshizo la transformación. Y antes de que nadie preguntase, hizo los sellos nuevamente y otra nube de humo le envolvió, mostrando ya no a Juro, si no a un niño pequeño, de unos cinco años, que vestía una sencilla camisa de botones y unos pequeños pantaloncitos. Tenía el pelo rubio, escaso, sobre su pequeña cabeza. Era un niño que había visto llorar y berrear mientras seguía a Ayame por el pasillo.
- He perdido a mi mama... - Juro, es decir, el niño, hizo un puchero, mostrando infinita tristeza en el pequeño rostro infantil - Quiero ir a casa...
Después se tumbo cuidadosamente en el suelo para no hacer nada malo con la transformación, y berreó un poquito, pataleando y dando puñetazos al suelo. Luego, se levantó y miro a la chica.
- ¿Que tal? - preguntó, con voz infantil.