8/05/2016, 00:14
—Buenos días, así parece... pues entonces pongámonos en marcha —Se volteó para caminar, aunque de pronto volvió a dar un medio giro que lo hizo ponerse de nuevo frente a Kazuma—. Casi se me olvida, quería preguntarte respecto a Shibou, pues si me lo llevo podría estorbar en algún. —En el fondo quería llevárselo a pesar de que sabía que era mala idea.
—No creo que sea buena idea, Tatsuya —aseguro con un poco de pesar, pues sabía del cariño que su compañero le había tomado al cerdito—. Ya tendremos bastante protegiendo al micólogo y no podemos prescindir de tu atención por estar al pendiente del jabato.
Puede que las palabras del Ishimura fuesen un poco ásperas, pero no eran escasas en verdad. El bosque era un lugar peligroso para un pequeño curioso como él y concentrar su atención en cuidarlo no era una opción. Sabía que para el Takanashi sería imposible el ignorar a la criatura si esta se encontraba en peligro y para Kazuma sería imposible ignorar a su compañero si este caía en el peligro.
«La última vez que el pequeño salió corriendo nos llevó hasta la choza abandonada, pero nada garantiza que en la próxima no nos lleve hacia las fauces de alguna bestia peligrosa… Tatsuya correría detrás de él y yo detrás de Tatsuya, entonces el anciano quedaría desprotegido.»
Sin mediar más palabras se puso en marcha hacia las afueras del pueblo con su compañero. Todo yacía en silencio, pues aun era temprano y la gente todavía no salía de sus casas, por lo que no les costaría nada el mantenerse bajo perfil. Luego de un rato llegaron a la casa del hombre de los hongos y le encontraron de pie y listo en la entrada. Tenía aspecto de no haber dormido, pero su semblante denotaba una determinación absoluta.
—Nos moveremos más rápido si me permite llevar eso. —Dijo refiriéndose a la gran mochila del micólogo.
—¡Bien! —aceptó a regañadientes y le arrojó su equipaje—. De todas maneras en el diario hay un mapa que tiene marcada una senda que nos llevará rápida y directamente a aquel laboratorio, solo tienen que seguirme y mantener mi paso.
El peliblanco asintió y entre lo poco que quedaba de oscuridad se pusieron en marcha. Sentaro los guió por el borde exterior de la población, hasta llegar a la entrada del bosque de hongos. El anciano les dirigió una mirada a ambos, como preguntándoles si estaban listo. Kazuma por su parte le devolvió una mirada relajada y atenta. El viejo chasqueó la lengua y se puso en marcha, sumergiéndose en el follaje, con una agilidad que resultaba impresionante para alguien de su edad.
—No creo que sea buena idea, Tatsuya —aseguro con un poco de pesar, pues sabía del cariño que su compañero le había tomado al cerdito—. Ya tendremos bastante protegiendo al micólogo y no podemos prescindir de tu atención por estar al pendiente del jabato.
Puede que las palabras del Ishimura fuesen un poco ásperas, pero no eran escasas en verdad. El bosque era un lugar peligroso para un pequeño curioso como él y concentrar su atención en cuidarlo no era una opción. Sabía que para el Takanashi sería imposible el ignorar a la criatura si esta se encontraba en peligro y para Kazuma sería imposible ignorar a su compañero si este caía en el peligro.
«La última vez que el pequeño salió corriendo nos llevó hasta la choza abandonada, pero nada garantiza que en la próxima no nos lleve hacia las fauces de alguna bestia peligrosa… Tatsuya correría detrás de él y yo detrás de Tatsuya, entonces el anciano quedaría desprotegido.»
Sin mediar más palabras se puso en marcha hacia las afueras del pueblo con su compañero. Todo yacía en silencio, pues aun era temprano y la gente todavía no salía de sus casas, por lo que no les costaría nada el mantenerse bajo perfil. Luego de un rato llegaron a la casa del hombre de los hongos y le encontraron de pie y listo en la entrada. Tenía aspecto de no haber dormido, pero su semblante denotaba una determinación absoluta.
—Nos moveremos más rápido si me permite llevar eso. —Dijo refiriéndose a la gran mochila del micólogo.
—¡Bien! —aceptó a regañadientes y le arrojó su equipaje—. De todas maneras en el diario hay un mapa que tiene marcada una senda que nos llevará rápida y directamente a aquel laboratorio, solo tienen que seguirme y mantener mi paso.
El peliblanco asintió y entre lo poco que quedaba de oscuridad se pusieron en marcha. Sentaro los guió por el borde exterior de la población, hasta llegar a la entrada del bosque de hongos. El anciano les dirigió una mirada a ambos, como preguntándoles si estaban listo. Kazuma por su parte le devolvió una mirada relajada y atenta. El viejo chasqueó la lengua y se puso en marcha, sumergiéndose en el follaje, con una agilidad que resultaba impresionante para alguien de su edad.