8/05/2016, 16:46
Tras escuchar las palabras del anciano se pusieron en marchar. Costaba creer que se trataba de alguien de avanzada edad quien les estaba guiando, pues el viejo se movía con precisión y velocidad como si fuera lo más natural del mundo. A Kazuma le costaba seguirle el paso, aunque se desplazaban por un sendero que resultaba mucho más transitable que cualquier camino que ambos jóvenes hubiesen podido encontrar por su cuenta.
—Dígame, Sentaro-san, ¿por qué usted es el único que se ha dedicado a investigar los hongos de este bosque? —El resto de la gente probablemente sólo se dedicaba a usar las propiedades de los hongos de manera empírica—. ¿No le resulta muy pesado que dependan de usted? —Para casos como este claro.
—El bosque siempre debe de tener un guardián —aseguró en tono solemne—. Mi familia se ha encargado de dicho trabajo por generaciones y yo continuo con esa costumbre —se tomó un momento para mirar su alrededores—. Si regresamos… Cuando regresemos, les contare el porque de dicha entrega y tradición.
El Ishimura no pudo evitar el sentir un gran respeto por aquel hombre. Bien sabía lo importante que eran las tradiciones y lo difícil que es cargar con algo que se hereda de generación en generación, ese pesado deber que se acoge voluntariamente a pesar de todas las dificultades que este pueda implicar. A pesar de lo cerca que te pueda llevar a morir.
—Creo entender, pero… —sabía que sus palabras podrían sonar crueles pues implicaban la muerte de Sentaro—. ¿Quién cuidará del bosque cuando usted no esté?
—Esta es una labor complicada y no es para cualquiera —el anciano dejó escapar un largo y cansado suspiro—. Tengo un nieto que podría hacerse cargo, pero aún es muy joven y se encuentra en un viaje de estudios… Confiaba en que Hitomi le ayudará en caso de que yo muriese, pero desgraciadamente las cosas han terminado de esta manera.
Luego de esas palabras el silencio se manifestó como casi absoluto, pero no tanto por ellos, sino porque en que aquel lugar del bosque no había seres que emitieran ruido. La familiar y ominosa sensación le causó incomodidad al Ishimura, pues sabía que ahora debían de estar cerca de aquel sitio. Lo más molesto era aquella oscuridad creciente hacia el interior de aquella región, pues a pesar de que recién acababa de despuntar el sol, el denso dosel impedía parcialmente el paso de la luz.
«Por lo menos sabré cuando lleguemos a la cabaña, pues el único claro iluminado en todo este bosque.»
—Dígame, Sentaro-san, ¿por qué usted es el único que se ha dedicado a investigar los hongos de este bosque? —El resto de la gente probablemente sólo se dedicaba a usar las propiedades de los hongos de manera empírica—. ¿No le resulta muy pesado que dependan de usted? —Para casos como este claro.
—El bosque siempre debe de tener un guardián —aseguró en tono solemne—. Mi familia se ha encargado de dicho trabajo por generaciones y yo continuo con esa costumbre —se tomó un momento para mirar su alrededores—. Si regresamos… Cuando regresemos, les contare el porque de dicha entrega y tradición.
El Ishimura no pudo evitar el sentir un gran respeto por aquel hombre. Bien sabía lo importante que eran las tradiciones y lo difícil que es cargar con algo que se hereda de generación en generación, ese pesado deber que se acoge voluntariamente a pesar de todas las dificultades que este pueda implicar. A pesar de lo cerca que te pueda llevar a morir.
—Creo entender, pero… —sabía que sus palabras podrían sonar crueles pues implicaban la muerte de Sentaro—. ¿Quién cuidará del bosque cuando usted no esté?
—Esta es una labor complicada y no es para cualquiera —el anciano dejó escapar un largo y cansado suspiro—. Tengo un nieto que podría hacerse cargo, pero aún es muy joven y se encuentra en un viaje de estudios… Confiaba en que Hitomi le ayudará en caso de que yo muriese, pero desgraciadamente las cosas han terminado de esta manera.
Luego de esas palabras el silencio se manifestó como casi absoluto, pero no tanto por ellos, sino porque en que aquel lugar del bosque no había seres que emitieran ruido. La familiar y ominosa sensación le causó incomodidad al Ishimura, pues sabía que ahora debían de estar cerca de aquel sitio. Lo más molesto era aquella oscuridad creciente hacia el interior de aquella región, pues a pesar de que recién acababa de despuntar el sol, el denso dosel impedía parcialmente el paso de la luz.
«Por lo menos sabré cuando lleguemos a la cabaña, pues el único claro iluminado en todo este bosque.»