8/05/2016, 17:59
Ayame acabó aceptando la idea de Juro, y tras ello, ambos terminaron de camino a la puerta. Juro tuvo especial cuidado esta vez en no chocar con nadie, siguiendo a Ayame. Como tenían que mantener la compostura propia de un samurai y un niño, fue más fácil no perderla.
Aunque se preocupó y se preguntó más veces de las que querría si era una buena idea, ya era tarde para echarse atras.
Juro se sobresaltó al ver a Ayame, quien pensaba ir hasta el final con él. Entonce se quedó en blanco. ¿Debían hacer eso, o mantenerla oculta para no levantar sospechas? Iba a manifestar sus dudas, hasta recordar que era un niño, y ya habían llegado casi a la puerta. No pudo hacer más que seguir la corriente.
Pronto, Juro vio a dos samurais. Se le heló la sangre. Desde su pequeña altura, eran mucho más grandes e imponentes de lo que él mismo recordaba en su estatura normal. Trató de actuar natural, aunque el nerviosismo le traicionaba. Agradeció el hecho de ser un niño, y de estar justificado. Cualquier niño se asustaría al verlos. Ya estarían hasta acostumbrados. Su compañera lo tenía mucho más difícil fingiendo ser uno de ellos...
—¿Qué hay, Mamoru? —Juro se dio cuenta de que uno de los samurai era mujer. ¿Debía atacarla con su monería primero a ella?
—¿Por qué no estás en tu puesto? —preguntó el otro, mucho más frío y cortante. Si, definitivamente la mujer parecía más amable.
—Yo... he dejado a mi compañero allí
El ambiente no parecía muy en calma, y uno de los samurais parecía incluso desconfiar. Juro sintió la necesidad de apoyar a su compañera, antes de que algo malo pasase. Trató de dar un pasito con sus pequeñas piernas, aunque le costó sin alejarse de Ayame.
- Quiero a mi mama... - murmuró, con tono lloroso, para que se le oyese. Después, clavo su mirada en la samurai mujer, y hizo el puchero más triste que pudo - ¿Mami?
Juro quería ayudar, pero solo era un crío lloroso que había perdido a su madre. Tenía que interpretar su papel, quisiera o no.
Aunque se preocupó y se preguntó más veces de las que querría si era una buena idea, ya era tarde para echarse atras.
Juro se sobresaltó al ver a Ayame, quien pensaba ir hasta el final con él. Entonce se quedó en blanco. ¿Debían hacer eso, o mantenerla oculta para no levantar sospechas? Iba a manifestar sus dudas, hasta recordar que era un niño, y ya habían llegado casi a la puerta. No pudo hacer más que seguir la corriente.
Pronto, Juro vio a dos samurais. Se le heló la sangre. Desde su pequeña altura, eran mucho más grandes e imponentes de lo que él mismo recordaba en su estatura normal. Trató de actuar natural, aunque el nerviosismo le traicionaba. Agradeció el hecho de ser un niño, y de estar justificado. Cualquier niño se asustaría al verlos. Ya estarían hasta acostumbrados. Su compañera lo tenía mucho más difícil fingiendo ser uno de ellos...
—¿Qué hay, Mamoru? —Juro se dio cuenta de que uno de los samurai era mujer. ¿Debía atacarla con su monería primero a ella?
—¿Por qué no estás en tu puesto? —preguntó el otro, mucho más frío y cortante. Si, definitivamente la mujer parecía más amable.
—Yo... he dejado a mi compañero allí
El ambiente no parecía muy en calma, y uno de los samurais parecía incluso desconfiar. Juro sintió la necesidad de apoyar a su compañera, antes de que algo malo pasase. Trató de dar un pasito con sus pequeñas piernas, aunque le costó sin alejarse de Ayame.
- Quiero a mi mama... - murmuró, con tono lloroso, para que se le oyese. Después, clavo su mirada en la samurai mujer, y hizo el puchero más triste que pudo - ¿Mami?
Juro quería ayudar, pero solo era un crío lloroso que había perdido a su madre. Tenía que interpretar su papel, quisiera o no.