18/05/2016, 23:16
—Tratemos de no llamar la atención. Al otro lado de cada puerta habrá guardias —respondió Juro, y Ayame agradeció para sus adentros el que no se le hubiera ocurrido deshacer la transformación nada más entrar en la arena. Desde luego, no habría sido su mejor idea. Y menos si además tenía en cuenta que ella era una participante del torneo y que la habrían reconocido facilmente.
— Es grande... —añadió su compañero.
—Sí... Aunque si te digo la verdad lo recordaba aún más grande —sonrió, con cierto nerviosismo. Aquel efecto de gigantismo ante sus ojos debía de haber sido efecto del pánico escénico; sin embargo, no podían desdeñar el tamaño del estadio. Iban a tener que darse prisa si querían encontrar el osito de peluche en los cinco minutos reglamentarios que les habían dado.
—Empecemos cuanto antes, tenemos poco tiempo. ¿Nos dividimos para abarcar más?
—Será lo mejor... —coincidió, aunque no le hacía ninguna gracia el hecho de separarse en una situación así—. Intenta no llamar demasiado la atención, recuerda que supuestamente eres un niño pequeño.
Y con aquel recordatorio, Ayame se dirigió hacia las gradas que tenía a su izquierda. No llegó a echar a correr para no alarmar a las personas que aún se encontraban allí, pero su paso tampoco era relajado. Se situó a una altura intermedia, desde donde debería tener una buena vista tanto de las gradas superiores como de las inferiores.
«Me pregunto cómo vamos a salir de aquí... Se supone que hemos venido buscando a la madre del niño en el que se ha transformado Juro. Si salimos de la misma manera que hemos entrado...» Pensó, con un escalofrío y entonces le arremetió una suposición aún peor. «¿Y si por cualquier cosa se encuentran con el verdadero samurai del que he tomado la apariencia?»
— Es grande... —añadió su compañero.
—Sí... Aunque si te digo la verdad lo recordaba aún más grande —sonrió, con cierto nerviosismo. Aquel efecto de gigantismo ante sus ojos debía de haber sido efecto del pánico escénico; sin embargo, no podían desdeñar el tamaño del estadio. Iban a tener que darse prisa si querían encontrar el osito de peluche en los cinco minutos reglamentarios que les habían dado.
—Empecemos cuanto antes, tenemos poco tiempo. ¿Nos dividimos para abarcar más?
—Será lo mejor... —coincidió, aunque no le hacía ninguna gracia el hecho de separarse en una situación así—. Intenta no llamar demasiado la atención, recuerda que supuestamente eres un niño pequeño.
Y con aquel recordatorio, Ayame se dirigió hacia las gradas que tenía a su izquierda. No llegó a echar a correr para no alarmar a las personas que aún se encontraban allí, pero su paso tampoco era relajado. Se situó a una altura intermedia, desde donde debería tener una buena vista tanto de las gradas superiores como de las inferiores.
«Me pregunto cómo vamos a salir de aquí... Se supone que hemos venido buscando a la madre del niño en el que se ha transformado Juro. Si salimos de la misma manera que hemos entrado...» Pensó, con un escalofrío y entonces le arremetió una suposición aún peor. «¿Y si por cualquier cosa se encuentran con el verdadero samurai del que he tomado la apariencia?»