30/05/2016, 15:09
(Última modificación: 30/05/2016, 15:09 por Aotsuki Ayame.)
Arriba y abajo. Arriba y abajo. Los iris del samurai iban y venían entre cada una de las filas de asientos que conformaban las gradas. Y al cabo de varios minutos de intenso rastreo se vio sacudido por una intensa sensación de vértigo que por poco le hizo perder la concentración para mantener la transformación activa.
«¿Dónde demonios puede estar?» Se preguntó, con el sudor frío perlando su frente. ¿La niña les había dado alguna pista sobre su ubicación? Intentaba por todos los medios recordar cualquier detalle importante, por pequeño que fuera, que les pudiera ayudar en su búsqueda. «Era un osito de peluche... grande... con un lazo... Lo dejó en la silla...
Sus ojos seguían yendo y viniendo. De arriba a abajo. De abajo a arriba. Las gradas cada vez estaban más vacías. Y el tiempo seguía corriendo en su contra. Si no lo encontraban rápido...
Juro se encontraba en una situación similar. Caminaba entre las gradas del lado derecho del estadio, en una posición algo más alta que la de Ayame para poder ver con claridad a su alrededor sin que su baja estatura le supusiera un grave impedimento.
Y parecía que por el momento estaba teniendo la misma suerte que su compañera... Hasta que un niño de una edad similar a la del crío en el que se había transformado él paso a su lado con un oso de peluche del tamaño de su propio cuerpo con un lazo a modo de pajarita.
—¿Entonces me lo puedo quedar, mami? ¡Qué bien!
Quedan 4 minutos.
«¿Dónde demonios puede estar?» Se preguntó, con el sudor frío perlando su frente. ¿La niña les había dado alguna pista sobre su ubicación? Intentaba por todos los medios recordar cualquier detalle importante, por pequeño que fuera, que les pudiera ayudar en su búsqueda. «Era un osito de peluche... grande... con un lazo... Lo dejó en la silla...
Sus ojos seguían yendo y viniendo. De arriba a abajo. De abajo a arriba. Las gradas cada vez estaban más vacías. Y el tiempo seguía corriendo en su contra. Si no lo encontraban rápido...
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Juro se encontraba en una situación similar. Caminaba entre las gradas del lado derecho del estadio, en una posición algo más alta que la de Ayame para poder ver con claridad a su alrededor sin que su baja estatura le supusiera un grave impedimento.
Y parecía que por el momento estaba teniendo la misma suerte que su compañera... Hasta que un niño de una edad similar a la del crío en el que se había transformado él paso a su lado con un oso de peluche del tamaño de su propio cuerpo con un lazo a modo de pajarita.
—¿Entonces me lo puedo quedar, mami? ¡Qué bien!
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Quedan 4 minutos.