9/06/2016, 02:59
Se encontraba pensativo y a la vez curioso, inmerso en todas las preguntas que aquel santuario le generaba: ¿A quién estaba dedicado? ¿Por qué no estaba en el templo? Tanta fue la fuerza de su mente vagando, que incluso llego a olvidar el sitio donde estaba y el porqué de su visita.
—Es un templo dedicado a Fuujin-sama. —Una voz femenina se manifestó desde la nada.
El de cabellos blancos se quedó completamente quieto, como si aquel repentino hablar no le hubiese perturbado en lo más mínimo. A ojos inexpertos pudiera parecer que era alguien poseedor de un temple sin igual, pues ni siquiera se molestó en girarse para ver de dónde provenían aquellas palabras. Pero lo cierto era que simplemente se había quedado paralizado por la impresión… O quizás, simple y llanamente por el buen susto.
La muchacha avanzó hasta colocarse al lado del Ishimura y fue entonces que este pudo verla… No era el espantoso espectro que esperaba, pero aun así le había dado un susto de muerte. Lo bueno es que sentía como el aire regresaba a sus pulmones y como su corazón dejaba de agitarse descontroladamente.
—Se construyó en prueba de amistad entre el País del Remolino y Shiroi Kusabi, aunque se le rinde también culto en el panteón del templo principal junto al resto de kamis —la peliblanca junto ambas palmas de sus manos, e hizo una pequeña reverencia—. Así que sólo los que le rinden culto o conocen a alguien que lo haga, saben de este lugar — giró su cabeza para buscar la mirada del joven de ojos color grises—. Lo que me intriga es ¿cómo lo has encontrado tú? —terminó la joven con una cálida sonrisa, contrayendo levemente los ojos potenciando aún más el toque afelinado de su rostro.
El de piel morena le devolvió la mirada, con unos ojos grises que denotaban una calma inusual y un poco inquietante. Ciertamente, su rostro y su mirar no le traicionarían. No estaba observando a la joven como tal, sino que estaba en busca de algún rastro que pudiera indicar que se trataba de un espíritu y que le permitiera desembocar en una carrera de pánico. Ya de por si los sonidos que venían de la nada le destrozaban los nervios.
—Hufff —se permitió dejar escapar un largo suspiro, luego de comprobar que frente a él yacía una humana—. Me adentre por el sendero, siguiendo algo que llamó mi atención, y antes de darme cuenta termine en este lugar oculto y solitario —aseguro con total naturalidad, sin poder disimular la gota de sudor frio que habia bajado hasta su barbilla—. Me ha tomado por sorpresa el encontrarme a alguien más por aquí. «Y por sorpresa me refiero a que el susto que me diste me ha quitado al menos unos cinco años de vida.»
—Es un templo dedicado a Fuujin-sama. —Una voz femenina se manifestó desde la nada.
El de cabellos blancos se quedó completamente quieto, como si aquel repentino hablar no le hubiese perturbado en lo más mínimo. A ojos inexpertos pudiera parecer que era alguien poseedor de un temple sin igual, pues ni siquiera se molestó en girarse para ver de dónde provenían aquellas palabras. Pero lo cierto era que simplemente se había quedado paralizado por la impresión… O quizás, simple y llanamente por el buen susto.
La muchacha avanzó hasta colocarse al lado del Ishimura y fue entonces que este pudo verla… No era el espantoso espectro que esperaba, pero aun así le había dado un susto de muerte. Lo bueno es que sentía como el aire regresaba a sus pulmones y como su corazón dejaba de agitarse descontroladamente.
—Se construyó en prueba de amistad entre el País del Remolino y Shiroi Kusabi, aunque se le rinde también culto en el panteón del templo principal junto al resto de kamis —la peliblanca junto ambas palmas de sus manos, e hizo una pequeña reverencia—. Así que sólo los que le rinden culto o conocen a alguien que lo haga, saben de este lugar — giró su cabeza para buscar la mirada del joven de ojos color grises—. Lo que me intriga es ¿cómo lo has encontrado tú? —terminó la joven con una cálida sonrisa, contrayendo levemente los ojos potenciando aún más el toque afelinado de su rostro.
El de piel morena le devolvió la mirada, con unos ojos grises que denotaban una calma inusual y un poco inquietante. Ciertamente, su rostro y su mirar no le traicionarían. No estaba observando a la joven como tal, sino que estaba en busca de algún rastro que pudiera indicar que se trataba de un espíritu y que le permitiera desembocar en una carrera de pánico. Ya de por si los sonidos que venían de la nada le destrozaban los nervios.
—Hufff —se permitió dejar escapar un largo suspiro, luego de comprobar que frente a él yacía una humana—. Me adentre por el sendero, siguiendo algo que llamó mi atención, y antes de darme cuenta termine en este lugar oculto y solitario —aseguro con total naturalidad, sin poder disimular la gota de sudor frio que habia bajado hasta su barbilla—. Me ha tomado por sorpresa el encontrarme a alguien más por aquí. «Y por sorpresa me refiero a que el susto que me diste me ha quitado al menos unos cinco años de vida.»