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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
1. El comienzo

Las nubes, bueno, mejor dicho la aldea oculta de la nube. Antaño fue una gran potencia, pero hoy día solo quedan restos de una gloriosa aldea que se fue a la puta. Su población sin embargo no quedó al amparo y la desolación, no se quedó en el olvido. Su sangre y sus clanes se dispersaron por todo el continente, intentando preservar al menos algo de lo que habían vivido y costumbres... Era éste al menos un modo de no morir, de llevar consigo ese legado.

Los tiempos cambian, y consigo traen nuevas costumbres y tradiciones, pero hay ciertos lugares que son algo mas reacios al "modernismo". Kusagakure pareció el lugar idóneo para entablar una nueva generación, para crear un nuevo futuro. Una familia Yotsuki así lo vio al menos. Del resto, solo quedaron los apellidos e historias, tan solo rumores. Quizás ésta familia había llegado a desinteresarse por esos hermanos que refutaron la idea de ir con ellos, o simplemente lo vieron como una oportunidad para recrear el glorioso pasado lejos de esa gente, propagándose como una granada de metralla.

Con orgullo, y un apellido que para nada era desconocido, la familia comenzó un porvenir en Kusagakure, la aldea oculta de la hierba. Habían pasado de vivir en el cielo a vivir en la naturaleza, pero eso no les achantó. Vivaces, y fuertes de carácter, éstos Yotsukis estaban dispuestos a recuperar ese renombre que antaño consiguieron.


2. La familia lo es todo

En tiempos de paz, la familia Yotsuki que recién se había mudado apenas tuvieron problemas para entrar a formar parte de Kusa, todos los refugiados fueron tratados con respeto y gran ayuda... pero no es oro todo lo que reluce. Pronto los Yotsuki vieron el panorama. La vida en Kusa no era fácil, la hambruna gobernaba encarnada en una pequeña, hija de al parecer una gran shinobi. Muchos fueron sus fallos, apenas acertaba, y al tiempo fue destituida y asesinada, así como el resto de aquel gobierno.

Los motivos para quedarse eran pocos, pero menos aún eran los motivos para irse. ¿Dónde iban a ir? ¿A casa? Ya no había de eso, Kusagakure era su nuevo hogar. Al menos así lo decidió el padre de familia. Habían encontrado a una nueva familia, Kusagakure, y a la familia no se le deja sin defenderla... se la protege hasta la muerte.

Con ese pensamiento, ésta bifurcación del apellido Yotsuki se inmiscuyó bastante en las acciones políticas y en los conflictos internos. Bueno, lo hicieron tanto como pudieron, pues en esas épocas la familia llevaba muy poco tiempo en la aldea. Tratando a todos con el sobrenombre de "hermanos", los Yotsukis poco a poco se hicieron de conocer. Poco a poco ésta pequeña familia fue tomando un renombre, una reputación. Así mismo, también tomaron otra cosa, un intenso sentido de patriotismo hacia éste nuevo hogar. Quizás podían llamar a ésto el espíritu del bosque, o simplemente el sentido de la hermandad. Fuere como fuere, no soportaban ver una mofa o burla hacia sus hermanos, y con hermanos identificaban a todos y cada uno de los habitantes de Kusagakure.


3. Uno mas uno no son siete, son seis

Hacia el año 183, la familia Yotsuki tuvo a su último condescendiente, Yotsuki Zukamane. De piel algo oscura, pelo casi platino, y ojos celestes, el chico era una viva encarnación del legado físico del clan. La sangre Yotsuki corría por sus venas, y eso era irrefutable. Hacia aquel entonces, la sangre Yotuski de ésta familia tan solo estaba conformada por una abuelo y una abuela, un padre y una madre de distinta etnia, y un tío que vivía en soltería. Sumados todos, apenas llegaban a ser 6... no les llegaba ni para un mísero partido de basket. Aunque la familia sanguínea fuese pequeña, estaban rodeados de familia. Kusagakure era su hogar y familia, toda la familia vive con ese intenso pensamiento heredado.

El pequeño retoño creció en un ambiente mucho mejor y prospero que el resto de la familia. Estaba en fortuna, pues los tiempos de hambruna habían acabado con Kenzou, el cuál había traído unos tiempos de verdadera paz y prosperidad. El joven era verdaderamente rebelde, pero no de dos veces verde... no, mas bien era un poco gamberro. Era un sinvergüenza de cuidado, que no paraba de ser trasto para cualquiera que estuviese a su lado. Tanto era así, que no dejaba de meterse en líos y mas líos. Pasaba tres pueblos de lo que le decían sus padres, pasaba del legado, y pasaba en general de todo.

Hiperactivo desde el nacimiento, era lo habitual para ese chico no parar ni para dormir. En una de sus travesuras, el joven tramó la jugarreta de su vida, lo mas divertido hecho hasta el momento para su ver. Agarró un cubo de agua, y escaló hasta lo mas alto de un poste de electricidad. La idea era disparatada, dejar el cubo en lo mas alto y lanzar un hilo hasta el suelo, para una vez hecho eso montar abajo una trampa y que alguien se mojase. Por desgracia para él, su idea además de disparatada le salió algo mas que mal... lo siguiente.

Al llegar hasta arriba con el cubo de agua, un pajarraco alzó el vuelo, y el chico no vio mas que plumas antes de irse a caer de espaldas. La altura sí que era disparatada, demasiada para un chico de apenas 8 años. Sin pensarlo dos veces, se deshizo del cubo lanzandolo al aire, y agarró lo primero que pudo. Su desgracia comenzó en aquel momento. El cubo dio varias vueltas en el aire, hasta chocar contra el transformador. El cubo se vació, y el agua se derramó por las manos del chico. El mismo impacto ya hizo saltar chispas, pero eso no fue nada en comparación a la descarga que el pobre chico se llevó. Los rayos y chispazos iluminaron todo el distrito, la gente observó horrorizada el accidente, y esto duró apenas unos segundos. Tras esos horripilantes segundos de eternidad, el chico salió disparado como el tren bala.

El joven impactó contra la pared de una casa, y casi la atraviesa. Por si hubiese sido poco la descarga, el impacto le rompió varios huesos. Su piel quedó muy dañada, sobre todo los nervios sensores, y principalmente sus brazos. Sorprendentemente, el chico consiguió vivir. Una rápida actuación del equipo de seguridad y un par de ninjas médicos pudieron hacer por su vida, manteniéndolo estable el tiempo suficiente como para llevarlo al hospital.


4. Una nueva vida

Tras varios meses en coma, el joven abrió los ojos. A su alrededor, una madre y un padre que dormían a los pies de su cama. Confundido, el chico guardó silencio. Se miró las manos, éstas estaban vendadas hasta los codos, tras ello miró a su alrededor. A su lado había un gotero, muchas maquinas, y un tubo que iba directo hacia él. Cuando se dio cuenta, casi termina ahogándose... intentó jalar de éste, pero sus manos ni respondían ni iban a llegar a agarrar nada con tanto vendaje de por medio. Un grito ensordecedor fue su siguiente intento, pero de sus labios sellados no salió ni mas que un grito sordo.

Quizás fue el tambaleo de la cama, la angustia del chico, o simplemente sus desesperados movimientos. Los padres despertaron, y al verlo así no pudieron evitar agarrarlo y abrazarlo como si en ello les pendiese la vida. Entre lagrimas de frustración, y los padres de alegría, el joven quedó quieto y relajado por un instante. Casi al momento, los médicos llegaron a la sala, y le extrajeron el tubo del respirador artificial.

Aliviado, y algo mas tranquilo, el chico por fin comprendió que había pasado. Ese intento de broma le resultó caro, muy caro... casi le había costado la vida. Así mismo se lo confirmaron los padres al tiempo. Lo primero era lo primero, debía descansar.

Tras el accidente, el chico maduró mucho. Se afianzó a la familia, y al espíritu del bosque. No quería repetir esa experiencia, y quería mostrar a sus padres cuanto lamentaba haberles dado ese susto. No era tan descabellado, tras morir y volver a la vida, el punto de vista cambia de manera atroz. Su trato con los padres cambió radicalmente, y comenzó a disfrutar del llamar hermanos a todos aquellos que vivían en su hogar, Kusagakure. Poco a poco incluso se le metió en cabeza que quería ser shinobi, así podría hacer mas por su tierra y sus hermanos.


5. De gamberro a shinobi

Como de la noche a la mañana, el chico cambió por completo. Su ser parecía de otra persona, igual de extrovertida e hiperactiva, pero en ésta ocasión no enfocaba su refrescante juventud en abatir al resto a bromas y desgracias. De buena mañana, el chico se levantó y tras enjuagarse la cara acudió al comedor. Su pijama de rayitos de un tono celeste aclamaba aplausos, pero la familia ya lo tenía demasiado visto... raro era que a ese chico no le diese tirria llevarlo tras su accidente. Pensar en electricidad debía atormentarlo, pero no, no era así.

— Hermanooooo! — Vociferó el padre.

Acto seguido, corrió a abrazar al hijo. Lo estrechó entre sus musculados brazos, casi partiendolo en dos pedazos. La presión fue tal que incluso se puso de tono azulesco. Tras levantarlo casi hasta la altura del techo, lo volvió a dejar en el suelo. El joven, aunque resultó casi ahogado, apenas mostró interés, permaneció impasivo ante el gesto. Si, para él eso eran los buenos días de cada día.

— Buenos días, papá. — Contestó tedioso.

La madre sirvió la mesa, justo en ese momento todos se sentaron. Para rematar un día tan importante, el tío Zenku no podía faltar. Estando los cuatro en la mesa, el chico no empezó a comer como el resto de la familia. Sus ojos permanecieron hincados en el bol de arroz durante un buen rato, era evidente que algo le pasaba. Su madre dejó de comer, y algo preocupada le tomó de la mano.

— ¿Que te pasa, pequeñín? —

El chico alzó su mirada, y observó al resto de la mesa. Dejó caer un suspiro, sabía que debía hacerlo, pero le costaba.

— Mamá... papá.... tito... Quiero ser shinobi. — Escupió por fin. — Vivir es un suspiro, y quiero dar hasta mi último suspiro por nuestro hogar... por nuestros hermanos. Quiero salvar a gente, igual que alguien me salvó a mi. —

— QUEEEEEEEÉ!? — Al pobre hombre se le escapó la cuchara, así como un chorro de arroz a modo de ametralladora que terminó impactando sobre su hermano.

El silencio reinó por un instante, un instante más que incómodo. Los tres de la mesa lo miraron en silencio, su tío con una gran cantidad de arroz en la cara, eso ahora no le importaba.

— ¿Qué...? —

Los tres se levantaron de golpe, y acudieron a él con lágrimas entre los ojos. Orgullosos de en lo que se estaba convirtiendo, no podían negarle tan prometedor futuro. Lo había decidido por sí mismo, y ellos no podían estar mas emocionado. ¿Quién les iba a decir que ese pequeño monstruo algún día sería como ahora?

— Estamos orgullosos de tí, renacuajo! — Contestó en nombre de todos su tío.

[...]

Al cabo de un buen rato, pasado el desayuno. Padre e hijo fueron a entrenar al dojo como de costumbre. Estaba justo en la parte trasera del jardín, y era un buen entretenimiento para que el pequeño creciese fuerte y acorde a las tradiciones de la casa. El taijutsu era primordial, y así lo habían exigido todos sus antepasados, él no era diferente.

Entre golpe y golpe, el cansancio iba acrecentando. Las luxaciones y golpes no hacían mas que encadenarse en enormes combos, imitando las infinitas posibilidades de un combate real. De eso trataba al fin y al cabo, adiestrar el cuerpo para reaccionar ante el combate. Enseñarse a sí mismo cómo evitar los golpes e intentar remontar la disputa acertando a su rival o rivales. Al cabo de mas de dos horas, ambos se tomaron un pequeño descanso. Quedaron ambos tumbados boca arriba en el tatami, mirando el techo del dojo.

— Hijo, creo que es hora de que tomes lo que te pertenece. En éste tiempo has estado mostrando tu determinación, tu voluntad del bosque. Es hora de que continúes tu propia historia, sin olvidar nuestro pasado. Tu apellido es mas que un simple kanji, es historia de pasado y futuro, nos recuerda de donde venimos y hacia donde vamos. —

El chico alzó una ceja e intentó de mirar a su padre, pero el cansancio y la confusión lo abatían. Entre tanto, su padre se levantó y se dirigió a un pequeño altar que tenían al fondo del dojo. Tomó una caja, le sacudió el polvo, y se acercó hacia su anterior posición. El pequeño se reincorporó, quedando sentado y atento a lo que traía su padre. Éste, terminó sentándose frente a él, y con una sonrisa de oreja a oreja, orgulloso de su hijo, se lo dejó entre manos.

— Esto es tuyo, y cuando seas padre... se lo darás a tu hijo, y tu hijo se lo dará a tu sobrino... —

De pronto, el pequeño quedó pálido. Hablaba de que se lo daría a su hijo, y aún no tenía ni novia... diantres, éste tío se había adelantado ya unos poco de siglos.

— Si... claro... entiendo... — Contestó realmente incómodo.

Entre tanto, abrió la caja. En su interior, un par de guantes de lo mas extravagantes. Eran de color blanco, numerosos cables, y unos toques de su color favorito, azul. En un principio no entendía nada, eran unos guantes...

— Son los Densha shihai. Los Yotsuki siempre hemos sido usuarios del elemento Raiton, y a la vez bastante adiestrados en el arte del Taijutsu... De ahí ésta peculiar pieza, que permite al shinobi usar ambas facultades en perfecta sincronía. — Explicó el hombre. — Si vas a convertirte en shinobi, son todo tuyos. Mi legado es tu legado, hijo. —

— Waoh... Gracias papá! —

El hombre se alegró al ver que su hijo lo había comprendido, y en el acto, cogió y le golpeó en el brazo un croché que lo tumbó.

— Y ahora pilla, mocoso! JAJAJAJAJA! — Rió a todo pulmón.

De nuevo, el adiestramiento continuaba. Aún le quedaba un largo trayecto hasta ser un buen shinobi, eso sí, ganas no le faltaban y energías menos. Procedente de un legado eléctrico, no tardó en aprender lo más básico de éste elemento. Con ayuda de sus guantes, aprendió a combinar el elemento Raiton con sus armas y Taijutsu, tal y como debiere saber un buen Yotsuki.

A la edad de 16 años, el rubiales terminó por graduarse como shinobi en la aldea de Kusagakure. Había jurado lealtad hacia su hogar, así como hacia sus hermanos. Ahora solo le hacía falta volverse tan fuerte como pudiese, para tener en sus manos la capacidad de defender a los suyos. Nada ni nadie causaría una herida a sus hermanos, al menos no sin pasar por encima de su cadáver.
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Mensajes en este tema
ID 079154 - por Blame - 18/05/2015, 19:48
RE: ID 079154 - por Blame - 20/05/2015, 17:21
RE: ID 079154 - por Blame - 25/06/2015, 22:32
RE: ID 079154 - por Blame - 25/06/2015, 22:33


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