20/06/2016, 02:20
(Última modificación: 20/06/2016, 02:22 por Hanamura Kazuma.)
—Por eso solo será ir en línea recta y volverse. Son dos caminos, que uno de nosotros se quede aquí y vigile. —Exclamó de repente, como si estuviera cansado de perder el valioso tiempo del que disponían para completar la misión.
Entonces de manera determinada, y también un poco obstinada, el rubio se encaminó hacia aquel extraño camino cuya única señalización era una ominosa flecha negra.
—Tienes razón, no sería buena idea que Nabi y yo saliéramos a lo loco y nos perdiéramos para dejarte solo —admitió Juro—. Pero Nabi parece muy seguro. Quizá sea mejor que vayas tú al segundo camino. No creo que pase nada, pero si me quedo quieto no causare problemas innecesarios.
El joven de ojos grises no lo había visto de aquella manera, pero lo cierto es que resultaba una gran idea. Si el del látigo se quedaba en aquel sitio, no había manera en que pudiera perderse. El de la espada podría ir a investigar y luego de aquello se regresaría para reportar lo sucedido. Si el del Sharingan llegaba a desorientarse, solo bastaría que esperara a que su compañero peliblanco fuera al rescate.
—Vale, me parece bien. Me pondré en marcha y tratare de regresar lo más pronto posible. —Le aseguro al Eikyu, antes de retirarse.
Luego de unos minutos, el camino seguía tan tranquilo como esperaba. Ocasionalmente disminuia su caminar para ver las muchas flores que crecían al lado de la acera y para escuchar el cantar de las aves que se mantenían ocultas entre los árboles.
Pasó un rato hasta que por fin dio con una calle habitada.
«Parece que he tomado el camino correcto —podía ver muchas casas distintas y coloridos jardines hasta donde alcanzaba su vista—, pero eso significa… ¿A dónde ha ido a parar Nabi?» En aquel momento eso importaba poco, ahora lo realmente necesario era encontrar el camino correcto.
—“Calle Carmesí”. —Fue lo que pudo leer en uno de los letreros.
A medida que seguía caminando, notaba como cada vez veía a más personas, lo que resultaba una buena señal. Había gente trotando para hacer ejercicio, ancianas saliendo a dar un paseo y otras personas que, estando bien vestidas, se dirigían hacia su trabajo. Ahora si estaba seguro de que podría dar con la dirección indicada, solo tenía que preguntarle a alguien de por ahí cómo se llegaba a la Calle de los Cerezos. «Esto debería ser fácil, hay mucha gente.» Aunque satisfecho, había algo que le molestaba un poco ¿Porque había un espacio deshabitado en la unión de las calles? Simplemente era extraño pensar en que la gente evitara aquella zona y prefiriese dar un buen rodeo antes de utilizarla, pues parecía que nadie la transitaba a pesar de que era la vía más cortas desde la Calle de las flores.
—Buenos, días —al final se decanto por preguntar en un pequeño puesto se donde vendían periódicos y similares—. Necesito llegar a la Calle de los Cerezos, pero no sé cómo ir, ¿Podría darme algunas indicaciones? O mejor ¿Podría venderme un mapa y señalarme la ruta en el?
Ahora solo le quedaba esperar la respuesta del anciano de aspecto duro que atendía aquel quiosco.
Entonces de manera determinada, y también un poco obstinada, el rubio se encaminó hacia aquel extraño camino cuya única señalización era una ominosa flecha negra.
—Tienes razón, no sería buena idea que Nabi y yo saliéramos a lo loco y nos perdiéramos para dejarte solo —admitió Juro—. Pero Nabi parece muy seguro. Quizá sea mejor que vayas tú al segundo camino. No creo que pase nada, pero si me quedo quieto no causare problemas innecesarios.
El joven de ojos grises no lo había visto de aquella manera, pero lo cierto es que resultaba una gran idea. Si el del látigo se quedaba en aquel sitio, no había manera en que pudiera perderse. El de la espada podría ir a investigar y luego de aquello se regresaría para reportar lo sucedido. Si el del Sharingan llegaba a desorientarse, solo bastaría que esperara a que su compañero peliblanco fuera al rescate.
—Vale, me parece bien. Me pondré en marcha y tratare de regresar lo más pronto posible. —Le aseguro al Eikyu, antes de retirarse.
Luego de unos minutos, el camino seguía tan tranquilo como esperaba. Ocasionalmente disminuia su caminar para ver las muchas flores que crecían al lado de la acera y para escuchar el cantar de las aves que se mantenían ocultas entre los árboles.
Pasó un rato hasta que por fin dio con una calle habitada.
«Parece que he tomado el camino correcto —podía ver muchas casas distintas y coloridos jardines hasta donde alcanzaba su vista—, pero eso significa… ¿A dónde ha ido a parar Nabi?» En aquel momento eso importaba poco, ahora lo realmente necesario era encontrar el camino correcto.
—“Calle Carmesí”. —Fue lo que pudo leer en uno de los letreros.
A medida que seguía caminando, notaba como cada vez veía a más personas, lo que resultaba una buena señal. Había gente trotando para hacer ejercicio, ancianas saliendo a dar un paseo y otras personas que, estando bien vestidas, se dirigían hacia su trabajo. Ahora si estaba seguro de que podría dar con la dirección indicada, solo tenía que preguntarle a alguien de por ahí cómo se llegaba a la Calle de los Cerezos. «Esto debería ser fácil, hay mucha gente.» Aunque satisfecho, había algo que le molestaba un poco ¿Porque había un espacio deshabitado en la unión de las calles? Simplemente era extraño pensar en que la gente evitara aquella zona y prefiriese dar un buen rodeo antes de utilizarla, pues parecía que nadie la transitaba a pesar de que era la vía más cortas desde la Calle de las flores.
—Buenos, días —al final se decanto por preguntar en un pequeño puesto se donde vendían periódicos y similares—. Necesito llegar a la Calle de los Cerezos, pero no sé cómo ir, ¿Podría darme algunas indicaciones? O mejor ¿Podría venderme un mapa y señalarme la ruta en el?
Ahora solo le quedaba esperar la respuesta del anciano de aspecto duro que atendía aquel quiosco.