22/06/2016, 22:25
El tiempo parecía avanzar con una lentitud mayor. Juro ya había caído y se encontraba recostado sobre la pared, cruzado de brazos, vigilando. Llevaba unos minutos, y realmente era muy aburrido.
A parte de las hojas movidas por el viento y la basura del callejón, nada más pasaba por aquellos lugares. Volvió a mirar la flecha negra, buscando encontrar alguna pista que se les hubiera escapado, pero era inútil. Solo era una flecha negra, igual de negra que el grafiti ya encontrado. Pero eso no le decía nada.
Solo esperaba que sus compañeros no tardaran...
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Kazuma avanzó con paso decidido. Ignoró a los peatones que circulaban y recorrió la calle hasta encontrar un pequeño y respetable puesto ambulante, dirigido por un dueño con mirada dura y decidida, con un rostro curtido por la edad, y numerosas entradas en su pobre pelo.
—Buenos, días. Necesito llegar a la Calle de los Cerezos, pero no sé cómo ir, ¿Podría darme algunas indicaciones? O mejor ¿Podría venderme un mapa y señalarme la ruta en el?
El dueño le miró como si no comprendiera que le estaban preguntando. Luego, torció la cara, aun más extrañado de lo que le estaban preguntando. Sin embargo, en cuanto escuchó las últimas palabras de Kazuma, un extraño brillo paso por sus ojos.
— Por supuesto, le daré uno de los mejores ejemplares que tengo. Con uno tan bueno encontrara lo que sea en un santiamén — le dijo, guiñándole un ojo. Acto seguido, rebuscó entre numerosos periódicos, para finalmente sacar un mapa nuevo a escala de lo que parecía ser la villa — Aquí tiene, son 150 ryos.
Si, ahí estaba otra vez. El brillo de la avaricia lucía en sus ojos, como dos grandes focos...
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Nabi optó por seguir el camino recto, ignorando la posible pista acerca del autor de aquellas pintadas y flechas negras. Cumpliendo sus palabras, siguió el sendero recto sin desviarse.
El camino le llevaría hasta un pequeño trecho más de seguir recto. Aunque la luz parecía haberse hecho ver, pronto Nabi comprendería que había sido una ilusión. Conforme avanzaba la luz se haría menos y menos notable nuevamente, y le llevaría a una penumbra más notable.
Pronto, se toparía con el resultado de su camino. Frente a él, se alzaba una única vía, un único camino, misterioso. Varios edificios se alzaban alrededor de la zona, fuera de la calle, pero lo suficientemente cerca como para tapar la luz. El tramo final estaba totalmente tapado, tanto, que era apenas distinguible.
De lejos, no podía apreciar si el camino terminaba ahí o no. Decisión suya era introducirse en aquella especie de oscuridad para comprobarlo, o darse la vuelta y decidir que allí no había nada.
Un sonido metálico se escucharía al fondo, donde no se podía distinguir mucho. Pronto, de la penumbra surgiría una pequeña lata rodante, que terminaría a los pies de Nabi. Sin embargo, ahí dentro nada daba señales de vida...
A parte de las hojas movidas por el viento y la basura del callejón, nada más pasaba por aquellos lugares. Volvió a mirar la flecha negra, buscando encontrar alguna pista que se les hubiera escapado, pero era inútil. Solo era una flecha negra, igual de negra que el grafiti ya encontrado. Pero eso no le decía nada.
Solo esperaba que sus compañeros no tardaran...
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Kazuma avanzó con paso decidido. Ignoró a los peatones que circulaban y recorrió la calle hasta encontrar un pequeño y respetable puesto ambulante, dirigido por un dueño con mirada dura y decidida, con un rostro curtido por la edad, y numerosas entradas en su pobre pelo.
—Buenos, días. Necesito llegar a la Calle de los Cerezos, pero no sé cómo ir, ¿Podría darme algunas indicaciones? O mejor ¿Podría venderme un mapa y señalarme la ruta en el?
El dueño le miró como si no comprendiera que le estaban preguntando. Luego, torció la cara, aun más extrañado de lo que le estaban preguntando. Sin embargo, en cuanto escuchó las últimas palabras de Kazuma, un extraño brillo paso por sus ojos.
— Por supuesto, le daré uno de los mejores ejemplares que tengo. Con uno tan bueno encontrara lo que sea en un santiamén — le dijo, guiñándole un ojo. Acto seguido, rebuscó entre numerosos periódicos, para finalmente sacar un mapa nuevo a escala de lo que parecía ser la villa — Aquí tiene, son 150 ryos.
Si, ahí estaba otra vez. El brillo de la avaricia lucía en sus ojos, como dos grandes focos...
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Nabi optó por seguir el camino recto, ignorando la posible pista acerca del autor de aquellas pintadas y flechas negras. Cumpliendo sus palabras, siguió el sendero recto sin desviarse.
El camino le llevaría hasta un pequeño trecho más de seguir recto. Aunque la luz parecía haberse hecho ver, pronto Nabi comprendería que había sido una ilusión. Conforme avanzaba la luz se haría menos y menos notable nuevamente, y le llevaría a una penumbra más notable.
Pronto, se toparía con el resultado de su camino. Frente a él, se alzaba una única vía, un único camino, misterioso. Varios edificios se alzaban alrededor de la zona, fuera de la calle, pero lo suficientemente cerca como para tapar la luz. El tramo final estaba totalmente tapado, tanto, que era apenas distinguible.
De lejos, no podía apreciar si el camino terminaba ahí o no. Decisión suya era introducirse en aquella especie de oscuridad para comprobarlo, o darse la vuelta y decidir que allí no había nada.
Un sonido metálico se escucharía al fondo, donde no se podía distinguir mucho. Pronto, de la penumbra surgiría una pequeña lata rodante, que terminaría a los pies de Nabi. Sin embargo, ahí dentro nada daba señales de vida...
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60