29/06/2016, 13:01
La peliblanca tenía cierto interés en que era lo que el muchacho creía haber visto, pero al parecer Kazuma era reticente a sincerarse respecto a ese tema y volvió responderle algo similar a lo que le había dicho hacia unos instantes. Lo cierto es que no le extraño en lo más mínimo, desde que había llegado al continente se había dado cuenta de que sus habitantes tenían una tendencia menor a creer. Quizás fuese por el tipo de vida que se llevaba allí, tan diferente a la de Kusabi, o a la lejanía de los Templos respecto a las personas de a pie. Fuese por lo que fuese, la de Kusabi, decidió respetar al muchacho y no seguir indagando en aquel aspecto.
—Este lugar se siente un poco solitario—
—¿Si?— la joven parecía un tanto contrariada por aquella afirmación
"Es extraño, yo no lo percibo de esa manera..."
—¿Eres la única que cuida de este santuario?—
—No lo cuido yo— negó con la cabeza suavemente —Se encargan los mismo monjes que cuidan el Templo principal, yo solo he venido a dejar mi oración de año nuevo— contestó con tranquilidad mientras sacaba un pequeño sobre blanco desde una de las mangas de su kimono —En mi tierra es tradición escribir una oración y dejarla en el templo— la joven dio la espalada de nuevo al muchacho de cabellos blanco. Se agachó con suavidad, sin llegar a sentarse en seiza y dejó la carta el sobre a los pies de la estatua. Tras esto, junto ambas manos antes de lanzar una silenciosa plegaria y recuperar la verticalidad. Hizo una reverencia a la estatua y volvió a girarse, para poder bajar la escalera del templete —Bueno, yo he terminado con lo que vine a hacer aquí— dijo con una sonrisa mientras clavaba sus ojos en los del chico que tenía justo delante —¿Tú ya has entregado tus oraciones en el templo?—
—Este lugar se siente un poco solitario—
—¿Si?— la joven parecía un tanto contrariada por aquella afirmación
"Es extraño, yo no lo percibo de esa manera..."
—¿Eres la única que cuida de este santuario?—
—No lo cuido yo— negó con la cabeza suavemente —Se encargan los mismo monjes que cuidan el Templo principal, yo solo he venido a dejar mi oración de año nuevo— contestó con tranquilidad mientras sacaba un pequeño sobre blanco desde una de las mangas de su kimono —En mi tierra es tradición escribir una oración y dejarla en el templo— la joven dio la espalada de nuevo al muchacho de cabellos blanco. Se agachó con suavidad, sin llegar a sentarse en seiza y dejó la carta el sobre a los pies de la estatua. Tras esto, junto ambas manos antes de lanzar una silenciosa plegaria y recuperar la verticalidad. Hizo una reverencia a la estatua y volvió a girarse, para poder bajar la escalera del templete —Bueno, yo he terminado con lo que vine a hacer aquí— dijo con una sonrisa mientras clavaba sus ojos en los del chico que tenía justo delante —¿Tú ya has entregado tus oraciones en el templo?—