30/06/2016, 17:15
Había pasado prácticamente un año desde aquel fatídico día, prácticamente un año en el que no había salido de su casa a no ser que le hubieran obligado a ello, y aún así no le habían conseguido sacar muchas de las veces. Pero ya era hora de intentar pasar página, se levantó aquel día con unos ánimos que hacía mucho tiempo que no sentía, y supo que aquel era el punto de inflexión.
Se vistió con unos pantalones negro, una camiseta negra y un abrigo azul, no en vano, estaban en invierno y el frío hacía acto de presencia en la Villa Oculta del Remolino. El sol se asomaba tímidamente, dejando entrever algunos de sus rayos, proporcionando una luz perfecta para pasear por las calles de la aldea. Hacia un frío seco, que se te metía hasta en los huesos y que convertía el aliento en aquel ligero humillo con el que todos jugábamos cuando éramos unos críos.
''Bueno, esto no ha cambiado demasiado... Hacía mucho que no paseaba por aquí...''
Seguía caminando por el centro de la villa, cuando de repente se le encendió una bombillita, la idea de visitar un sitio que, sieno sincero, tenía muchas ganas de visitar, y, aquel iba a ser el día, por lo que rápidamente, dio media vuelta y empezó a caminar sobre sus pasos, dirigiéndose rápidamente a las Costas del Remolino.
El trayecto no se le hizo excesivamente largo, y cuando quiso darse cuenta, estaba caminando sobre la fina arena de las playas del Remolino, contemplando el mar y escuchando el sonido de las olas.
Rápidamente se sentó a la orilla, y comenzó a pensar en sus cosas, con la mano derecha echada al cuello, aunque hubiera pasado casi un año, aún notaba el frío acero de la katana clavado en su cuello como si aún estuviera ahí, y ya estaba empezando a darse cuenta que sería algo con lo que tendría que vivir durante mucho tiempo.
Se vistió con unos pantalones negro, una camiseta negra y un abrigo azul, no en vano, estaban en invierno y el frío hacía acto de presencia en la Villa Oculta del Remolino. El sol se asomaba tímidamente, dejando entrever algunos de sus rayos, proporcionando una luz perfecta para pasear por las calles de la aldea. Hacia un frío seco, que se te metía hasta en los huesos y que convertía el aliento en aquel ligero humillo con el que todos jugábamos cuando éramos unos críos.
''Bueno, esto no ha cambiado demasiado... Hacía mucho que no paseaba por aquí...''
Seguía caminando por el centro de la villa, cuando de repente se le encendió una bombillita, la idea de visitar un sitio que, sieno sincero, tenía muchas ganas de visitar, y, aquel iba a ser el día, por lo que rápidamente, dio media vuelta y empezó a caminar sobre sus pasos, dirigiéndose rápidamente a las Costas del Remolino.
El trayecto no se le hizo excesivamente largo, y cuando quiso darse cuenta, estaba caminando sobre la fina arena de las playas del Remolino, contemplando el mar y escuchando el sonido de las olas.
Rápidamente se sentó a la orilla, y comenzó a pensar en sus cosas, con la mano derecha echada al cuello, aunque hubiera pasado casi un año, aún notaba el frío acero de la katana clavado en su cuello como si aún estuviera ahí, y ya estaba empezando a darse cuenta que sería algo con lo que tendría que vivir durante mucho tiempo.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»