1/07/2016, 12:33
La vida de Mitsuki se había convertido en un infierno, nunca había sido realmente feliz en el continente pero desde los del Torneo todo había empeorado. Dormir o estar despierta, no importaba realmente. En sueños las pesadillas volvían una vez tras otra para atormentarla, en la vigilia se encargaban sus pensamientos.
Prácticamente, vivía enclaustrada en su pequeño apartamento. Tan sólo salía para ir a coger libros a la biblioteca de Uzushio, en los libros había encontrado un pequeño refugio, un rinconcito donde reconstruir poco a poco todo lo que había creído saber alguna vez. Sus convicciones se habían hecho añicos y ahora tenía que volver a empezar de nuevo, pieza a pieza.
De repente, había visto como su fe se tambaleaba. No podía comprender como los dioses podían permitir tanta injusticia, además las palabras que el viejo sabio les había dedicado no hicieron nada más que ahondar en esa profunda herida. Aún había cosas aún más terribles por venir, enemigos mucho más crueles acechándoles... ¿Cómo podían permitir tales cosas? ¿Es que acaso no estaban para juzgar a ese tipo de personas? ¿Para qué adorarlos si ha ellos no les importan nuestras plegarias?
Demasiadas dudas y ninguna respuesta, por eso se sumergía durante horas y horas en pesadas lecturas de todo tipo: libros de mitología, ética, leyes, filosofía...
No sólo estaba necesitada de respuestas, estaba ávida por entender que papel tenía ella en el mundo. Había nacido para ser la protectora de Kusabi, pero la realidad es que no era capaz de proteger ni siquiera así misma. ¿Había sido todo una broma del destino? ¿De Fuujin? ¿O había un razón oculta? Un motivo entre las sombras que no le permitían darse cuenta de por qué ella y no otra había sido elegida como Akikara na.
Su maestra siempre había sido una persona decidida, con una voluntad inquebrantable, buena con la pluma y la espada... pero ella... nunca se le había dado bien luchar, su voluntad era mucho más voluble ¿Por qué entonces? Lo único que podía destacar de sí misma era su amor por los demás, su entrega...
La peliblanca cerró con un movimiento brusco el libro que tenía sobre su escritorio, otro más y seguía con las mismas o incluso más dudas. Suspiró profundamente y apartó el libro dejándolo en uno de los muchos montones que poblaban el escritorio.
Se recostó en el respaldo de su silla a la vez que se estiraba, debían de ser ya más de las tres de la mañana. Estaba exhausta, apunto de caer rendida pero la sola idea de verse envuelta en otra de esas pesadillas la retenía en su asiento.
Dedicó una mirada a su habitación y fue recorriendo la montañas libros que la ocupaban, su cama estaba cubierta por ellos, al igual que gran parte del suelo. En aquel mes, debía de haber leído más que en toda su vida.
"Libros, libros y más libros... ni una sola respuesta... solo más preguntas..." se levanto de la silla y fue hacia su cama, donde tenía depositados los libros que no había leído aún y empezó a revolverlos buscando algún título que le llamase la atención.
Mitsuki parecía un fantasma de sí misma, en mitad de la noche rebuscando entre los libros, las ojeras por la falta de sueño habían convertido su belleza en un recuerdo bucólico.
Al levantar uno de los libros, descubrió uno debajo que no había visto hasta entonces
"Es del Sr Soko" lo cogió entre ambas manos y lo examino de cerca "Se titula: Justicia" abrió el libro y en la primera página, aparecía una dedicatoria un tanto extraña bajo la foto de un joven Hayashi Soko:
—¿Qué querrá decir?— se dijo para sí misma mientras volvía hasta el escritorio para continuar la lectura hasta que el sueño la venciese, aunque aquella noche... no lo haría, no hasta haber acabado con aquel libro
Prácticamente, vivía enclaustrada en su pequeño apartamento. Tan sólo salía para ir a coger libros a la biblioteca de Uzushio, en los libros había encontrado un pequeño refugio, un rinconcito donde reconstruir poco a poco todo lo que había creído saber alguna vez. Sus convicciones se habían hecho añicos y ahora tenía que volver a empezar de nuevo, pieza a pieza.
De repente, había visto como su fe se tambaleaba. No podía comprender como los dioses podían permitir tanta injusticia, además las palabras que el viejo sabio les había dedicado no hicieron nada más que ahondar en esa profunda herida. Aún había cosas aún más terribles por venir, enemigos mucho más crueles acechándoles... ¿Cómo podían permitir tales cosas? ¿Es que acaso no estaban para juzgar a ese tipo de personas? ¿Para qué adorarlos si ha ellos no les importan nuestras plegarias?
Demasiadas dudas y ninguna respuesta, por eso se sumergía durante horas y horas en pesadas lecturas de todo tipo: libros de mitología, ética, leyes, filosofía...
No sólo estaba necesitada de respuestas, estaba ávida por entender que papel tenía ella en el mundo. Había nacido para ser la protectora de Kusabi, pero la realidad es que no era capaz de proteger ni siquiera así misma. ¿Había sido todo una broma del destino? ¿De Fuujin? ¿O había un razón oculta? Un motivo entre las sombras que no le permitían darse cuenta de por qué ella y no otra había sido elegida como Akikara na.
Su maestra siempre había sido una persona decidida, con una voluntad inquebrantable, buena con la pluma y la espada... pero ella... nunca se le había dado bien luchar, su voluntad era mucho más voluble ¿Por qué entonces? Lo único que podía destacar de sí misma era su amor por los demás, su entrega...
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La peliblanca cerró con un movimiento brusco el libro que tenía sobre su escritorio, otro más y seguía con las mismas o incluso más dudas. Suspiró profundamente y apartó el libro dejándolo en uno de los muchos montones que poblaban el escritorio.
Se recostó en el respaldo de su silla a la vez que se estiraba, debían de ser ya más de las tres de la mañana. Estaba exhausta, apunto de caer rendida pero la sola idea de verse envuelta en otra de esas pesadillas la retenía en su asiento.
Dedicó una mirada a su habitación y fue recorriendo la montañas libros que la ocupaban, su cama estaba cubierta por ellos, al igual que gran parte del suelo. En aquel mes, debía de haber leído más que en toda su vida.
"Libros, libros y más libros... ni una sola respuesta... solo más preguntas..." se levanto de la silla y fue hacia su cama, donde tenía depositados los libros que no había leído aún y empezó a revolverlos buscando algún título que le llamase la atención.
Mitsuki parecía un fantasma de sí misma, en mitad de la noche rebuscando entre los libros, las ojeras por la falta de sueño habían convertido su belleza en un recuerdo bucólico.
Al levantar uno de los libros, descubrió uno debajo que no había visto hasta entonces
"Es del Sr Soko" lo cogió entre ambas manos y lo examino de cerca "Se titula: Justicia" abrió el libro y en la primera página, aparecía una dedicatoria un tanto extraña bajo la foto de un joven Hayashi Soko:
A los que han comprendido que las sombras dependen de la luz con la que se alumbra.
—¿Qué querrá decir?— se dijo para sí misma mientras volvía hasta el escritorio para continuar la lectura hasta que el sueño la venciese, aunque aquella noche... no lo haría, no hasta haber acabado con aquel libro