2/07/2016, 05:58
(Última modificación: 2/07/2016, 05:58 por Hanamura Kazuma.)
—Bueno, yo he terminado con lo que vine a hacer aquí —dijo con una sonrisa mientras clavaba sus ojos en los del chico que tenía justo delante—. ¿Tú ya has entregado tus oraciones en el templo?
—Mis oraciones… —Se mostraba un poco sorprendido ante aquella idea.
«¿Hace cuanto tiempo que no hago algo como eso?»
Desde tierna edad, su madre se aseguraba de que cumpliera con las tradiciones religiosas de la familia. A diario le enseñaba la forma adecuada de rezarle a sus dioses y como estos influenciaban los sucesos de su vida en consecuencia… En aquel entonces no lo entendía, pero luego se dio cuenta de que le rezaban a seres que representaban a la muerte.
Para él resultaba un poco extraño las emociones encontradas que estaba sintiendo al ver el santuario. Después de perder a su familia, dejó a un lado todas aquellas rituales que tan inexplicables le parecían. Después de todo, estando en las calles, rezarle a un dios de la muerte para que te diera una vida más próspera y longeva era algo… Algo incoherente. Aun así seguía siendo un respetuoso de las tradiciones, pero con la suya sentía que era algo que llevaba en la sangre y que era inseparable de su ser… Incluso su propio chakra parecía tender a aquella naturaleza, tan normal para él, que resultaba tétrica y perturbadora a los ojos de cualquiera que no fuera un adorador de los muertos.
—Tengo algunos deseos —también tenía sus aspiraciones, como cualquier persona—, pero teniendo en cuenta los dioses que amparan el linaje de mi familia, podría resultar que sea alguien que no es digno de la gracia de Kazekami… Incluso podría ofenderlo y ganarme su ira.
Desvió la mirada hacia el cielo, como si se sintiera un poco nostálgico. Era un estigma enorme el llevar la sangre de los devotos de los dioses que, en lugar de cuidar la vida, solo cosechaban las almas mientras esparcían la pena… Era difícil, pero recordando su poder y su espada, se daba cuenta de que era algo que encajaba con alguien como él… Eran el tipo de divinidades perfectas para alguien que se hacía llamar “El fantasma gris”.
—Mis oraciones… —Se mostraba un poco sorprendido ante aquella idea.
«¿Hace cuanto tiempo que no hago algo como eso?»
Desde tierna edad, su madre se aseguraba de que cumpliera con las tradiciones religiosas de la familia. A diario le enseñaba la forma adecuada de rezarle a sus dioses y como estos influenciaban los sucesos de su vida en consecuencia… En aquel entonces no lo entendía, pero luego se dio cuenta de que le rezaban a seres que representaban a la muerte.
Para él resultaba un poco extraño las emociones encontradas que estaba sintiendo al ver el santuario. Después de perder a su familia, dejó a un lado todas aquellas rituales que tan inexplicables le parecían. Después de todo, estando en las calles, rezarle a un dios de la muerte para que te diera una vida más próspera y longeva era algo… Algo incoherente. Aun así seguía siendo un respetuoso de las tradiciones, pero con la suya sentía que era algo que llevaba en la sangre y que era inseparable de su ser… Incluso su propio chakra parecía tender a aquella naturaleza, tan normal para él, que resultaba tétrica y perturbadora a los ojos de cualquiera que no fuera un adorador de los muertos.
—Tengo algunos deseos —también tenía sus aspiraciones, como cualquier persona—, pero teniendo en cuenta los dioses que amparan el linaje de mi familia, podría resultar que sea alguien que no es digno de la gracia de Kazekami… Incluso podría ofenderlo y ganarme su ira.
Desvió la mirada hacia el cielo, como si se sintiera un poco nostálgico. Era un estigma enorme el llevar la sangre de los devotos de los dioses que, en lugar de cuidar la vida, solo cosechaban las almas mientras esparcían la pena… Era difícil, pero recordando su poder y su espada, se daba cuenta de que era algo que encajaba con alguien como él… Eran el tipo de divinidades perfectas para alguien que se hacía llamar “El fantasma gris”.