3/07/2016, 00:58
- ¡Kaiteeeeeen! ¡Kaiteeeeeeeeeeeeeeen! – Gritaba su madre desde el pasillo.
Pero Kaiten estaba como un tronco, era ya casi medio día y aunque se le daba fatal madrugar ya era más tarde de su hora habitual.
- ¡Kaiteeeeeeeeeeeeeeeeeen! ¡Es importanteeeeeeeeeee! – Continuó su madre.
Al escuchar eso salió de la cama con calma, se puso sus zapatillas de estar por casa y aún con lagañas bajó las escaleras. Aquella noche la pasó en casa de sus padres, la noche anterior hubo juerga familiar y le dio pereza volver a su pequeño apartamento en el centro de la villa. Su madre le esperaba en el recibidor, acababa de cerrar la puerta de la calle.
- Toma, un vecino de tu apartamento en el centro de la villa ha traído esto muy amablemente, dice que cree ser importante, lo dejaron ayer en tu puerta.
Kaiten sintió algo de sorpresa, había llegado lo que tanto tiempo había esperado. Era un rollo para él, de la academia de Uzushiogakure. Se imaginaba lo que podía contener, alguna misión u orden de la academia de las que se les daba a los ninjas de verdad, a los graduados. Al fin iba a ejercer como tal. Le daba igual que fuese, solo quería… Quería abrir el maldito envoltorio... ¡El envoltorio no se abría! Ni corto ni perezoso abrió la boca y como si de un bocadillo se tratase lo arrancó de un tirón de sus poderosas mandíbulas.
- Ups… - se encojió, había arrancado un cacho de papel del rollo también… - ¡Es que sin desayunar no se pueden hacer las cosas bien!
Se alivió más cuando al desplegarlo vio que no había roto ninguna parte con letra, solo faltaba un trozo de media luna en un lateral, menos mal. Con ganas de leerlo, y ahora hambre también, fue directo al apartado de ordenes: “Presentarse a la una en punto en la academia de las olas con el rollo como demostrante y atuendo ninja.” Vaya... no indicaba nada más, le supo a tan poco que se hizo un desayuno de campeonato, se preparó bien aunque sin pausa, pues como se había levantado más tarde de lo normal, siendo lo normal ya tarde de por sí, tenía el tiempo justo para llegar.
Las sobras de la noche anterior, un buen tazón de leche con cacao y cereales, lo mezcló todo y para adentro. Luego subió, se aseó la cara, los dientes, se peinó y abrió su armario. Llevaba tiempo con la muda que se iba a poner preparada para una misión, por si lo llamaban como ese día estaba pasando. El chaleco, los pantalones, todo se lo puso y ajustó de forma decidida. Se despidió de su madre (su padre aun dormía) y salió por la puerta lo más rápido que pudo, pues aunque le quedase tiempo, andar rápido no era su fuerte.
Llegó, al fin. Subió las escaleras algo acalorado por el sol de la calle y se encontró a una mujer que seguro era la secretaria, no hizo más que el amago de entregarle su rollo cuando ella le señalo una dirección al interior del edificio.
– Aula nueve, te espera un compañero y tu sensei. – Dijo la mujer con un tono amable y como si supiese lo que el muchacho le iba a pedir.
Kaiten sin sorprenderse por tal anticipación, pero si agradecido por la amabilidad contestó con un – Gracias- Y se dirigió a la puerta indicada.
Detrás de la puerta entreabierta se escuchaban voces, tocó un poco con los nudillos y la abrió para pasar. Había un muchacho muy cercano a su edad, parecía uno de sus compañeros y a su lado la que supuso seria su sensei, una chica que estaba recogiendo una silla tumbada en el suelo. Se dirigió a ellos.
- ¡Hola, soy Kaiten!
Pero Kaiten estaba como un tronco, era ya casi medio día y aunque se le daba fatal madrugar ya era más tarde de su hora habitual.
- ¡Kaiteeeeeeeeeeeeeeeeeen! ¡Es importanteeeeeeeeeee! – Continuó su madre.
Al escuchar eso salió de la cama con calma, se puso sus zapatillas de estar por casa y aún con lagañas bajó las escaleras. Aquella noche la pasó en casa de sus padres, la noche anterior hubo juerga familiar y le dio pereza volver a su pequeño apartamento en el centro de la villa. Su madre le esperaba en el recibidor, acababa de cerrar la puerta de la calle.
- Toma, un vecino de tu apartamento en el centro de la villa ha traído esto muy amablemente, dice que cree ser importante, lo dejaron ayer en tu puerta.
Kaiten sintió algo de sorpresa, había llegado lo que tanto tiempo había esperado. Era un rollo para él, de la academia de Uzushiogakure. Se imaginaba lo que podía contener, alguna misión u orden de la academia de las que se les daba a los ninjas de verdad, a los graduados. Al fin iba a ejercer como tal. Le daba igual que fuese, solo quería… Quería abrir el maldito envoltorio... ¡El envoltorio no se abría! Ni corto ni perezoso abrió la boca y como si de un bocadillo se tratase lo arrancó de un tirón de sus poderosas mandíbulas.
- Ups… - se encojió, había arrancado un cacho de papel del rollo también… - ¡Es que sin desayunar no se pueden hacer las cosas bien!
Se alivió más cuando al desplegarlo vio que no había roto ninguna parte con letra, solo faltaba un trozo de media luna en un lateral, menos mal. Con ganas de leerlo, y ahora hambre también, fue directo al apartado de ordenes: “Presentarse a la una en punto en la academia de las olas con el rollo como demostrante y atuendo ninja.” Vaya... no indicaba nada más, le supo a tan poco que se hizo un desayuno de campeonato, se preparó bien aunque sin pausa, pues como se había levantado más tarde de lo normal, siendo lo normal ya tarde de por sí, tenía el tiempo justo para llegar.
Las sobras de la noche anterior, un buen tazón de leche con cacao y cereales, lo mezcló todo y para adentro. Luego subió, se aseó la cara, los dientes, se peinó y abrió su armario. Llevaba tiempo con la muda que se iba a poner preparada para una misión, por si lo llamaban como ese día estaba pasando. El chaleco, los pantalones, todo se lo puso y ajustó de forma decidida. Se despidió de su madre (su padre aun dormía) y salió por la puerta lo más rápido que pudo, pues aunque le quedase tiempo, andar rápido no era su fuerte.
Llegó, al fin. Subió las escaleras algo acalorado por el sol de la calle y se encontró a una mujer que seguro era la secretaria, no hizo más que el amago de entregarle su rollo cuando ella le señalo una dirección al interior del edificio.
– Aula nueve, te espera un compañero y tu sensei. – Dijo la mujer con un tono amable y como si supiese lo que el muchacho le iba a pedir.
Kaiten sin sorprenderse por tal anticipación, pero si agradecido por la amabilidad contestó con un – Gracias- Y se dirigió a la puerta indicada.
Detrás de la puerta entreabierta se escuchaban voces, tocó un poco con los nudillos y la abrió para pasar. Había un muchacho muy cercano a su edad, parecía uno de sus compañeros y a su lado la que supuso seria su sensei, una chica que estaba recogiendo una silla tumbada en el suelo. Se dirigió a ellos.
- ¡Hola, soy Kaiten!