20/05/2015, 16:36
El rubio se agitó la cabeza frenéticamente. El agua lo salpicó todo. Lejos de perder tiempo en secarla, continuó su tarea. Se mojó un poco mas la cabellera, y continuó perfeccionando ese peculiar no peinado. Realmente no parecía tener un orden concreto, aunque bien cierto era que casi siempre ese perfecto desorden conllevaba un mismo orden. Quizás lo tenía hasta medido. Fuere como fuere, le llevó casi un cuarto de hora frente al espejo del lavabo el peinarse. Dejó caer un suspiro, agarró una toalla limpia, y secó el desperfecto ocasionado a su aseo personal. Quisiera o no, tarde o temprano iba a tener que hacerlo.
Tras acabar en el baño, se dirigió con parsimonia a su habitación, la cual quedaba justo al lado. Un par de pasos mal contados y ya estaba en su dormitorio. Se quitó el pijama, y se puso los pantalones negros que tanto le gustaban. Tras ello tomó el portaobjetos que usaba como cinturón, y por último se puso las sandalias shinobi de color negra. Echó un último vistazo a la habitación, y ahí fue que se dio cuenta de que le faltaba una cosa. Volvió hacia el armario, y de entre sus prendas tomó una camiseta de mangas cortas y cuello alto rígido. En un abrir y cerrar de ojos se atavió con ella.
— Mamá! Voy a dar un voltio, estaré aquí a la hora del almuerzo! — Vociferó el joven mientras salía a toda velocidad por la puerta de su cuarto.
En su habitación había una puerta corredera que daba directamente al patio, una buena salida. Se podría decir que tenía todo lo necesario a mano en esa habitación, desde el baño a la libertad del césped. Ágil cual gacela, el chico corrió como el viento. Una vez alcanzó una proximidad alarmante contra la fachada de setos, tomó impulso y saltó a máxima potencia. No tuvo problemas para dejar atrás el muro vegetal que proporcionaba intimidad a su morada.
Tocó suelo, y apoyó las palmas de sus guantes contra el suelo. Alzó la vista, y rápidamente actuó como si no acabase de saltar casi 2 metros de altura. Comenzó a andar con disimulo, parsimonioso...
"Bueno... ¿y ahora qué?"
Sin saber realmente qué hacer, el chico decidió dar una vuelta por el distrito. No tenía claro que iba a hacer por el momento, pero quedarse en casa mientras su padre estaba fuera era un aburrimiento. Sin entrenamiento, no tenía con qué sulfatar sus fuerzas en casa.
Continuó andando por las calles, prestando atención a su alrededor, y saludando a aquellos "hermanos" que reconocía. Sociable como la cerveza, el chico de cabellera rubia se iba haciendo poco a poco a conocer, aunque en parte si que era bien conocido... lamentablemente no hacia bien por el momento. Ese accidente que tuvo le hizo famoso de la noche a la mañana. Pero bueno, no toda estrella nace en el cielo... hay quienes tienen que llegar hasta lo mas bajo para luego poder llegar a lo mas alto.
Tras acabar en el baño, se dirigió con parsimonia a su habitación, la cual quedaba justo al lado. Un par de pasos mal contados y ya estaba en su dormitorio. Se quitó el pijama, y se puso los pantalones negros que tanto le gustaban. Tras ello tomó el portaobjetos que usaba como cinturón, y por último se puso las sandalias shinobi de color negra. Echó un último vistazo a la habitación, y ahí fue que se dio cuenta de que le faltaba una cosa. Volvió hacia el armario, y de entre sus prendas tomó una camiseta de mangas cortas y cuello alto rígido. En un abrir y cerrar de ojos se atavió con ella.
— Mamá! Voy a dar un voltio, estaré aquí a la hora del almuerzo! — Vociferó el joven mientras salía a toda velocidad por la puerta de su cuarto.
En su habitación había una puerta corredera que daba directamente al patio, una buena salida. Se podría decir que tenía todo lo necesario a mano en esa habitación, desde el baño a la libertad del césped. Ágil cual gacela, el chico corrió como el viento. Una vez alcanzó una proximidad alarmante contra la fachada de setos, tomó impulso y saltó a máxima potencia. No tuvo problemas para dejar atrás el muro vegetal que proporcionaba intimidad a su morada.
Tocó suelo, y apoyó las palmas de sus guantes contra el suelo. Alzó la vista, y rápidamente actuó como si no acabase de saltar casi 2 metros de altura. Comenzó a andar con disimulo, parsimonioso...
"Bueno... ¿y ahora qué?"
Sin saber realmente qué hacer, el chico decidió dar una vuelta por el distrito. No tenía claro que iba a hacer por el momento, pero quedarse en casa mientras su padre estaba fuera era un aburrimiento. Sin entrenamiento, no tenía con qué sulfatar sus fuerzas en casa.
Continuó andando por las calles, prestando atención a su alrededor, y saludando a aquellos "hermanos" que reconocía. Sociable como la cerveza, el chico de cabellera rubia se iba haciendo poco a poco a conocer, aunque en parte si que era bien conocido... lamentablemente no hacia bien por el momento. Ese accidente que tuvo le hizo famoso de la noche a la mañana. Pero bueno, no toda estrella nace en el cielo... hay quienes tienen que llegar hasta lo mas bajo para luego poder llegar a lo mas alto.