3/07/2016, 13:50
Cuatro días más tarde...
—Lamento haber aparecido de improvisto— se disculpó la peliblanca mientras se acomodaba en el viejo sillón de cuero
—No tiene de que disculparse señorita— respondió con una sonrisa el Sr Soko mientras dejaba un libro en una de las muchas estanterías que recubrían cada rincón de las paredes de su despacho —Las puertas de mi casas siempre están abierta para usted—
—Se lo agradezco de corazón, Sr Hayashi— Mitsuki observó como el anciano caminaba lentamente hasta tomar asiento justo detrás de su escritorio
—Bueno, ahora que estamos más cómodos...— comenzó el anciano —¿Qué la ha traído hasta aquí?— cruzó ambas manos delante de sí, apoyando los codos en el escritorio [color=orange]—He de reconocer que estoy profundamente intrigado—
—Esto— la de Kusabi sacó desde un bolsillo interior de su chaqueta blanca el libro que había escrito el hombre que tenía justo en frente y lo colocó sobre la mesa antes de volver a recostarse.
—Interesante, muy interesante— el anciano agudizó la mirada por un instante y esbozó una leve sonrisa —Lo escribí hace mucho tiempo, me sorprende que lo haya podido encontrar...—
—Lo saqué de la biblioteca de Uzushiogakure— explicó la kunoichi —Fue uno de los muchos libros que saqué... últimamente me he pasado los días leyendo...—
—Le cuesta conciliar el sueño, ¿cierto?—
—¿Cómo lo ha...?— la perspicacia de ese hombre a veces era un tanto inquietante
—Yo también me abandono a la lectura cuando no puedo dormir, solo era una suposición— el hombre se recostó en su sillón —Acertada por lo que puedo deducir—
—Sí, desde lo del Torneo no he conseguido dormir bien— confesó la muchacha
—Es normal, aquello ha sido una tragedia que los que no estuvimos ni siquiera podemos atisbar—
—Pero no he venido por eso, lo que me ha traído aquí ha sido su libro— la joven quería comenzar a encauzar la conversación, no es que no disfrutase charlando con aquel hombre, es que necesitaba respuestas ya
—Comprendo— se meso un poco la barba, como si estuviese valorando responder a una pregunta que todavía no se le había formulado —¿Y qué es lo que quiere preguntarme?—
—¿De verdad cree que existe la Verdadera Justicia?— aquel concepto la había cautivado, una justicia libre de toda duda, libre de las sombras de la venganza
—Si no lo creyese, no habría escrito ni una sola palabra de ese libro— ni siquiera titubeo, su respuesta fue tan clara como las convicciones que la movían
—Entonces de verdad cree que el objetivo de Fuujin-sama... no era que cuidásemos de Kusabi...—
—Estoy sorprendido de que haya sabido leer tan bien entre lineas, pocas personas son las que han deducido de lo que hablo— esbozó una amplía sonrisa de satisfacción, como la de un maestro que acaba de ver como su alumno comprendía a la primera algo sumamente complicado
—Cualquier persona que haya estudiado el catequismo de Hyoutaki Kaze lo haría— quitó importancia la joven
[color=orange]—Quizás, querida— volvió a mesarse la barba —Pero no te ha traído hasta aquí dilucidar ese tema, lo que usted desea son por qués— Mitsuki asintió firmemente —Solo he visitado una vez Kusabi en toda mi vida y hará más de veinte años si la memoria no le falla a este viejo— esbozó una suave sonrisa al recordar —Jamás en mi vida había visto un lugar, donde las sombras de la guerra se hubiesen convertido en leyenda. A diferencia del continente, en Kusabi habéis convertido la paz en costumbre... el crimen en una mala anécdota— el anciano se levantó del sillón lentamente —Como comprenderás, eso me sorprendió tanto como a los Kusabienses la violencia del continente... así que me puse a pensar: ¿Por qué? ¿Por qué la manera de vivir es tan diferente si todos somos humanos?— se acercó hasta la enorme cristalera que tenía justo detrás de su escritorio —Me llevó tiempo, yo no era una persona creyente... creía que todo el credo del Viento no era más que superstición... hasta que vi aquel mundo... después de aquello, me dedique al estudio del catequismo... como nunca antes me había dedicado a otra cosa— se giro para mirar directamente a la joven que no apartaba los ojos de él —Viví tres años en el Templo— la peliblanca se sorprendió —Es cierto, en un saco de dormir en mitad de la gran bóveda. Fue duro, pero tener la oportunidad de estudiar aquellos textos mereció la pena—
—Hisami-sama nunca me contó esto—
—No es de extrañar, se enfadó muchísimo cuando publiqué ese libro— esbozó una media sonrisa —dijo que no había comprendido absolutamente nada, que todo fue una pérdida de tiempo y nunca más volvió a hablarme— dejó escapar un leve suspiro —pero eso no importa ahora, lo que importa es que mi trabajo te ha traído hasta aquí por qué tu si has visto lo mismo que yo he visto... pero temes que sea cierto—
—Significaría que todas mis predecesoras han estado equivocadas...—
—Significaría que no fueron capaces de ver más allá de su pueblo... ¿pero no es cierto que hay viento en todo Onindo?— el anciano tenía razón y algo se lo decía en su corazón —Fuujin-sama os eligió para que adminstraseis la justicia que os enseñó, os dio el don de la compasión, de la empatía, amabilidad, os doto de un amor incondiconal por el prójimo... y lo hizo para que fueseis la Verdadera Justicia, no solo en Kusabi... si no en todo Onindo... que llevaseis la paz de vuestra Kusabi a todo este maldito continente. Plagado de guerras, muerte sin sentido— el anciano golpeo el escritorio —pero tus antecesoras no fueron capaces de ver más allá, se quedaron cuidando de los suyos... de su familia... pero ¿no es cierto que os privan de familia para que trateis a todos por igual? ¿qué diferencia hay entre alguien del continente y de Kusabi?— la peliblanca contuvo el aliento ante aquello, no había respuesta... no era una pregunta, era la verdad —Fuujin-sama en su sabiduría hizo que poco a poco os vieseis forzadas a salir de Kusabi, por eso la sangre de los Hyuga se debilitó para que necesitaseis ir al continente...— tomó asiento de nuevo —Y estoy seguro de que me hizo conocer a Hisami-sama en está misma habitación para que hoy, tú y yo estemos sentados aquí mismo... llegando a la misma conclusión: Un viejo decrepito como yo y una hermosa joven como tú, unidos por una misma idea... una idea que me ha movido durante años y hace una semana empezó a moverte a ti...— colocó los brazos sobre el escritorio para coger el libro que la peliblanca había dejado sobre la mesa —Ahora que ya he respondido a tu pregunta... quiero que respondas a una mía... ¿Estás dispuesta a cargar con los deseos de nuestro señor, Fuujin?—
—Si es lo que mi señor quiere para mí, estoy dispuesta... pero soy demasiado débil...— respondió la joven peliblanca rememorando todo lo que le había ocurrido hasta ahora
—Tan sólo confía en Fuujin-sama, entrena y entrena... me encargaré de conseguirte ayuda, tengo un buen amigo que podrá encargarse de ti—
—Tiene razón, se lo agradezco— la joven hizo una pequeña reverencia con la cabeza
—Concéntrate en hacerte fuerte, te necesitamos para salvar a este mundo de sí mismo... muchos quieren salvarlo, pero a pesar de sus buenas intenciones están llevándolo al borde de la destrucción. Mira lo que ocurrió con Kusagakure, por evitar un mal crearon otro mayor... ¡Debemos salvar este mundo, incluso de los que quieren salvarlo!—
—Si— aquel día, todo cambió para siempre
—Lamento haber aparecido de improvisto— se disculpó la peliblanca mientras se acomodaba en el viejo sillón de cuero
—No tiene de que disculparse señorita— respondió con una sonrisa el Sr Soko mientras dejaba un libro en una de las muchas estanterías que recubrían cada rincón de las paredes de su despacho —Las puertas de mi casas siempre están abierta para usted—
—Se lo agradezco de corazón, Sr Hayashi— Mitsuki observó como el anciano caminaba lentamente hasta tomar asiento justo detrás de su escritorio
—Bueno, ahora que estamos más cómodos...— comenzó el anciano —¿Qué la ha traído hasta aquí?— cruzó ambas manos delante de sí, apoyando los codos en el escritorio [color=orange]—He de reconocer que estoy profundamente intrigado—
—Esto— la de Kusabi sacó desde un bolsillo interior de su chaqueta blanca el libro que había escrito el hombre que tenía justo en frente y lo colocó sobre la mesa antes de volver a recostarse.
—Interesante, muy interesante— el anciano agudizó la mirada por un instante y esbozó una leve sonrisa —Lo escribí hace mucho tiempo, me sorprende que lo haya podido encontrar...—
—Lo saqué de la biblioteca de Uzushiogakure— explicó la kunoichi —Fue uno de los muchos libros que saqué... últimamente me he pasado los días leyendo...—
—Le cuesta conciliar el sueño, ¿cierto?—
—¿Cómo lo ha...?— la perspicacia de ese hombre a veces era un tanto inquietante
—Yo también me abandono a la lectura cuando no puedo dormir, solo era una suposición— el hombre se recostó en su sillón —Acertada por lo que puedo deducir—
—Sí, desde lo del Torneo no he conseguido dormir bien— confesó la muchacha
—Es normal, aquello ha sido una tragedia que los que no estuvimos ni siquiera podemos atisbar—
—Pero no he venido por eso, lo que me ha traído aquí ha sido su libro— la joven quería comenzar a encauzar la conversación, no es que no disfrutase charlando con aquel hombre, es que necesitaba respuestas ya
—Comprendo— se meso un poco la barba, como si estuviese valorando responder a una pregunta que todavía no se le había formulado —¿Y qué es lo que quiere preguntarme?—
—¿De verdad cree que existe la Verdadera Justicia?— aquel concepto la había cautivado, una justicia libre de toda duda, libre de las sombras de la venganza
—Si no lo creyese, no habría escrito ni una sola palabra de ese libro— ni siquiera titubeo, su respuesta fue tan clara como las convicciones que la movían
—Entonces de verdad cree que el objetivo de Fuujin-sama... no era que cuidásemos de Kusabi...—
—Estoy sorprendido de que haya sabido leer tan bien entre lineas, pocas personas son las que han deducido de lo que hablo— esbozó una amplía sonrisa de satisfacción, como la de un maestro que acaba de ver como su alumno comprendía a la primera algo sumamente complicado
—Cualquier persona que haya estudiado el catequismo de Hyoutaki Kaze lo haría— quitó importancia la joven
[color=orange]—Quizás, querida— volvió a mesarse la barba —Pero no te ha traído hasta aquí dilucidar ese tema, lo que usted desea son por qués— Mitsuki asintió firmemente —Solo he visitado una vez Kusabi en toda mi vida y hará más de veinte años si la memoria no le falla a este viejo— esbozó una suave sonrisa al recordar —Jamás en mi vida había visto un lugar, donde las sombras de la guerra se hubiesen convertido en leyenda. A diferencia del continente, en Kusabi habéis convertido la paz en costumbre... el crimen en una mala anécdota— el anciano se levantó del sillón lentamente —Como comprenderás, eso me sorprendió tanto como a los Kusabienses la violencia del continente... así que me puse a pensar: ¿Por qué? ¿Por qué la manera de vivir es tan diferente si todos somos humanos?— se acercó hasta la enorme cristalera que tenía justo detrás de su escritorio —Me llevó tiempo, yo no era una persona creyente... creía que todo el credo del Viento no era más que superstición... hasta que vi aquel mundo... después de aquello, me dedique al estudio del catequismo... como nunca antes me había dedicado a otra cosa— se giro para mirar directamente a la joven que no apartaba los ojos de él —Viví tres años en el Templo— la peliblanca se sorprendió —Es cierto, en un saco de dormir en mitad de la gran bóveda. Fue duro, pero tener la oportunidad de estudiar aquellos textos mereció la pena—
—Hisami-sama nunca me contó esto—
—No es de extrañar, se enfadó muchísimo cuando publiqué ese libro— esbozó una media sonrisa —dijo que no había comprendido absolutamente nada, que todo fue una pérdida de tiempo y nunca más volvió a hablarme— dejó escapar un leve suspiro —pero eso no importa ahora, lo que importa es que mi trabajo te ha traído hasta aquí por qué tu si has visto lo mismo que yo he visto... pero temes que sea cierto—
—Significaría que todas mis predecesoras han estado equivocadas...—
—Significaría que no fueron capaces de ver más allá de su pueblo... ¿pero no es cierto que hay viento en todo Onindo?— el anciano tenía razón y algo se lo decía en su corazón —Fuujin-sama os eligió para que adminstraseis la justicia que os enseñó, os dio el don de la compasión, de la empatía, amabilidad, os doto de un amor incondiconal por el prójimo... y lo hizo para que fueseis la Verdadera Justicia, no solo en Kusabi... si no en todo Onindo... que llevaseis la paz de vuestra Kusabi a todo este maldito continente. Plagado de guerras, muerte sin sentido— el anciano golpeo el escritorio —pero tus antecesoras no fueron capaces de ver más allá, se quedaron cuidando de los suyos... de su familia... pero ¿no es cierto que os privan de familia para que trateis a todos por igual? ¿qué diferencia hay entre alguien del continente y de Kusabi?— la peliblanca contuvo el aliento ante aquello, no había respuesta... no era una pregunta, era la verdad —Fuujin-sama en su sabiduría hizo que poco a poco os vieseis forzadas a salir de Kusabi, por eso la sangre de los Hyuga se debilitó para que necesitaseis ir al continente...— tomó asiento de nuevo —Y estoy seguro de que me hizo conocer a Hisami-sama en está misma habitación para que hoy, tú y yo estemos sentados aquí mismo... llegando a la misma conclusión: Un viejo decrepito como yo y una hermosa joven como tú, unidos por una misma idea... una idea que me ha movido durante años y hace una semana empezó a moverte a ti...— colocó los brazos sobre el escritorio para coger el libro que la peliblanca había dejado sobre la mesa —Ahora que ya he respondido a tu pregunta... quiero que respondas a una mía... ¿Estás dispuesta a cargar con los deseos de nuestro señor, Fuujin?—
—Si es lo que mi señor quiere para mí, estoy dispuesta... pero soy demasiado débil...— respondió la joven peliblanca rememorando todo lo que le había ocurrido hasta ahora
—Tan sólo confía en Fuujin-sama, entrena y entrena... me encargaré de conseguirte ayuda, tengo un buen amigo que podrá encargarse de ti—
—Tiene razón, se lo agradezco— la joven hizo una pequeña reverencia con la cabeza
—Concéntrate en hacerte fuerte, te necesitamos para salvar a este mundo de sí mismo... muchos quieren salvarlo, pero a pesar de sus buenas intenciones están llevándolo al borde de la destrucción. Mira lo que ocurrió con Kusagakure, por evitar un mal crearon otro mayor... ¡Debemos salvar este mundo, incluso de los que quieren salvarlo!—
—Si— aquel día, todo cambió para siempre