3/07/2016, 21:25
— Ah, pues... Nada de eso. Solo le estaba preguntando si había visto al osito... —respondió su compañero, y por un instante a Ayame le pareció que le esquivaba la mirada a propósito. Debían de ser imaginaciones suyas, ¿qué razón iba a tener para hacer eso?—. Pero al parecer pensó que quería robarle el suyo o algo así. Ya sabes, estos críos son muy difíciles de tratar...
—Vaya... pues menos mal que la cosa no llegó a más. Los niños pueden llegar a ser muy agresivos —le dijo, con una sonrisa nerviosa.
Al fin salieron de la arena. Los dos samurais que la custodiaron no tardaron en reconocer al niño en el que se había transformado Juro y preguntaron por su compañero, pero Ayame se abalanzó a responder entre ligeros tartamudeos que había decidido quedarse para terminar de despejar el estadio. Después de aquello, y entre abundantes sudores fríos, aceleraron el paso para salir de aquel lugar cuanto antes. Ayame aprovechó para deshacer su transformación metiéndose en un pasillo alejado de las miradas de terceras personas. Afortunadamente, la mayor parte del público ya había abandonado el edificio, por lo que la multitud era mucho menor que cuando se habían encontrado y menor era por tanto la posibilidad de que alguien pudiera haberla descubierto. Juro y Ayame también salieron al exterior después de varios minutos y cuando miraron a su alrededor se dieron cuenta de que...
—Oye... ¿dónde está la niña? —preguntó Ayame, intercambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra.
Y es que, por mucho que miraran, por mucho que buscaran, entre las pocas personas que quedaban fuera dl estadio no estaba la niña a la que habían prometido devolver el osito. Ni tampoco sus padres.
—Se ha... ido... ¿Y ahora qué?
—Vaya... pues menos mal que la cosa no llegó a más. Los niños pueden llegar a ser muy agresivos —le dijo, con una sonrisa nerviosa.
Al fin salieron de la arena. Los dos samurais que la custodiaron no tardaron en reconocer al niño en el que se había transformado Juro y preguntaron por su compañero, pero Ayame se abalanzó a responder entre ligeros tartamudeos que había decidido quedarse para terminar de despejar el estadio. Después de aquello, y entre abundantes sudores fríos, aceleraron el paso para salir de aquel lugar cuanto antes. Ayame aprovechó para deshacer su transformación metiéndose en un pasillo alejado de las miradas de terceras personas. Afortunadamente, la mayor parte del público ya había abandonado el edificio, por lo que la multitud era mucho menor que cuando se habían encontrado y menor era por tanto la posibilidad de que alguien pudiera haberla descubierto. Juro y Ayame también salieron al exterior después de varios minutos y cuando miraron a su alrededor se dieron cuenta de que...
—Oye... ¿dónde está la niña? —preguntó Ayame, intercambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra.
Y es que, por mucho que miraran, por mucho que buscaran, entre las pocas personas que quedaban fuera dl estadio no estaba la niña a la que habían prometido devolver el osito. Ni tampoco sus padres.
—Se ha... ido... ¿Y ahora qué?