7/07/2016, 21:13
Fue a su lugar de carnívoros a desayunar, como cualquier otro día, unos ricos huevos revueltos con bacon, total, ya se sabe que lo que no te mata te hace más fuerte y siendo shinobi necesitas de muchas proteínas y cosas ricas para empezar el día con energía. Por extraño que pareciera, el camino hasta ese restaurante donde te daban carne y amor en cantidades industriales nunca se le olvidaba. Era la magia del bacon.
Y ahí estaba él, el amigable y obeso Nabi, comiendo como si le fuera la vida en ello, y vaya si le iba la vida en ello. Cuando llevaba medio plato de aquel suculento manjar de los dioses que solo podías saborear en ese exclusivo y único lugar en todo Uzushiogakure, una cabellera azul apareció entre la muchedumbre que iba y venia por delante del local. Le fue del canto de un duro echarlo todo en el plato y salir por patas detrás de ella, pero logró controlar su estomago y su traquea para que todo siguiera el camino que debía seguir. Aún así se dejó casi un cuarto de plato, se despidió de su bacon y, dejando el dinero al lado del plato, se fue detrás de la muchacha.
Pero la cantidad de gente que se encontraba interpuesta era demasiado grande, apenas podía ver a lo lejos su melena mientras se intentaba abrir paso. Sí, podría haber escalado el edificio más cercano y haber ido por los tejados, más fácil y más practico y más de todo. ¿Por qué no lo había hecho? Porque entonces ella se hubiera dado cuenta y no hubiera sido una sorpresa. Y la sorpresa era lo más importante.
Pasaron algunas calles y cuando juraría que ya había perdido el rastro de la muchacha se encontró con la costa delante de su cara y, efectivamente, ni rastro de la kunoichi. Decidió darse una vuelta por la playa a ver si se encontraba con alguien o algo que le pudiera indicar algo.
Y ahí estaba él, el amigable y obeso Nabi, comiendo como si le fuera la vida en ello, y vaya si le iba la vida en ello. Cuando llevaba medio plato de aquel suculento manjar de los dioses que solo podías saborear en ese exclusivo y único lugar en todo Uzushiogakure, una cabellera azul apareció entre la muchedumbre que iba y venia por delante del local. Le fue del canto de un duro echarlo todo en el plato y salir por patas detrás de ella, pero logró controlar su estomago y su traquea para que todo siguiera el camino que debía seguir. Aún así se dejó casi un cuarto de plato, se despidió de su bacon y, dejando el dinero al lado del plato, se fue detrás de la muchacha.
Pero la cantidad de gente que se encontraba interpuesta era demasiado grande, apenas podía ver a lo lejos su melena mientras se intentaba abrir paso. Sí, podría haber escalado el edificio más cercano y haber ido por los tejados, más fácil y más practico y más de todo. ¿Por qué no lo había hecho? Porque entonces ella se hubiera dado cuenta y no hubiera sido una sorpresa. Y la sorpresa era lo más importante.
Pasaron algunas calles y cuando juraría que ya había perdido el rastro de la muchacha se encontró con la costa delante de su cara y, efectivamente, ni rastro de la kunoichi. Decidió darse una vuelta por la playa a ver si se encontraba con alguien o algo que le pudiera indicar algo.
—Nabi—