8/07/2016, 14:39
Kondor observaba el cielo del atardecer desde lo alto de la cueva artificial que le habían regalado los miembros de la aldea para guarecerse de las inclemencias del tiempo y que le servía como refugio. La aldea de Uzu estaba plagada de esas cuevas que se solían aglomerar de forma vertical y donde se retiraban a descansar y vivir el resto de ciudadanos. Las llamaban casas.
Kondor no conocía la comodidad de un buen hogar, por lo que tampoco la necesitaba. Prefería mil veces subirse al tejado, al aire libre, y observar la aldea desde lo alto. Poco a poco se iba haciendo a las costumbres de la civilización. Había por lo visto otro tipo de cuevas en las que no se descansaba (o no se suele descansar) si no que guardan grandes reservas de comida a las que se puede acceder a cambio de algo llamado dinero... El dinero, unos papeles y unas piedrecitas brillantes que los ciudadanos ganaban haciendo favores a otros a cambio. La sociedad era demasiado complicada para Kondor.
- Jamás entenderé lo complicado que es este mundo -pensó Kondor. Y acto seguido se dirigió a la playa. La larga extensión de agua salada le ayudaba a relajarse y a calmar sus pensamientos. Unicamente vestido con su chaleco, su pantalón y su bandana, Kondor saltó de tejado en tejado en dirección a las Costas del Remolino.
El ocaso estaba en pleno apogeo cuando Kondor llegó a la playa. Se sentó en su cala favorita, en cuclillas rodeando sus piernas con los brazos. Allí disfrutó de la agradable brisa del mar, de su penetrante olor a sal y humedad y de la impresionante vista de la gran bola de fuego que poco a poco iba desapareciendo por el horizonte. Un poco más calmado, siguió analizando las dificultades que le planteaba aprender las costumbres de una sociedad a la que, supuestamente, pertenecía.
Kondor no conocía la comodidad de un buen hogar, por lo que tampoco la necesitaba. Prefería mil veces subirse al tejado, al aire libre, y observar la aldea desde lo alto. Poco a poco se iba haciendo a las costumbres de la civilización. Había por lo visto otro tipo de cuevas en las que no se descansaba (o no se suele descansar) si no que guardan grandes reservas de comida a las que se puede acceder a cambio de algo llamado dinero... El dinero, unos papeles y unas piedrecitas brillantes que los ciudadanos ganaban haciendo favores a otros a cambio. La sociedad era demasiado complicada para Kondor.
- Jamás entenderé lo complicado que es este mundo -pensó Kondor. Y acto seguido se dirigió a la playa. La larga extensión de agua salada le ayudaba a relajarse y a calmar sus pensamientos. Unicamente vestido con su chaleco, su pantalón y su bandana, Kondor saltó de tejado en tejado en dirección a las Costas del Remolino.
El ocaso estaba en pleno apogeo cuando Kondor llegó a la playa. Se sentó en su cala favorita, en cuclillas rodeando sus piernas con los brazos. Allí disfrutó de la agradable brisa del mar, de su penetrante olor a sal y humedad y de la impresionante vista de la gran bola de fuego que poco a poco iba desapareciendo por el horizonte. Un poco más calmado, siguió analizando las dificultades que le planteaba aprender las costumbres de una sociedad a la que, supuestamente, pertenecía.