8/07/2016, 16:44
El joven sostenía la soga con firmeza, a la espera de que la sospechosa decidiese colaborar… Pobre novato; La muchacha realizó un rápido movimiento de su brazo, como si deseara espantar a un molesto insecto, y la cuerda se cortó como por arte de magia ante sus lentos e inexpertos ojos.
—Voy a ir, pero por voluntad propia, ¿entendiste? —Soltó severa, fulminando al oficial con la mirada.
El muchacho retrocedió intimidado, y desde entonces se mantuvo así mismo a una distancia prudencial de la kunoichi.
Otro oficial se acercó prontamente hacia donde yacía esperando el peliblanco. También se plantó delante con una cuerda para sujetar sus manos, solo que luego de ver lo sucedido con su compañero se mostraba un tanto inseguro. Kazuma ofreció, con suma amabilidad, sus manos para que se las ataran como mejor les pareciera. «No es que sea mucho problema de todos modos.» Se las amarraron de forma compleja e intrincada, pero deshacerse de aquellas restricciones era un juego de niños para un ninja con entrenamiento. Lo importante era dar la impresión de que estaba dispuesto a colaborar, de forma que el asunto pudiera resolverse con la mayor prontitud y facilidad.
—Moved el culo de una puta vez… —Exigió al guardia que pareció dispuesto a atarla de manos.
—Que el grupo de Matsuda se quede para ayudar a mantener el orden —exigió con voz grave y autoritaria—. Los demás nos vamos a la estación. ¡En marcha!
Con aquella orden comenzaron a caminar detrás de aquel sujeto, dejando atrás la tienda y a un pequeño grupo de efectivos. El oficial de mayor rango, el grandulón, iba al frente, liderando la caminata. Los demás se mantenían unos pasos detrás de él en una especie de formación que dejaba a los tres sospechosos en el centro del grupo, dificultando cualquier posible intento de escape.
«Ahora que me fijo…» Recién en aquel momento, luego de cinco minutos de caminata, fue que el Ishimura se fijó en el hecho de que un tercero estaba acompañándolos. «Es extraño… No sé porqué es tan difícil notarlo.» Quizás fuese porque su atención había estado centrada en la pelirroja, a la espera de que intentase escapar o algo similar.
Aquel ladronzuelo tenía un aspecto común y un poco cutre; Era de estatura media y piel bronceada, con ojos pequeños y un semblante de pocos amigos. Tenía un gorro feo gorro amarillo que dejaba escapar algunas canas, y que permitían aproximar su edad. El sujeto no tenía nada de resaltante, excepto por dos cosas; Su imperturbable rostro, que prácticamente tenía escrito la palabra “culpable”, y lo extraordinariamente débil que era su presencia, tanto así que era muy fácil distraerse con una pared y olvidar que el sujeto estaba caminando a su lado.
Caminaron otros diez minutos bajo el nublado y frío cielo invernal. Se detuvieron frente a un gran edificio cuyos muros color rojo brillante lastimaban la vista. Por supuesto no era la estación de policía, sino un negocio que se encontraba a medio camino.
—Tengo unos asuntos pendiente aquí —dijo con cierto tono de complicidad—, descansaremos un poco hasta que los termine… Pero ni se les ocurra bajar la guardia, recuerden que estamos de servicio.
—Pero esto es… —Susurro en voz baja.
Como si hubiesen percibido la cercanía de un ingreso monetario, algunas personas comenzaron a salir del establecimiento. Todas eran mujeres, con ropas que iban desde lujosas hasta unas un tanto provocativas. No hacía falta que Kazuma leyera el gran letrero que estaba fuera de su alcance visual, pues era más que obvio que el grupo se había detenido en un prostíbulo. Casualmente era el que se encontraba a tan solo una calle de la plaza donde el moreno y la muchacha “problemática” se habían conocido en horas de la mañana.
Mientras el jefe del grupo entablaba conversación con una bonita y, de gráciles movimientos, señora de generosas proporciones, los demás se colocaron junto a una pared en espera de lo que pudiese pasar. Los sospechosos quedaron un poco separados mientras pasaba el rato.
Desde la posición de Ritsuko y Kazuma se podría escuchar la conversación del grandulón y ver un poco sus gestos y movimientos.
—Vamos, Jefe Banryoku, es un día frío y adentro hay un lecho cálido, ¿Por qué no pasamos y nos relajamos un poco? —Preguntó mientras paseaba un dedo por su quijada.
—No lo sé, es que solo he pasado a saludar… Además, sabes que estoy en servicio. —Alego con poca convicción.
—Jejeje —rió con complicidad—. Pero, siempre dices eso y siempre terminas desatando tu lujuria sobre mí… ¿Por qué sería diferente en esta ocasión? —Preguntó, mientras se arrimaba hacia él.
—Diablos, Tatsuko… Tus artimañas son tan efectivas como siempre… —Dijo, rindiéndose a los encantos de aquella mujer.
El jefe se dejó llevar del brazo hasta entrar en la casa roja. Luego de unos instantes un grupo de mujeres se acercó al encuentro de los vigilantes. Debió ser algo premeditado y acordado, pues la cantidad de “damas” era exactamente la misma que de oficiales.
En cierto punto, todos en la escolta se encontraba embobados en aquel conversar que tenían. Justo entonces la atención de la pelirroja estaba en un sitio y la del peliblanco en otro.
—Nah, solo estamos llevando a algunos alborotadores al cuartel —era lo que podía escuchar Ritsuko—. Han tenido suerte de que el causante del problema fuese atrapado, solo tendrán que soportar un sermón, testificar y entonces ya no serán nuestro problema.
—Cierto —contesto otro, el cual también fue escuchado por la nativa de Taki—. Si el jefe los hubiese capturado a ellos dos nada más… Lo más probable es que hubiese buscado la forma de condenarlos y ponerles una multa millonaria —rió mientras abrazaba a una mujer delgada y escasamente vestida—. Digo, según él; el chico es solo un pobretón que quiere vestirse como rico, pero la muchacha es, sin duda, una de esa ricachonas excéntricas.
Mientras tanto…
Kazuma se mantenía ocupado viendo como las nubes giraban, se fusionaban y se volvían a separar en la caótica danza de los vientos invernales. En cierto punto perdió el interés y decidió pasear su vista por los alrededores. Solo había guardias y prostitutas. «Y esa chica problemática.» Nada más, eso era todo lo que podía observar. «Pero… No…» Claro, lo había olvidado; En aquel sitio tenía que haber algo más «¿Dónde está aquel ratero?»
Aprovechando la distracción, el principal sospechoso se dio a la fuga. Kazuma trato de moverse para buscarle, pero olvidó que tenía las manos atadas a la espalda y cayó al suelo. En medio de las risas que aquello provocó, pudo ver como en el callejón que daba a la parte trasera de aquel sitio, había una puerta abierta y en el suelo aquel feo sombrero amarillo que había estado llevando el prófugo.
El de cabellos blancos se limitó a poner cara de incomodidad y a mirar ocasionalmente en dirección a la pelirroja, que a lo mucho estaría a un metro y medio de él. Tan poco normal era su actitud que eventualmente la muchacha tendría que notarla, mas no así los guardias que tan distraídos estaban.
—Voy a ir, pero por voluntad propia, ¿entendiste? —Soltó severa, fulminando al oficial con la mirada.
El muchacho retrocedió intimidado, y desde entonces se mantuvo así mismo a una distancia prudencial de la kunoichi.
Otro oficial se acercó prontamente hacia donde yacía esperando el peliblanco. También se plantó delante con una cuerda para sujetar sus manos, solo que luego de ver lo sucedido con su compañero se mostraba un tanto inseguro. Kazuma ofreció, con suma amabilidad, sus manos para que se las ataran como mejor les pareciera. «No es que sea mucho problema de todos modos.» Se las amarraron de forma compleja e intrincada, pero deshacerse de aquellas restricciones era un juego de niños para un ninja con entrenamiento. Lo importante era dar la impresión de que estaba dispuesto a colaborar, de forma que el asunto pudiera resolverse con la mayor prontitud y facilidad.
—Moved el culo de una puta vez… —Exigió al guardia que pareció dispuesto a atarla de manos.
—Que el grupo de Matsuda se quede para ayudar a mantener el orden —exigió con voz grave y autoritaria—. Los demás nos vamos a la estación. ¡En marcha!
Con aquella orden comenzaron a caminar detrás de aquel sujeto, dejando atrás la tienda y a un pequeño grupo de efectivos. El oficial de mayor rango, el grandulón, iba al frente, liderando la caminata. Los demás se mantenían unos pasos detrás de él en una especie de formación que dejaba a los tres sospechosos en el centro del grupo, dificultando cualquier posible intento de escape.
«Ahora que me fijo…» Recién en aquel momento, luego de cinco minutos de caminata, fue que el Ishimura se fijó en el hecho de que un tercero estaba acompañándolos. «Es extraño… No sé porqué es tan difícil notarlo.» Quizás fuese porque su atención había estado centrada en la pelirroja, a la espera de que intentase escapar o algo similar.
Aquel ladronzuelo tenía un aspecto común y un poco cutre; Era de estatura media y piel bronceada, con ojos pequeños y un semblante de pocos amigos. Tenía un gorro feo gorro amarillo que dejaba escapar algunas canas, y que permitían aproximar su edad. El sujeto no tenía nada de resaltante, excepto por dos cosas; Su imperturbable rostro, que prácticamente tenía escrito la palabra “culpable”, y lo extraordinariamente débil que era su presencia, tanto así que era muy fácil distraerse con una pared y olvidar que el sujeto estaba caminando a su lado.
Caminaron otros diez minutos bajo el nublado y frío cielo invernal. Se detuvieron frente a un gran edificio cuyos muros color rojo brillante lastimaban la vista. Por supuesto no era la estación de policía, sino un negocio que se encontraba a medio camino.
—Tengo unos asuntos pendiente aquí —dijo con cierto tono de complicidad—, descansaremos un poco hasta que los termine… Pero ni se les ocurra bajar la guardia, recuerden que estamos de servicio.
—Pero esto es… —Susurro en voz baja.
Como si hubiesen percibido la cercanía de un ingreso monetario, algunas personas comenzaron a salir del establecimiento. Todas eran mujeres, con ropas que iban desde lujosas hasta unas un tanto provocativas. No hacía falta que Kazuma leyera el gran letrero que estaba fuera de su alcance visual, pues era más que obvio que el grupo se había detenido en un prostíbulo. Casualmente era el que se encontraba a tan solo una calle de la plaza donde el moreno y la muchacha “problemática” se habían conocido en horas de la mañana.
Mientras el jefe del grupo entablaba conversación con una bonita y, de gráciles movimientos, señora de generosas proporciones, los demás se colocaron junto a una pared en espera de lo que pudiese pasar. Los sospechosos quedaron un poco separados mientras pasaba el rato.
Desde la posición de Ritsuko y Kazuma se podría escuchar la conversación del grandulón y ver un poco sus gestos y movimientos.
—Vamos, Jefe Banryoku, es un día frío y adentro hay un lecho cálido, ¿Por qué no pasamos y nos relajamos un poco? —Preguntó mientras paseaba un dedo por su quijada.
—No lo sé, es que solo he pasado a saludar… Además, sabes que estoy en servicio. —Alego con poca convicción.
—Jejeje —rió con complicidad—. Pero, siempre dices eso y siempre terminas desatando tu lujuria sobre mí… ¿Por qué sería diferente en esta ocasión? —Preguntó, mientras se arrimaba hacia él.
—Diablos, Tatsuko… Tus artimañas son tan efectivas como siempre… —Dijo, rindiéndose a los encantos de aquella mujer.
El jefe se dejó llevar del brazo hasta entrar en la casa roja. Luego de unos instantes un grupo de mujeres se acercó al encuentro de los vigilantes. Debió ser algo premeditado y acordado, pues la cantidad de “damas” era exactamente la misma que de oficiales.
En cierto punto, todos en la escolta se encontraba embobados en aquel conversar que tenían. Justo entonces la atención de la pelirroja estaba en un sitio y la del peliblanco en otro.
—Nah, solo estamos llevando a algunos alborotadores al cuartel —era lo que podía escuchar Ritsuko—. Han tenido suerte de que el causante del problema fuese atrapado, solo tendrán que soportar un sermón, testificar y entonces ya no serán nuestro problema.
—Cierto —contesto otro, el cual también fue escuchado por la nativa de Taki—. Si el jefe los hubiese capturado a ellos dos nada más… Lo más probable es que hubiese buscado la forma de condenarlos y ponerles una multa millonaria —rió mientras abrazaba a una mujer delgada y escasamente vestida—. Digo, según él; el chico es solo un pobretón que quiere vestirse como rico, pero la muchacha es, sin duda, una de esa ricachonas excéntricas.
Mientras tanto…
Kazuma se mantenía ocupado viendo como las nubes giraban, se fusionaban y se volvían a separar en la caótica danza de los vientos invernales. En cierto punto perdió el interés y decidió pasear su vista por los alrededores. Solo había guardias y prostitutas. «Y esa chica problemática.» Nada más, eso era todo lo que podía observar. «Pero… No…» Claro, lo había olvidado; En aquel sitio tenía que haber algo más «¿Dónde está aquel ratero?»
Aprovechando la distracción, el principal sospechoso se dio a la fuga. Kazuma trato de moverse para buscarle, pero olvidó que tenía las manos atadas a la espalda y cayó al suelo. En medio de las risas que aquello provocó, pudo ver como en el callejón que daba a la parte trasera de aquel sitio, había una puerta abierta y en el suelo aquel feo sombrero amarillo que había estado llevando el prófugo.
El de cabellos blancos se limitó a poner cara de incomodidad y a mirar ocasionalmente en dirección a la pelirroja, que a lo mucho estaría a un metro y medio de él. Tan poco normal era su actitud que eventualmente la muchacha tendría que notarla, mas no así los guardias que tan distraídos estaban.