21/05/2015, 16:27
El rubio hizo una mueca hacia un lado mientras leía el panfleto del listado de comidas y bebidas. En su mente habían mil cosas sabrosas que poder tomar, en el antro éste sin embargo no parecía haber un amplio listado de manjares. ¿Por qué habría tanta mente cerrada en las cocinas? Diantres... ésto no iba bien. El clasicismo está bien, pero en la comida ha de haber un buen catálogo, no lo de siempre. La elección no quedaba demasiado mas amplia a tomar un bol de ramen o pillar unas brochetas de carne frita.
Entre que tenía la mueca enfrascada, la mesera acudió a la mesa. Inesperadamente le interrumpió la casi lectura, y le preguntó que deseaba. El pobre rubio se cortó un poco, y desistió en hacerle una broma fácil. Directamente pidió un par de brochetas de carne y unas cuantas patatas hervidas. Eso estaría medio bien para cenar, si.
La mesera acudió a preparar su pedido, o al menos a dar las instrucciones necesarias al que se encargase de ello. El Yotsuki dejó caer un suspiro, y bajó la mirada de nuevo a la carta. Alzando una ceja, quedó ensimismado por un instante. Realmente le parecía absurdo abrir un local de comida para tan poca variedad... De pronto, alguien lo interrumpió de nuevo. En la mesa de al lado, un chico de cabellera larga y violácea le pidió con bastante educación el salero que tenía él. El joven observó el tarro, y al hacerlo cayó en cuenta. Si, en su mesa había dos saleros. ¿Por qué?
— Ostras, perdón... no me dí cuenta. — Se disculpó ante el chico. — Aquí tienes. —
Sin demora, tomó el salero y se lo ofreció al chico. Al hacerlo, concretamente al volver a mirarlo, cayó en cuenta. Aquél chico era ese del que tanto habían rumoreado... el hijo del traidor. No era de extrañar que comiese solo, a decir verdad no le sorprendía. Éste chico había sido marginado de una forma abismal, raro era que lo atendiesen bien en éste local... quizás hasta hubiese sido la misma mesera quien le había quitado el salero.
"¿Será verdad ese dicho que data "de tal palo, tal astilla"?"
Casi al instante, su pedido llegó a la mesa. El rubio le agradeció a la chica el habérselo traído, pese a que no era exactamente lo que le apetecía comer. Pero en fin, tampoco quería arriesgar a buscar otro sitio, y que resultase peor. No comer normalmente fuera acarrea éste tipo de problemas...
— Siendo el hijo de un traidor, será difícil encontrar sitios de comer donde no te escupan en lo que pides, ¿no? —
Sin vergüenza alguna, el chico dejó esa estaca en el aire. ¿Sería éste chico un vampiro?
Entre que tenía la mueca enfrascada, la mesera acudió a la mesa. Inesperadamente le interrumpió la casi lectura, y le preguntó que deseaba. El pobre rubio se cortó un poco, y desistió en hacerle una broma fácil. Directamente pidió un par de brochetas de carne y unas cuantas patatas hervidas. Eso estaría medio bien para cenar, si.
La mesera acudió a preparar su pedido, o al menos a dar las instrucciones necesarias al que se encargase de ello. El Yotsuki dejó caer un suspiro, y bajó la mirada de nuevo a la carta. Alzando una ceja, quedó ensimismado por un instante. Realmente le parecía absurdo abrir un local de comida para tan poca variedad... De pronto, alguien lo interrumpió de nuevo. En la mesa de al lado, un chico de cabellera larga y violácea le pidió con bastante educación el salero que tenía él. El joven observó el tarro, y al hacerlo cayó en cuenta. Si, en su mesa había dos saleros. ¿Por qué?
— Ostras, perdón... no me dí cuenta. — Se disculpó ante el chico. — Aquí tienes. —
Sin demora, tomó el salero y se lo ofreció al chico. Al hacerlo, concretamente al volver a mirarlo, cayó en cuenta. Aquél chico era ese del que tanto habían rumoreado... el hijo del traidor. No era de extrañar que comiese solo, a decir verdad no le sorprendía. Éste chico había sido marginado de una forma abismal, raro era que lo atendiesen bien en éste local... quizás hasta hubiese sido la misma mesera quien le había quitado el salero.
"¿Será verdad ese dicho que data "de tal palo, tal astilla"?"
Casi al instante, su pedido llegó a la mesa. El rubio le agradeció a la chica el habérselo traído, pese a que no era exactamente lo que le apetecía comer. Pero en fin, tampoco quería arriesgar a buscar otro sitio, y que resultase peor. No comer normalmente fuera acarrea éste tipo de problemas...
— Siendo el hijo de un traidor, será difícil encontrar sitios de comer donde no te escupan en lo que pides, ¿no? —
Sin vergüenza alguna, el chico dejó esa estaca en el aire. ¿Sería éste chico un vampiro?