15/07/2016, 12:40
—Qué gran falta de respeto —dijo, fingiendo indignación—. De chico, se me enseño que a los descarriados que no respetan a sus mayores se les endereza dándoles una buena tunda.
— ¡Toda la razón, hijo! — exclamó la anciana, feliz por encontrar a alguien que compartiera su indignación — Si estuvieran en mis tiempos...
Pronto, Kazuma comenzó a trazar su artimaña. Acabo soltando un breve discurso revelando sus intenciones al final; Quería saber todo lo posible que supiese la anciana para poder hacer pagar a los culpables su justo castigo. La anciana lo escuchó pacientemente. Abrió la boca más de una vez en mitad del discurso, pero se limitó a permanener callada hasta el reclamo final de Kazuma.
—¿Qué me dice, señora? ¿Sabe algo que pueda ayudar a este amante del orden y del respeto a capturar a los vándalos que han agredido su hogar?
— Por supuesto, señor ninja — respondió la anciana, con más respeto hacia Kazuma — Le diré todo lo que vi aquella noche, con pelos y señales.
La anciana carraspeó, como si quisiera aclararse la garganta, y tras eso comenzó a hablar.
-Verá… Esa noche estaba yo en mi cama, intentando dormir. Cuando entonces, oí un ruido extraño. Eran las doce de la noche. Debe saber señor ninja, que yo soy de sueño ligero, desde pequeñita. Cuando mis padres vivían, siempre sabía cuándo se levantaban. Un día, alguno de mis padres se dejó la ventana abierta en mi cuarto, y no pude pegar ojo con el viento que hacía. Hacia un vendaval…
La mujer rió entre dientes, mientras se enrollaba cada vez más y más, alejándose de la idea principal...
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— No, por lo menos hay un adulto implicado. Los niños y los adolescentes no son ni tan cuidadosos ni tan pulcros.
Juro asintió, aunque casi da un respingo cuando Nabi le contestó. Nunca había esperado llegar a tanto.
Tanto Nabi como Juro se habían quedado solos después de que Kazuma se fuese, de eso ya se había dado cuenta. También se había dado cuenta de que Nabi no parecía haberle gustado mucho. O quizá era su imaginación. Realmente con ese aspecto tan frío y antipático parecía que nada le gustase mucho.
— ¿Qué piensas de Kazuma?
La pregunta le pilló tan de sorpresa que por un momento dejó el cepillo y se volvió. ¿Por qué lo había hecho? No lo supo, pero el tono cortante que uso ayudó bastante a su sorpresa.
Regresó al cepillo y a mirar la pared, tratando de disimular la sorpresa. Siguió frotando, aunque en realidad se estaba cansando bastante. Debía de ser cuidadoso con sus palabras.
— Parece un buen tipo, aunque es un poco raro. — contestó, sintiendo el impulso de cruzarse de brazos — Me inquieta un poco que se pasee con esa espada, pero podría decirse lo mismo de mi. No parece del tipo de persona que fuese a atacar a alguien sin motivo, pero me gusta esa autoridad que desprende.
Esas fueron sus palabras. Ni más ni menos. Ni insultantes, ni alagadoras. Él mismo pensó que había una especie de equilibro entre cumpidos y defectos. Era lo justo.
— ¿Y tú? ¿Qué opinas? — preguntó, al fin.
— ¡Toda la razón, hijo! — exclamó la anciana, feliz por encontrar a alguien que compartiera su indignación — Si estuvieran en mis tiempos...
Pronto, Kazuma comenzó a trazar su artimaña. Acabo soltando un breve discurso revelando sus intenciones al final; Quería saber todo lo posible que supiese la anciana para poder hacer pagar a los culpables su justo castigo. La anciana lo escuchó pacientemente. Abrió la boca más de una vez en mitad del discurso, pero se limitó a permanener callada hasta el reclamo final de Kazuma.
—¿Qué me dice, señora? ¿Sabe algo que pueda ayudar a este amante del orden y del respeto a capturar a los vándalos que han agredido su hogar?
— Por supuesto, señor ninja — respondió la anciana, con más respeto hacia Kazuma — Le diré todo lo que vi aquella noche, con pelos y señales.
La anciana carraspeó, como si quisiera aclararse la garganta, y tras eso comenzó a hablar.
-Verá… Esa noche estaba yo en mi cama, intentando dormir. Cuando entonces, oí un ruido extraño. Eran las doce de la noche. Debe saber señor ninja, que yo soy de sueño ligero, desde pequeñita. Cuando mis padres vivían, siempre sabía cuándo se levantaban. Un día, alguno de mis padres se dejó la ventana abierta en mi cuarto, y no pude pegar ojo con el viento que hacía. Hacia un vendaval…
La mujer rió entre dientes, mientras se enrollaba cada vez más y más, alejándose de la idea principal...
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— No, por lo menos hay un adulto implicado. Los niños y los adolescentes no son ni tan cuidadosos ni tan pulcros.
Juro asintió, aunque casi da un respingo cuando Nabi le contestó. Nunca había esperado llegar a tanto.
Tanto Nabi como Juro se habían quedado solos después de que Kazuma se fuese, de eso ya se había dado cuenta. También se había dado cuenta de que Nabi no parecía haberle gustado mucho. O quizá era su imaginación. Realmente con ese aspecto tan frío y antipático parecía que nada le gustase mucho.
— ¿Qué piensas de Kazuma?
La pregunta le pilló tan de sorpresa que por un momento dejó el cepillo y se volvió. ¿Por qué lo había hecho? No lo supo, pero el tono cortante que uso ayudó bastante a su sorpresa.
Regresó al cepillo y a mirar la pared, tratando de disimular la sorpresa. Siguió frotando, aunque en realidad se estaba cansando bastante. Debía de ser cuidadoso con sus palabras.
— Parece un buen tipo, aunque es un poco raro. — contestó, sintiendo el impulso de cruzarse de brazos — Me inquieta un poco que se pasee con esa espada, pero podría decirse lo mismo de mi. No parece del tipo de persona que fuese a atacar a alguien sin motivo, pero me gusta esa autoridad que desprende.
Esas fueron sus palabras. Ni más ni menos. Ni insultantes, ni alagadoras. Él mismo pensó que había una especie de equilibro entre cumpidos y defectos. Era lo justo.
— ¿Y tú? ¿Qué opinas? — preguntó, al fin.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60