25/07/2016, 17:20
Para cuando ambos reposaban la comida, y sendos shinobis meditaban sobre cómo empezar a movilizarse, Mogura sugirió que la opción mas viable sería que la silla tuviese ruedas. La verdad, no sonaba tan ridículo, casi parecía haberle leído la mente al mencionar que no iba ni a poder moverse para llegar a casa. Un mecánico hubiese venido de fábula en esos momentos, mas aún uno especializado en vehículos de autopropulsión. Obviamente que tuviese ruedas no era el único deseo, había de moverse sola la silla.
Katomi preguntó si era momento de solicitar la cuenta, y el chico no tardó en dar el visto bueno. Para entonces la chica ya había localizado a la camarera, cuya atención llamó alzando la mano. La chica, que no carecía de atención sobre los comensales, no tardó ni dos segundos en darse cuenta de que la requerían en la mesa. De inmediato se acercó hasta los genin. —¿Desean algo mas?
—Si, ¿podría traernos la cuenta, por favor?— Respondió de inmediato la de orbes color carmesí.
—Claro, en seguida les traigo la cuenta.
La camarera se puso manos a la obra, sin tomar descanso alguno se dirigió hacia la barra principal, donde seguramente solicitó a la encargada de la caja la cuenta de la mesa. Entre tanto, la peliblanco había aprovechado para sacar de su bolsillo un monedero de goma color verde. Éste monedero tenía las características faciales de una rana, aunque tenía una clara caracterización chibi de el mencionado animal; sus ojos eran enormes, y tenía unas mejillas sonrosadas, así como una boca minúscula.
Apenas pasado un par de minutos, la tendera regresó con un plato de metal sobre el que se hallaba pinzado un papel; la cuenta. —Espero que todo haya sido de vuestro agrado.
La peliblanco tomó la iniciativa, acercándose el plato levemente par ver el presupuesto total. La cantidad de dinero que les era requerida por semejante banquete era de risa. Sin demora, buscó en el monedero unas cuantas monedas, lo que mas o menos equivaldría a la mitad del precio total.
—Ni se te ocurra intentar invitarme...— Advirtió la chica, solo por si acaso. Continuó entonces recontando las monedas, haciendo quizás tiempo para que su compañero de mesa viese también lo que le correspondía pagar.
Katomi preguntó si era momento de solicitar la cuenta, y el chico no tardó en dar el visto bueno. Para entonces la chica ya había localizado a la camarera, cuya atención llamó alzando la mano. La chica, que no carecía de atención sobre los comensales, no tardó ni dos segundos en darse cuenta de que la requerían en la mesa. De inmediato se acercó hasta los genin. —¿Desean algo mas?
—Si, ¿podría traernos la cuenta, por favor?— Respondió de inmediato la de orbes color carmesí.
—Claro, en seguida les traigo la cuenta.
La camarera se puso manos a la obra, sin tomar descanso alguno se dirigió hacia la barra principal, donde seguramente solicitó a la encargada de la caja la cuenta de la mesa. Entre tanto, la peliblanco había aprovechado para sacar de su bolsillo un monedero de goma color verde. Éste monedero tenía las características faciales de una rana, aunque tenía una clara caracterización chibi de el mencionado animal; sus ojos eran enormes, y tenía unas mejillas sonrosadas, así como una boca minúscula.
Apenas pasado un par de minutos, la tendera regresó con un plato de metal sobre el que se hallaba pinzado un papel; la cuenta. —Espero que todo haya sido de vuestro agrado.
La peliblanco tomó la iniciativa, acercándose el plato levemente par ver el presupuesto total. La cantidad de dinero que les era requerida por semejante banquete era de risa. Sin demora, buscó en el monedero unas cuantas monedas, lo que mas o menos equivaldría a la mitad del precio total.
—Ni se te ocurra intentar invitarme...— Advirtió la chica, solo por si acaso. Continuó entonces recontando las monedas, haciendo quizás tiempo para que su compañero de mesa viese también lo que le correspondía pagar.