3/08/2016, 12:39
—Está bien, tu ganas, alzaré la valla y ya no habrá más problemas con mis gallinas, ahora si me disculpas. Un placer.
Se cruzó de brazos con el rostro serio mientras padre e hija se iban por donde habían venido, su diplomacia había conseguido solucionar un problema por primera vez, se sentía bien, superior a su yo del pasado, y no era para menos. Entonces empezó a mirar a su alrededor buscando a Eri, y se dio cuenta de que no estaba.
" ¡Ay dios mio! ¡Han secuestrado a Eri!"
Sin embargo, sintió una especie de peso adicional en su cabeza que antes no estaba. Se llevó las manos al pelo y cuando las bajo tenía una gallina entre sus manos. Su mirada irradiaba una inteligencia que no tienen las aves, tenía que ser Eri. En ese instante, algo le picoteo los dedos de los pies. Empezó a bajar la cabeza muy lentamente, hasta que con sus propios ojos vio lo que estaba debajo suyo.
— ¡Me cago en todo lo cagable! ¡Esto es increíble!
Había otra maldita gallina. Suspiró, y volvió a suspirar. Y siguió suspirando durante un rato.
— ¡¿Pero ese hombre qué tiene, una valla submarina?!
Volvió a suspirar, esta vez más relajado.
— Vamos a ver si los alcanzamos anda. Tú delante Eri
Si la peliazul aún seguía en su forma de ave y en sus manos, la echaría hacia arriba como cuando se suelta un pajarito para que vuele libre. Era obvio que si él tenía que liderar el camino acabarían en el País de los Samurais y no era un plan muy agradable. Cuando tuvo las manos libres agarró a la mansa gallina que le picoteaba los pies alegremente comiéndose la roña que había entre sus dedos.
Se cruzó de brazos con el rostro serio mientras padre e hija se iban por donde habían venido, su diplomacia había conseguido solucionar un problema por primera vez, se sentía bien, superior a su yo del pasado, y no era para menos. Entonces empezó a mirar a su alrededor buscando a Eri, y se dio cuenta de que no estaba.
" ¡Ay dios mio! ¡Han secuestrado a Eri!"
Sin embargo, sintió una especie de peso adicional en su cabeza que antes no estaba. Se llevó las manos al pelo y cuando las bajo tenía una gallina entre sus manos. Su mirada irradiaba una inteligencia que no tienen las aves, tenía que ser Eri. En ese instante, algo le picoteo los dedos de los pies. Empezó a bajar la cabeza muy lentamente, hasta que con sus propios ojos vio lo que estaba debajo suyo.
— ¡Me cago en todo lo cagable! ¡Esto es increíble!
Había otra maldita gallina. Suspiró, y volvió a suspirar. Y siguió suspirando durante un rato.
— ¡¿Pero ese hombre qué tiene, una valla submarina?!
Volvió a suspirar, esta vez más relajado.
— Vamos a ver si los alcanzamos anda. Tú delante Eri
Si la peliazul aún seguía en su forma de ave y en sus manos, la echaría hacia arriba como cuando se suelta un pajarito para que vuele libre. Era obvio que si él tenía que liderar el camino acabarían en el País de los Samurais y no era un plan muy agradable. Cuando tuvo las manos libres agarró a la mansa gallina que le picoteaba los pies alegremente comiéndose la roña que había entre sus dedos.
—Nabi—