6/08/2016, 21:52
(Última modificación: 6/08/2016, 21:58 por Uzumaki Eri.)
En cuanto el lobo había dejado a las ovejas en aquel corral, la falsa gallina con una pluma de oro deshizo su técnica que lo mantenía en aquel estado, volviéndose un adolescente de nuevo. Las demás gallinas se sobresaltaron y empezaron a ir a picotearle los pies mientras que Eri, aún temerosa por lo que pudiese ocurrir, también deshizo el henge y se posicionó detrás de Nabi que ahora se disponía a abrir la puerta de madera que los liberaba de aquel circular lugar.
— ¿Crees que nos escuchará? — Susurró para Nabi.
Pero no llegó a tiempo ya que el rubio se asomó por la puerta, encontrándose con unas veinte escaleras que daban al piso de arriba iluminadas por la tenue luz que se colaba por la puerta recién abierta por el Uchiha. Las gallinas, por otra parte, empezaron a cacarear y a saltar, emocionadas por volver a ver la luz del sol, el sol de verdad. Por eso, acabaron escurriéndose por entre las piernas del rubio shinobi para conseguir lo que tanto ansiaban: la libertad, terminando por dispersarte por toda la casa de aquel extraño hombre.
Aunque bueno, ahora los extraños eran ellos.
—¿¡Pero, cómo os habéis escapado?! — Se escuchó un grito desde la parte superior de la casa, de forma más concreta, desde la derecha al subir las escaleras.
''Mierda, mierda, mierda...'' Eri comenzaba a entrar en pánico, e intentó aminorar la velocidad con la que latía su corazón mordiéndose el labio inferior con tanto ímpetu, que terminó sangrando.
— ¿No deberíamos volver a convertirnos en gallinas? Piénsalo, estamos en su casa, y aunque tengamos pruebas de que haya robado las gallinas de Takeshi, hemos irrumpido en su casa y ahora mismo no disponemos de ningún ave entre nuestras manos...
— ¿Crees que nos escuchará? — Susurró para Nabi.
Pero no llegó a tiempo ya que el rubio se asomó por la puerta, encontrándose con unas veinte escaleras que daban al piso de arriba iluminadas por la tenue luz que se colaba por la puerta recién abierta por el Uchiha. Las gallinas, por otra parte, empezaron a cacarear y a saltar, emocionadas por volver a ver la luz del sol, el sol de verdad. Por eso, acabaron escurriéndose por entre las piernas del rubio shinobi para conseguir lo que tanto ansiaban: la libertad, terminando por dispersarte por toda la casa de aquel extraño hombre.
Aunque bueno, ahora los extraños eran ellos.
—¿¡Pero, cómo os habéis escapado?! — Se escuchó un grito desde la parte superior de la casa, de forma más concreta, desde la derecha al subir las escaleras.
''Mierda, mierda, mierda...'' Eri comenzaba a entrar en pánico, e intentó aminorar la velocidad con la que latía su corazón mordiéndose el labio inferior con tanto ímpetu, que terminó sangrando.
— ¿No deberíamos volver a convertirnos en gallinas? Piénsalo, estamos en su casa, y aunque tengamos pruebas de que haya robado las gallinas de Takeshi, hemos irrumpido en su casa y ahora mismo no disponemos de ningún ave entre nuestras manos...