7/08/2016, 13:28
—Takeshi.
— Dime, Eri.
Pero Eri no le dijo nada, lo cual dejó confuso a Takeshi, a quien se le pasó rápido la confusión cuando aquel hombre ladrón empezó a excusarse de nuevo.
—Pero... ¡Si este es mi sótano! ¿Habéis sido vosotros los que habéis echo esta foto? Repito que yo no he robado nada, ¡ni si quiera sé como funciona una cámara de fotos!
Iba a despotricar y llamarle de todo por encima intentar echarle las culpas a ellos, que eran los héroes de la historia, pero antes de conseguirlo, una voz aguda penetró su pabellón auditivo. Y a la voz la acompañó una adolescente y un miedo terrible que paralizó a las gallinas y al ladronzuelo, a pesar de que Eri y Nabi estaban perfectamente.
—Pero yo síii... Onii-chaaan... ¿Quién es esta gente y por qué están jugando con mis gallinas?
— ¿Tú sabías que estas gallinas son de un tal Takeshi?
—Claro, y tu seguirías sin saberlo de no ser por estos estúpidos entrometidos. ¡Pero no devolveré las gallinas! Quien se las encuentra, se las queda.
El rubio empezó a mirar a uno y al otro alternativamente conforme se contestaban con una expresión nacida de la mezcla entre sorpresa y horror.
— ¡Osea que sois una familia de delincuentes! ¿¡Qué clase de ejemplo le has dado a la niña!? Vergüenza debería darte que quiera una gallina y tenga que robarla en vez de comprarla como una persona normal. ¡VERGÜENZA! Éstas gallinas son del señor Takamoto y se las vamos a devolver. Si queréis volver a verlas, vais a su corral.
Así, el rubio empezó a empujar a las gallinas hacia la puerta de la casa para llevarlas de vuelta a su único y verdadero hogar. Aunque no se había parado a pensar cómo demonios iba a hacerlo, y tampoco parecía que hubiera pensado nada en general.
— Dime, Eri.
Pero Eri no le dijo nada, lo cual dejó confuso a Takeshi, a quien se le pasó rápido la confusión cuando aquel hombre ladrón empezó a excusarse de nuevo.
—Pero... ¡Si este es mi sótano! ¿Habéis sido vosotros los que habéis echo esta foto? Repito que yo no he robado nada, ¡ni si quiera sé como funciona una cámara de fotos!
Iba a despotricar y llamarle de todo por encima intentar echarle las culpas a ellos, que eran los héroes de la historia, pero antes de conseguirlo, una voz aguda penetró su pabellón auditivo. Y a la voz la acompañó una adolescente y un miedo terrible que paralizó a las gallinas y al ladronzuelo, a pesar de que Eri y Nabi estaban perfectamente.
—Pero yo síii... Onii-chaaan... ¿Quién es esta gente y por qué están jugando con mis gallinas?
— ¿Tú sabías que estas gallinas son de un tal Takeshi?
—Claro, y tu seguirías sin saberlo de no ser por estos estúpidos entrometidos. ¡Pero no devolveré las gallinas! Quien se las encuentra, se las queda.
El rubio empezó a mirar a uno y al otro alternativamente conforme se contestaban con una expresión nacida de la mezcla entre sorpresa y horror.
— ¡Osea que sois una familia de delincuentes! ¿¡Qué clase de ejemplo le has dado a la niña!? Vergüenza debería darte que quiera una gallina y tenga que robarla en vez de comprarla como una persona normal. ¡VERGÜENZA! Éstas gallinas son del señor Takamoto y se las vamos a devolver. Si queréis volver a verlas, vais a su corral.
Así, el rubio empezó a empujar a las gallinas hacia la puerta de la casa para llevarlas de vuelta a su único y verdadero hogar. Aunque no se había parado a pensar cómo demonios iba a hacerlo, y tampoco parecía que hubiera pensado nada en general.
—Nabi—