7/08/2016, 18:22
—¡Que yo no soy ningún ladrón, yo recogía a las gallinas porque pensaba que se habían perdido, joder! ¡Si hubiese sabido que eran de ese tal Takamoto las hubiera devuelto! Así que deja de acusarme, hombre ya.
El rubio, desesperado por la cabezoneria de las malditas gallinas, había empezado a cogerlas de una en una y a tirarlas por la ventana mientras todos se gritaban entre ellos.
— ¡Pues ya puedes empezar a ayudar, campeón!
—¡Es Takeshi!
— ¿Pero qué pasa ahora conmigo?
— Pero Hikaru-chan, ¡las gallinas ahora son mías!
—¡Tú...! Lo sabías desde el principio, y para colmo, ¡te cachondeabas de Takamoto enviándole fotos de sus gallinas! ¿Qué clase de persona haría eso? Esperaba más de ti, Miaru.
Todos en la habitación estaban cabreados a excepción de la niña psicópata que se reía del sermón que le estaba dando su hermano mayor. Su voz era tan aguda que rompió el cristal de la ventana por la que Nabi estaba tirando a las gallinas, haciendo que las gallinas empezaran a pisar los trozos de cristal y extendieran las alas para volar por todas partes, más nerviosas aún.
—¡Pero las gallinas serán mías por siempre! Nadie se mete con Miaru, ¡nadie! Esa niñata se creía mejor que yo, ¡pues ahora yo me he quedado con sus gallinas! ¡Y nadie puede impedírmelo!
— ¡Pero te quieres callar que las estás poniendo histéricas! Si quieres una gallinas se la compras al señor Takamoto ¡y te callas de una maldita vez!
El cacareo y el sonido del aleteo había inundado la estancia, algunas gallinas salían por la ventana por si solas para huir de esos humanos locos, mientras que la mayoría solo daba tumbos por la casa. Tirando jarrones, llenándolo todo de plumas y destrozando cuadros.
El rubio, desesperado por la cabezoneria de las malditas gallinas, había empezado a cogerlas de una en una y a tirarlas por la ventana mientras todos se gritaban entre ellos.
— ¡Pues ya puedes empezar a ayudar, campeón!
—¡Es Takeshi!
— ¿Pero qué pasa ahora conmigo?
— Pero Hikaru-chan, ¡las gallinas ahora son mías!
—¡Tú...! Lo sabías desde el principio, y para colmo, ¡te cachondeabas de Takamoto enviándole fotos de sus gallinas! ¿Qué clase de persona haría eso? Esperaba más de ti, Miaru.
Todos en la habitación estaban cabreados a excepción de la niña psicópata que se reía del sermón que le estaba dando su hermano mayor. Su voz era tan aguda que rompió el cristal de la ventana por la que Nabi estaba tirando a las gallinas, haciendo que las gallinas empezaran a pisar los trozos de cristal y extendieran las alas para volar por todas partes, más nerviosas aún.
—¡Pero las gallinas serán mías por siempre! Nadie se mete con Miaru, ¡nadie! Esa niñata se creía mejor que yo, ¡pues ahora yo me he quedado con sus gallinas! ¡Y nadie puede impedírmelo!
— ¡Pero te quieres callar que las estás poniendo histéricas! Si quieres una gallinas se la compras al señor Takamoto ¡y te callas de una maldita vez!
El cacareo y el sonido del aleteo había inundado la estancia, algunas gallinas salían por la ventana por si solas para huir de esos humanos locos, mientras que la mayoría solo daba tumbos por la casa. Tirando jarrones, llenándolo todo de plumas y destrozando cuadros.
—Nabi—