10/08/2016, 01:43
—Ahh, ahhhh, ¡CHU!
Ya llevaba un buen rato estornudando, el clima del País de la Tormenta era terrible, o al menos así le parecía a él. Por momentos hasta preferiría volver a la sequía del desierto, luego se acordaba del insoportable calor y se le pasaba. En última instancia lo que de verdad extrañaba era la verde calma del bosque en su tierra natal, se le hacía difícil tolerar otros terrenos y ahora para colmo propablemente iba a acabar resfriado.
—¿Me puedes decir porque vine a...?— Ladeó la cabeza buscando a alguien, pero sus palabras se cortaron al recordar que esta vez no lo acompañaba su guardaespaldas.
Era verdad, al igual que la vez que fue al País del Viento se sentía raro pues su leal sirviente no estaba a su lado. En esta ocasión su destino le hizo recorrer buena parte del trayecto en tren hasta Shinogi-To, sin embargo a partir de ese punto tuvo que enfrentarse directamente a las inclementes condiciones climáticas por el resto del camino. No sólo llevaba su capa de viaje, sino que había adquirido un kasa de paja para cubrirse la cabeza, pero aún así se le resultaba imposible acostumbrarse; suerte tenía que al llegar a Coladragón la lluvia era menos acentuada, persistía pero en menor medida.
Este viaje era algo especial, pues estaba buscando pistas del pasado, pistas que su familia quiso enterrar en otros tiempos. Su problema radicaba en que no sabía por donde empezar ni a quién recurrir, sacó un mapa de un morral que llevaba pero en aquel papel mojado ya no había nada más que garabatos ilegibles.
"¿No podían usar tinta a prueba de agua?"
Cualquiera esperaría que con las constantes lluvias ya habrían inventado cosas impermeables o algo así. Al final tendría que encontrar alguna señalización o simplemente pedir indicaciones. Caminaba por la costa, pero aquellas playas estaban igual de desoladas que un desierto, o al menos eso creía hasta que divisó a un muchacho cerca de la orilla.
—¿Hoolaa?— Intentó llamar su atención desde lo lejos.
El adolescente parecía estar concentrado en algo, se le hizo raro que estuviera en un lugar tan apartado y por eso trataría de irse con cuidado. Caminó hasta él trotando en la arena sin prestar mucha atención a lo demás.
—Disculpa— Reverenció con cadencia al saludar —Necesito algo de ayuda, no soy de por aquí y me he extraviado— Explicó.
Ya llevaba un buen rato estornudando, el clima del País de la Tormenta era terrible, o al menos así le parecía a él. Por momentos hasta preferiría volver a la sequía del desierto, luego se acordaba del insoportable calor y se le pasaba. En última instancia lo que de verdad extrañaba era la verde calma del bosque en su tierra natal, se le hacía difícil tolerar otros terrenos y ahora para colmo propablemente iba a acabar resfriado.
—¿Me puedes decir porque vine a...?— Ladeó la cabeza buscando a alguien, pero sus palabras se cortaron al recordar que esta vez no lo acompañaba su guardaespaldas.
Era verdad, al igual que la vez que fue al País del Viento se sentía raro pues su leal sirviente no estaba a su lado. En esta ocasión su destino le hizo recorrer buena parte del trayecto en tren hasta Shinogi-To, sin embargo a partir de ese punto tuvo que enfrentarse directamente a las inclementes condiciones climáticas por el resto del camino. No sólo llevaba su capa de viaje, sino que había adquirido un kasa de paja para cubrirse la cabeza, pero aún así se le resultaba imposible acostumbrarse; suerte tenía que al llegar a Coladragón la lluvia era menos acentuada, persistía pero en menor medida.
Este viaje era algo especial, pues estaba buscando pistas del pasado, pistas que su familia quiso enterrar en otros tiempos. Su problema radicaba en que no sabía por donde empezar ni a quién recurrir, sacó un mapa de un morral que llevaba pero en aquel papel mojado ya no había nada más que garabatos ilegibles.
"¿No podían usar tinta a prueba de agua?"
Cualquiera esperaría que con las constantes lluvias ya habrían inventado cosas impermeables o algo así. Al final tendría que encontrar alguna señalización o simplemente pedir indicaciones. Caminaba por la costa, pero aquellas playas estaban igual de desoladas que un desierto, o al menos eso creía hasta que divisó a un muchacho cerca de la orilla.
—¿Hoolaa?— Intentó llamar su atención desde lo lejos.
El adolescente parecía estar concentrado en algo, se le hizo raro que estuviera en un lugar tan apartado y por eso trataría de irse con cuidado. Caminó hasta él trotando en la arena sin prestar mucha atención a lo demás.
—Disculpa— Reverenció con cadencia al saludar —Necesito algo de ayuda, no soy de por aquí y me he extraviado— Explicó.