10/08/2016, 15:44
La chica de cabellos azules no pasaba a un primer plano, es más, parecía una mera espectadora de un partido de tenis: dirigiendo su mirada de una persona, Nabi; a la otra, u otras mejor dicho. Incluso le pareció paródico que el Uchiha rubio comenzase a tirar a las gallinas que no paraban de cacarear, picotear y aletear dentro de la casa, sin ánimo de querer salir por ellas mismas; por la ventana más próxima a su posición.
Hasta que no hubo ninguna gallina dentro.
— ¡Bueno, basta ya! — Chilló la kunoichi mientras pisaba con fuerza el suelo, llamando la atención de todos los presentes. — ¡Está demostrado que estas gallinas no son tuyas! — Señaló a la chica de nombre Miaru, que al recibir una reprimenda por la peliazul y ya cansada de torear a ambos hombres allí presentes, calló y dirigió su mirada al suelo recién pisoteado. — Por otra parte, ¿Hikaru, no? — Llamó ahora al hermano de la otra mujer. — En vez de recoger a las gallinas y quedártelas, deberías haber mencionado a Shiona-sama que las encontrabas por si alguien las estaba perdiendo, como se daba el caso.
Suspiró, luego tomó aire y relajó los puños. Miró a Nabi con ojos cansados y prosiguió.
— Nuestro deber es llevar a las gallinas a su hogar, disculpadnos por haber irrumpido en su hogar, pero, como ya he dicho, era nuestro deber.
Hizo una pequeña reverencia mientras se dirigía a la puerta no sin antes tomar la mano del Uchiha y arrastrarlo con ella, dispuesta a recoger cuantas gallinas pudiese entre sus manos y llevárselas de vuelta a Takeshi, ignorando el silencio que se había formado entre los inquilinos de aquel lugar, para notar como, después de unos segundos de tranquilidad, se escuchaba un portazo.
—¡Eh, esperad! Yo os ayudaré a devolver a las gallinas. — Se ofreció, rascándose la nuca. — Ya que he creado tal revuelo, lo mínimo que puedo hacer es pedir disculpas y devolver a los animales. — Explicó, haciendo que Eri, después de todo el día, formase una débil sonrisa.
Hasta que no hubo ninguna gallina dentro.
— ¡Bueno, basta ya! — Chilló la kunoichi mientras pisaba con fuerza el suelo, llamando la atención de todos los presentes. — ¡Está demostrado que estas gallinas no son tuyas! — Señaló a la chica de nombre Miaru, que al recibir una reprimenda por la peliazul y ya cansada de torear a ambos hombres allí presentes, calló y dirigió su mirada al suelo recién pisoteado. — Por otra parte, ¿Hikaru, no? — Llamó ahora al hermano de la otra mujer. — En vez de recoger a las gallinas y quedártelas, deberías haber mencionado a Shiona-sama que las encontrabas por si alguien las estaba perdiendo, como se daba el caso.
Suspiró, luego tomó aire y relajó los puños. Miró a Nabi con ojos cansados y prosiguió.
— Nuestro deber es llevar a las gallinas a su hogar, disculpadnos por haber irrumpido en su hogar, pero, como ya he dicho, era nuestro deber.
Hizo una pequeña reverencia mientras se dirigía a la puerta no sin antes tomar la mano del Uchiha y arrastrarlo con ella, dispuesta a recoger cuantas gallinas pudiese entre sus manos y llevárselas de vuelta a Takeshi, ignorando el silencio que se había formado entre los inquilinos de aquel lugar, para notar como, después de unos segundos de tranquilidad, se escuchaba un portazo.
—¡Eh, esperad! Yo os ayudaré a devolver a las gallinas. — Se ofreció, rascándose la nuca. — Ya que he creado tal revuelo, lo mínimo que puedo hacer es pedir disculpas y devolver a los animales. — Explicó, haciendo que Eri, después de todo el día, formase una débil sonrisa.