18/08/2016, 16:47
—Pareces muy experimentado con la limpieza... —Comentó Juro. Kazuma era el que menos se había sentido incómodo con el hecho de limpiar, y el que había cogido las herramientas.
Kazuma lo observo un tanto extrañado y luego dejó escapar una suave y discreta risa.
—Tuve que aprender… —aseguro mientras su vista se posaba de nuevo sobre la pared—. Cuando era un chico de la calle, había que buscar la manera de “ganarse” el pan. Algunos, en situación similar a la mía, optaban por robar, ya fuese en las tiendas o a sus iguales. Eso jamás se me dio muy bien —pensaba que el sentimiento de culpa resultaba peor que el de un estómago vacío—. Por eso, cada vez que se me presentaba la oportunidad, buscaba pequeños encargos limpiando y organizando las entradas de los locales descuidados… Que recuerdos... —aseguro suspirando.
Pese a lo difícil de aquel entonces, lo recordaba con cierto agrado. Claro, hubo ocasiones en que sus manos ampolladas por los cepillos y sus rodillas peladas por estar sobre la losa no le dejaban dormir. Pero al final resultaba un trabajo honesto y sencillo, que además le mantenía alejado de los callejones y de los posibles problemas que hubiese esperándolo en estos. También, si se presentaba la oportunidad, aprovechaba para lavar sus ropas y otras pertenecías. Lo mejor era cuando hacía un buen trabajo y entonces los dueños, sobre todos los ancianos, le regalaban algunos dulces o piezas de ropa que ya no usarán.
Kazuma lo observo un tanto extrañado y luego dejó escapar una suave y discreta risa.
—Tuve que aprender… —aseguro mientras su vista se posaba de nuevo sobre la pared—. Cuando era un chico de la calle, había que buscar la manera de “ganarse” el pan. Algunos, en situación similar a la mía, optaban por robar, ya fuese en las tiendas o a sus iguales. Eso jamás se me dio muy bien —pensaba que el sentimiento de culpa resultaba peor que el de un estómago vacío—. Por eso, cada vez que se me presentaba la oportunidad, buscaba pequeños encargos limpiando y organizando las entradas de los locales descuidados… Que recuerdos... —aseguro suspirando.
Pese a lo difícil de aquel entonces, lo recordaba con cierto agrado. Claro, hubo ocasiones en que sus manos ampolladas por los cepillos y sus rodillas peladas por estar sobre la losa no le dejaban dormir. Pero al final resultaba un trabajo honesto y sencillo, que además le mantenía alejado de los callejones y de los posibles problemas que hubiese esperándolo en estos. También, si se presentaba la oportunidad, aprovechaba para lavar sus ropas y otras pertenecías. Lo mejor era cuando hacía un buen trabajo y entonces los dueños, sobre todos los ancianos, le regalaban algunos dulces o piezas de ropa que ya no usarán.