3/09/2016, 19:12
—Joder, tío, estás loco. Solo somos un grupo de gente que le gusta entrenar en el mar, nada más, ¡lo juro!
— ¿Solo? ¡Mira a tu alrededor, imbecil! Aqui antes habia un montón de gente a la que tú y tu estúpida pandilla habéis echado con vuestra abrupta aparición. Eso no sería nada si no fuera porque lo haceis a proposito, ¿te piensas que nací ayer? Aparecéis y os empezais a chulear como si os creyerais alguien. La próxima vez no sera solo una paliza lo que os lleveis.
Agarró al chico de su camiseta para alejarlo un poco del muro y volver a tirarlo con fuerza contra el mismo. Acto seguido se giró, encontrandose con una muchacha peliazul con su tipica expresión de enojo que tanto había visto. Chasqueó la lengua, de alguna forma siempre se las arreglaba para acabar siendo objetivo del enfado de la kunoichi. Cerró los ojos y de repente pareció que sus piernas eran incapaces de sostenerle, se tambaleó brevemente antes de caer de cara al suelo.
— ¡Au! Cachís, que hostia.
El rubio se volvió a levantar, con una mano sujetandose la nariz por la que descendía un pequeño hilo de sangre. Su rostro parecía más relajado y para nada agresivo, todo lo contrario al Nabi de antes.
— Hey, Eri, ¿qué tal tu pelea?
Seguía viendo el cabreo de la peliazul, pero este Nabi era mucho más suelto y podía permitirse el tremendo lujo de ignorarlo por el bien mayor de salvar el pellejo. Otro de esos Okashos podría ser el último.
— ¿Solo? ¡Mira a tu alrededor, imbecil! Aqui antes habia un montón de gente a la que tú y tu estúpida pandilla habéis echado con vuestra abrupta aparición. Eso no sería nada si no fuera porque lo haceis a proposito, ¿te piensas que nací ayer? Aparecéis y os empezais a chulear como si os creyerais alguien. La próxima vez no sera solo una paliza lo que os lleveis.
Agarró al chico de su camiseta para alejarlo un poco del muro y volver a tirarlo con fuerza contra el mismo. Acto seguido se giró, encontrandose con una muchacha peliazul con su tipica expresión de enojo que tanto había visto. Chasqueó la lengua, de alguna forma siempre se las arreglaba para acabar siendo objetivo del enfado de la kunoichi. Cerró los ojos y de repente pareció que sus piernas eran incapaces de sostenerle, se tambaleó brevemente antes de caer de cara al suelo.
— ¡Au! Cachís, que hostia.
El rubio se volvió a levantar, con una mano sujetandose la nariz por la que descendía un pequeño hilo de sangre. Su rostro parecía más relajado y para nada agresivo, todo lo contrario al Nabi de antes.
— Hey, Eri, ¿qué tal tu pelea?
Seguía viendo el cabreo de la peliazul, pero este Nabi era mucho más suelto y podía permitirse el tremendo lujo de ignorarlo por el bien mayor de salvar el pellejo. Otro de esos Okashos podría ser el último.
—Nabi—