15/09/2016, 23:10
(Última modificación: 15/09/2016, 23:14 por Uchiha Akame.)
Con un bufido de alivio, Akame se desembozó por completo; primero se abrió la capa, que había llevado cerrada hasta la boca, y luego se quitó la capucha. «Por todos los Dioses de Oonindo, esta condenada lluvia es insoportable», y menos para un chico del País del Viento como él, que lo más cercano que había estado de ver líquido cayendo del cielo era cuando alguna vecina vaciaba el orinal por la ventana. Por suerte había leído sobre el País de la Lluvia y su apropiado clima, por lo que se había agenciado aquella gruesa capa de viaje de color marrón. Sin embargo, nunca había esperado que llegara a calarse de tal forma. Por haber subestimado al Dios de la Lluvia, ahora tenía que cargar sobre sus hombros con aquella prenda de tela que pesaba como si estuviese hecha de piedra.
Sin reparo se deshizo de la capa, empapada, y la dejó sobre uno de los asientos del vagón. Había subido al primero que había podido, harto como estaba de esperar bajo la lluvia. Por fortuna, aquel habitáculo repleto de asientos y ventanales no estaba muy concurrido, por lo que el Uchiha simplemente se sentó junto a su empapada capa y apoyó los pies en el de enfrente. Echó la cabeza hacia atrás, con un suspiro de alivio, mientras escuchaba el repiqueteo de la lluvia en el cristal.
—Al fin, a salvo...
De repente, un sonido interrumpió su pequeño descanso. Acababa de entrar en el vagón un personaje de lo más misterioso; llevaba una capa como la suya, aunque negra y exageradamente desproporcionada para su pequeño cuerpo. El tipo andaba encorvado, como escondiéndose de alguien —o de algo—, y sus ojos oscuros y saltones no paraban quietos ni un segundo. Akame lo observó con evidente curiosidad.
—¿Necesita ayuda?
A sus palabras el hombrecillo respondió dedicándole una rápida mirada y nada más. Nervioso, se colocó en los asientos más alejados del Uchiha, sin dejar de apretar su mano zurda contra el pecho. Akame no le quitó la vista de encima hasta que su menuda figura se perdió entre la fila de asientos de delante
«El País de la Lluvia está lleno de gente extraña... Supongo que será cosa del clima».
Sin reparo se deshizo de la capa, empapada, y la dejó sobre uno de los asientos del vagón. Había subido al primero que había podido, harto como estaba de esperar bajo la lluvia. Por fortuna, aquel habitáculo repleto de asientos y ventanales no estaba muy concurrido, por lo que el Uchiha simplemente se sentó junto a su empapada capa y apoyó los pies en el de enfrente. Echó la cabeza hacia atrás, con un suspiro de alivio, mientras escuchaba el repiqueteo de la lluvia en el cristal.
—Al fin, a salvo...
De repente, un sonido interrumpió su pequeño descanso. Acababa de entrar en el vagón un personaje de lo más misterioso; llevaba una capa como la suya, aunque negra y exageradamente desproporcionada para su pequeño cuerpo. El tipo andaba encorvado, como escondiéndose de alguien —o de algo—, y sus ojos oscuros y saltones no paraban quietos ni un segundo. Akame lo observó con evidente curiosidad.
—¿Necesita ayuda?
A sus palabras el hombrecillo respondió dedicándole una rápida mirada y nada más. Nervioso, se colocó en los asientos más alejados del Uchiha, sin dejar de apretar su mano zurda contra el pecho. Akame no le quitó la vista de encima hasta que su menuda figura se perdió entre la fila de asientos de delante
«El País de la Lluvia está lleno de gente extraña... Supongo que será cosa del clima».