20/09/2016, 00:27
(Última modificación: 20/09/2016, 20:44 por Hanamura Kazuma.)
Fue realmente breve y poco usual, pero, por un instante pudo conciliar el sueño en aquel cálido y solitario rincón de un tren que comenzaba a moverse.
—No se debe de ir a dormir cuando se tiene puesta ropa mojada —le había dicho Naomi en varias ocasiones.
El recuerdo de aquella frase se encendió de manera brillante y cegadora en su mente. Por un instante se vio tentado a apagar aquella vela de prudencia y seguir durmiendo, pero la culpa por ignorar las buenas intenciones de su guardiana no le permitirían alcanzar el sosiego.
—Hey—La voz lo alcanzó justo cuando estaba por levantarse —¿El asiento está libre?
Ya estando casi seguro de a quién pertenecía aquella dicción, Kazuma levantó sutilmente el ala de su sombrero y sus grises ojos se encontraron con unos iris dispares que sólo podían pertenecer a uno de sus amigos más cercanos.
—Es agradable verte de nuevo... Tatsuya —dijo con una sonrisa—. Adelante, siéntate y conversemos un rato.
—¡Por las cejas de Yubiwa! —Exclamó de repente un muchacho que parecía haber salido de la nada—. De verdad que es una feliz casualidad encontrarse a un camarada tan lejos de casa. ¡Buenas noches, shinobi-kun! Uchiha Akame, un gusto.
El de blanca cabellera le miró primero con curiosidad y luego con un poco de sospecha, pues no tenía buenas experiencias con la gente que se acercaba tan alegre y espontáneamente, menos aún con la gente conocida en un tren. La bandana de su cinturón indicaba que era de Takigakure, y en su porte se evidenciaba que era un ninja, o por lo menos alguien con entrenamiento.
—Buenas noches para ti también —dijo, y poco después también le ofrecería la mano.
Kazuma se levantó de su asiento y procedió a quitarse la gabardina, el sombrero y la bufanda que yacían húmedos, colocándolos con delicadeza en el respaldo del asiento de enfrente. Su cabello estaba bien recogido en una fina coleta, y solo dos mechones quedaban libres, cayendo por sus sienes hasta llegar a la altura de su quijada. Llevaba una camisa blanca y un pantalón negro. A su derecha, de una de las presillas, colgaba una pequeña cadena negra con dorado que iba hasta su bolsillo. A su izquierda, en la misma posición, yacía descansando Bohimei, aquel inconfundible y letal sable de color gris.
Pero no se le podía ver la bandana de Uzushio por ninguna parte. Lo único que se podía ver era la expresión serena de su rostro, que en nada encajaba con la ligera tensión que se sentía en el ambiente. Mejor que nadie lo notaba Tatsuya, que había quedado entre ambos.
—Buenas, noches —respondió, ofreciéndole su mano enguantada—. Parece que es un colega tuyo —dijo dirigiéndose al Takanashi, pero sin soltar la mano del recién llegado y sin apartar su grisácea vista de él.
—No se debe de ir a dormir cuando se tiene puesta ropa mojada —le había dicho Naomi en varias ocasiones.
El recuerdo de aquella frase se encendió de manera brillante y cegadora en su mente. Por un instante se vio tentado a apagar aquella vela de prudencia y seguir durmiendo, pero la culpa por ignorar las buenas intenciones de su guardiana no le permitirían alcanzar el sosiego.
—Hey—La voz lo alcanzó justo cuando estaba por levantarse —¿El asiento está libre?
Ya estando casi seguro de a quién pertenecía aquella dicción, Kazuma levantó sutilmente el ala de su sombrero y sus grises ojos se encontraron con unos iris dispares que sólo podían pertenecer a uno de sus amigos más cercanos.
—Es agradable verte de nuevo... Tatsuya —dijo con una sonrisa—. Adelante, siéntate y conversemos un rato.
—¡Por las cejas de Yubiwa! —Exclamó de repente un muchacho que parecía haber salido de la nada—. De verdad que es una feliz casualidad encontrarse a un camarada tan lejos de casa. ¡Buenas noches, shinobi-kun! Uchiha Akame, un gusto.
El de blanca cabellera le miró primero con curiosidad y luego con un poco de sospecha, pues no tenía buenas experiencias con la gente que se acercaba tan alegre y espontáneamente, menos aún con la gente conocida en un tren. La bandana de su cinturón indicaba que era de Takigakure, y en su porte se evidenciaba que era un ninja, o por lo menos alguien con entrenamiento.
—Buenas noches para ti también —dijo, y poco después también le ofrecería la mano.
Kazuma se levantó de su asiento y procedió a quitarse la gabardina, el sombrero y la bufanda que yacían húmedos, colocándolos con delicadeza en el respaldo del asiento de enfrente. Su cabello estaba bien recogido en una fina coleta, y solo dos mechones quedaban libres, cayendo por sus sienes hasta llegar a la altura de su quijada. Llevaba una camisa blanca y un pantalón negro. A su derecha, de una de las presillas, colgaba una pequeña cadena negra con dorado que iba hasta su bolsillo. A su izquierda, en la misma posición, yacía descansando Bohimei, aquel inconfundible y letal sable de color gris.
Pero no se le podía ver la bandana de Uzushio por ninguna parte. Lo único que se podía ver era la expresión serena de su rostro, que en nada encajaba con la ligera tensión que se sentía en el ambiente. Mejor que nadie lo notaba Tatsuya, que había quedado entre ambos.
—Buenas, noches —respondió, ofreciéndole su mano enguantada—. Parece que es un colega tuyo —dijo dirigiéndose al Takanashi, pero sin soltar la mano del recién llegado y sin apartar su grisácea vista de él.