25/09/2016, 18:52
Un hombre solitario estaba con su capa negra, su sombrero cónico de paja y una mochila cuadrada y marrón en el andén. Sentado bajo un techo que frenaba la lluvia esperaba con paciencia y silencio, junto a otras personas, la llegada del tren. Una línea ferroviaria nueva producida tras esos terribles hechos, tan nueva que el calvo que estaba allí sentado nunca había usado.
Tsk...- rechistó con la lengua, atrayendo la mirada de algunos de los que estaban cercanos a él. La bronca comenzaba a generalizarse y a cada segundo que pasaba una persona diferente se acercaba a las vías para ver si se acercaba la locomotora.
"Si tarda tanto ahora ni me imagino cuando los trenes comiencen a deteriorarse."
Karamaru finalmente se puso de pie. De reojo vio en el horizonte, a pesar de la poca niebla que había, una luz pequeñita. La espera llegaba a su fin, fueron varias horas las que pasaron bajo ese techito de madera que bien aguantaba las inclemencias del clima del País de la Tormenta. Mientras veía ese haz de luz agrandarse, el calvo recordaba el motivo de ese primer viaje por el ferrocarril.
A sus oídos había llegado la información de que en la frontera del País del Río y de su país natal se encontraban personas que al escuchar su descripción se le hicieron bastante particulares. Un hombre de cabellos celestes con una gran habilidad en el katon y el suiton presentaba una forma de batalla y ciertas técnicas bastante especiales y conocidas para el monje. Podía proyectar un chakra dorado muy sólido que solía usar para adaptarse a ciertas situaciones.
Sao Lao..... Con que en Taki te encuentras.
Un rival del templo volvía a sus memorias, unos recién graduados que apenas conocían el mundo estaban por ser liberados para peregrinar. Entre ellos estaban Karamaru y Lao, dos amigos que estudiaron bajo la misma tutela. Lo único que consiguió para comenzar su búsqueda era un pueblo cercano a esa frontera de nombre todavía desconocido para él. Solo tenía la ubicación y la esperanza de poder batallar una vez más con un antiguo compañero.
El tiempo pasó rápido para el cenobita dentro de la máquina de metal. No sabía si pasaron minutos, horas o días pero casi al alba matutina descendía del vagón con dirección sur. Y para que no se olvidé de sus tierras, una densa niebla se encontraba en el lugar, para que se pudiese perder tranquilo y tener una excusa válida para justificarlo.
Sin embargo, siguiendo la cuenca de un riachuelo encontró un pueblo pequeño con casas un poco dispersas. Podría llegar a ser ese el pueblo del que le habían hablado o tal vez no, así que ante la duda se acercó a lo que parecía ser el centro del pueblo y de allí a una taberna un poco pequeña pero que de seguro cumpliría con su función clásica de recabadero de información.
Karamaru abrió la puerta del lugar y abrió los ojos como platos de la sorpresa. Allí en la barra había dos hombres, uno señalando al otro. El calvo tiró su sombrero hacia la espalda y comenzó a acercarse lentamente.
¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
Tsk...- rechistó con la lengua, atrayendo la mirada de algunos de los que estaban cercanos a él. La bronca comenzaba a generalizarse y a cada segundo que pasaba una persona diferente se acercaba a las vías para ver si se acercaba la locomotora.
"Si tarda tanto ahora ni me imagino cuando los trenes comiencen a deteriorarse."
Karamaru finalmente se puso de pie. De reojo vio en el horizonte, a pesar de la poca niebla que había, una luz pequeñita. La espera llegaba a su fin, fueron varias horas las que pasaron bajo ese techito de madera que bien aguantaba las inclemencias del clima del País de la Tormenta. Mientras veía ese haz de luz agrandarse, el calvo recordaba el motivo de ese primer viaje por el ferrocarril.
A sus oídos había llegado la información de que en la frontera del País del Río y de su país natal se encontraban personas que al escuchar su descripción se le hicieron bastante particulares. Un hombre de cabellos celestes con una gran habilidad en el katon y el suiton presentaba una forma de batalla y ciertas técnicas bastante especiales y conocidas para el monje. Podía proyectar un chakra dorado muy sólido que solía usar para adaptarse a ciertas situaciones.
Sao Lao..... Con que en Taki te encuentras.
Un rival del templo volvía a sus memorias, unos recién graduados que apenas conocían el mundo estaban por ser liberados para peregrinar. Entre ellos estaban Karamaru y Lao, dos amigos que estudiaron bajo la misma tutela. Lo único que consiguió para comenzar su búsqueda era un pueblo cercano a esa frontera de nombre todavía desconocido para él. Solo tenía la ubicación y la esperanza de poder batallar una vez más con un antiguo compañero.
El tiempo pasó rápido para el cenobita dentro de la máquina de metal. No sabía si pasaron minutos, horas o días pero casi al alba matutina descendía del vagón con dirección sur. Y para que no se olvidé de sus tierras, una densa niebla se encontraba en el lugar, para que se pudiese perder tranquilo y tener una excusa válida para justificarlo.
Sin embargo, siguiendo la cuenca de un riachuelo encontró un pueblo pequeño con casas un poco dispersas. Podría llegar a ser ese el pueblo del que le habían hablado o tal vez no, así que ante la duda se acercó a lo que parecía ser el centro del pueblo y de allí a una taberna un poco pequeña pero que de seguro cumpliría con su función clásica de recabadero de información.
Karamaru abrió la puerta del lugar y abrió los ojos como platos de la sorpresa. Allí en la barra había dos hombres, uno señalando al otro. El calvo tiró su sombrero hacia la espalda y comenzó a acercarse lentamente.
¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘