25/09/2016, 22:41
—Lo somos, lo somos —asintió, coincidiendo con Akame—. Algunos más que otros, también te tengo que decir. —Todavía recordaba cómo Akame le había guiado entre las dunas del País de la Arena, en aquella misión suicida en la que…
… No tuvo tiempo a perderse en sus recuerdos, pues alguien acababa de exclamar su nombre a sus espaldas. Se dio la vuelta, sorprendido, y fue entonces cuando lo vio.
Había crecido unos centímetros desde la última vez, y se le intuían bajo la capa de viaje unos músculos y una espalda más grande todavía que la última vez. El pelo, sin embargo, seguía brillando por su ausencia.
—¡Mi incondicional amigo! —exclamó, abriendo los brazos y envolviéndole para darle un gran apretón—. ¡Maldita sea! Como sigas dopándote de esta manera la próxima vez ni podré abrazarte. ¡Estás hecho un armario! —Deshizo el abrazo y le dio una fuerte palmada en el hombro, todavía sonriendo.
Akame no tardó en introducirse en la conversación, haciendo gala de su habitual talante.
—Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto —se presentó, tendiéndole la mano al calvo—. Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.
—¡Bah! Para alguien de Ame esto debe ser como una tarde de primavera en Takigakure —entonces dirigió la mirada a Akame—. ¡El mejor shinobi que tuve a mi lado en una misión, ya lo creo que sí! —exclamó, señalando al calvo—. En una extraoficial, claro. —En esta ocasión, no exageraba. Mucho mejor que Tatsuya, que no paraba de ponerle trabas y problemas. Y qué decir que Akame, siempre tan recto, sin saltarse nunca una coma del manual del buen ninja. Pero Karamaru era harina de otro costal. Dialogante, comprensivo, obediente… Oro puro hecho shinobi, vaya, con el pequeño gran defecto de tener el don de la inoportunidad. Pero si podía convencerle para unirse en su misión, y, sobre todo, para que olvidase la recompensa como la última vez, el Uchiha apostaba a que sería una jugada maestra. Era por eso que le trataba tan bien, y fue la misma razón por la que buscó al camarero con la mirada—. ¡Camarero! ¡Una taza de leche con chocolate bien caliente para mí! ¡Y póngale algo a este buen caballero, que hoy invito yo! ¡Y cóbreme lo de Akame también, claro que sí! —añadió, viniéndose arriba.
Y, de súbito, chasqueó la lengua. Perdió el color en la piel y enmudeció, como si acabasen de darle una noticia terrible. Acababa de recordar una cosa de vital importancia. Acababa de recordar que seguía en el País del Río, y no en el extranjero. Y se había prometido y perjurado a sí mismo no cagar en casa. O lo que era igual, no pagar las cuentas con dinero falso.
… No tuvo tiempo a perderse en sus recuerdos, pues alguien acababa de exclamar su nombre a sus espaldas. Se dio la vuelta, sorprendido, y fue entonces cuando lo vio.
Había crecido unos centímetros desde la última vez, y se le intuían bajo la capa de viaje unos músculos y una espalda más grande todavía que la última vez. El pelo, sin embargo, seguía brillando por su ausencia.
—¡Mi incondicional amigo! —exclamó, abriendo los brazos y envolviéndole para darle un gran apretón—. ¡Maldita sea! Como sigas dopándote de esta manera la próxima vez ni podré abrazarte. ¡Estás hecho un armario! —Deshizo el abrazo y le dio una fuerte palmada en el hombro, todavía sonriendo.
Akame no tardó en introducirse en la conversación, haciendo gala de su habitual talante.
—Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto —se presentó, tendiéndole la mano al calvo—. Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.
—¡Bah! Para alguien de Ame esto debe ser como una tarde de primavera en Takigakure —entonces dirigió la mirada a Akame—. ¡El mejor shinobi que tuve a mi lado en una misión, ya lo creo que sí! —exclamó, señalando al calvo—. En una extraoficial, claro. —En esta ocasión, no exageraba. Mucho mejor que Tatsuya, que no paraba de ponerle trabas y problemas. Y qué decir que Akame, siempre tan recto, sin saltarse nunca una coma del manual del buen ninja. Pero Karamaru era harina de otro costal. Dialogante, comprensivo, obediente… Oro puro hecho shinobi, vaya, con el pequeño gran defecto de tener el don de la inoportunidad. Pero si podía convencerle para unirse en su misión, y, sobre todo, para que olvidase la recompensa como la última vez, el Uchiha apostaba a que sería una jugada maestra. Era por eso que le trataba tan bien, y fue la misma razón por la que buscó al camarero con la mirada—. ¡Camarero! ¡Una taza de leche con chocolate bien caliente para mí! ¡Y póngale algo a este buen caballero, que hoy invito yo! ¡Y cóbreme lo de Akame también, claro que sí! —añadió, viniéndose arriba.
Y, de súbito, chasqueó la lengua. Perdió el color en la piel y enmudeció, como si acabasen de darle una noticia terrible. Acababa de recordar una cosa de vital importancia. Acababa de recordar que seguía en el País del Río, y no en el extranjero. Y se había prometido y perjurado a sí mismo no cagar en casa. O lo que era igual, no pagar las cuentas con dinero falso.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado